Hola. Tengo que deciros unas cuantas cosas. La primera, como habéis dejado de comentar no sé si os está gustando esta segunda parte del blog y estoy dando pasos en ciego prácticamente. Lo segundo, seguramente deje este blog y todos los que he empezado. Ahora mismo, debido a problemas personales no me siento con ganas de escribir ni de nada. Subiré los capítulos que tenga escritos los viernes, como hasta ahora, pero no sé hasta cuando durarán.Al principio, en este capítulo os iba a decir que estoy intentando escribir un capítulo por día (lo que es un martirio prácticamente) ya que cuando comience el curso no podré escribir absolutamente nada. Segundo de bachiller es duro, especialmente si tienes pensado subir considerablemente tu nota media desde el primer día. Mis padres lo saben y van a quitarme el ordenador. Esto era lo que os iba a decir, pero no es eso. No quiero escribir durante una temporada porque mediante mis historias transmito como me siento y no me parece justo. Tampoco quería escribir esta entrada, pero supongo que no puedo abandonar el blog sin más, sin daros una explicación. Lo siento...
Abro los
ojos y me encuentro con un cielo azul infinito. El sol ni siquiera me ciega,
así que no me molesto en protegerme de los rayos. Es un sueño, lo sé; pero esta
vez es un sueño bonito, o eso parece. No quiero quedarme todo la vida recostado
sobre el suelo húmedo, así que me giro para mirar a mi alrededor y me doy
cuenta entonces de que no es un sueño. Es una pesadilla, como siempre.
Me encuentro
recostado sobre la hierba, que aún tiene gotas de rocío. Estoy en un claro,
rodeado de todo tipo de árboles: un bosque. Y en el centro del prado está la
más que conocida Cornucopia.
-¿En serio?
Estoy cansado de este tipo de sueños.
Llevado por
mis pies comienzo a caminar hacia la enorme estructura alrededor de la cual se
apilan gran número de armas en los juegos, a diferencia de ahora, que está
solitaria.
Cuando llego
hasta ella entro dentro, pero no hay nadie. Así que subo a lo alto y allí me
encuentro con una persona sentada, contemplando el horizonte.
-Gracias por
ir ayer a verme – comenta, sin apartar la vista de la espesura del bosque.
Me acerco y
me siento junto a ella.
-¿No te
cansas de aparecer en mis sueños, Catnip?
Sonríe. Pero
hay algo de tristeza tras sus ojos.
-Eres tú el
que piensa en mí incluso mientras duerme.
-¿Por qué
estás triste? - pregunto, cambiando de tema.
-¿Cómo
estarías tú si hubieras muerto y supieras que nunca volverás a entrar en el
bosque? Solo puedo verlo en sueños, Gale. En tus sueños.
-Es peor
estar vivo, verlo todos los días desde la distancia y solo poder soñar con
entrar en él.
Se encoge de
hombros y después señala a un punto del prado.
-Mira.
Sigo la
dirección de su mano. Ha aparecido un chico en mitad del prado.
-Esa sonrisa
malévola me suena de algo – comento con sarcasmo. Bajo la mano y cojo el
cuchillo que hay en mi cinturón - ¿Vienes? - me levanto y le tiendo una mano.
Clava sus
oscuros ojos en los míos y, tras unos momentos de incertidumbre, se agarra a mi
mano y se levanta. De un salto llego a la hierva húmeda, cayendo en cuclillas.
Lo bueno de los sueños es que puedes hacer cualquier tipo de pirueta y no te
haces daño. Cuando me pongo derecho, Katniss ya está a mi lado. Coge el arco
que ha aparecido en su espalda y carga una flecha en él. Corremos hacia el
chico con la lanza que hay frente a nosotros. Katniss dispara con el arco y le
atraviesa el pecho. Se oye un cañonazo al mismo tiempo que el cuerpo de Marvel
explota, llenándonos a ambos de sangre y trozos de carne.
-Esto es
asqueroso – digo, quitándome la sangre del pelo.
Katniss no
me responde. Observa a nuestro alrededor, al linde del bosque, de donde salen
decenas de personas. Hay tributos como Glimmer, Cato, Tresh, Rue, Will, Cassy,
la chica pelirroja, el chico del Distrito 3, Clove... Pero hay más. Del bosque también salen
Haymitch, Madge, Peeta, Effie, Madox, Portia, Cinna... Todos visten con ropas
de tributo.
-Effie no
dejaría que la vistieran así – miro a Katniss, que mantiene los ojos fijos en
Tresh - ¿Qué es esto? - pregunto.
Justo en ese
momento, todos sacan algún tipo de arma y corren hacia nosotros. Son
demasiados, pero en cuando Katniss y yo nos sumimos en la batalla, comienzan a
morir. Con un simple cuchillo corto las gargantas de Cinna y Portia, que viene
a por mí uno junto al otro. Por el rabillo del ojo veo a Katniss coger la lanza
que Marvel dejó en el suelo y la levanta, atravesando con ella a Peeta.
Por primera
vez en un sueño siento arcadas. El chico rubio mira hacia abajo mientras varias
lágrimas corren por sus mejillas. Katniss se acerca a él y acaricia su cara con
cuidado, mientras el chico cae al suelo y su cuerpo explota al igual que había
hecho el de Marvel antes.
Entonces una
figura corre hacia Katniss con los brazos en alto e, instintivamente, lanzo el
cuchillo, clavándoselo en el corazón. Cuando Katniss se da la vuelta veo su
expresión de horror.
-¡PRIM!
Es un grito
que rasga el cielo, el ruido y mi corazón. La batalla parece detenerse mientras
la chica rubia con el pelo recogido en dos trenzas cae al suelo, hacia delante.
El cuchillo presiona aún más contra su cuerpo, haciendo que la punta sobresalga
por su espalda. Katniss se lanza al suelo junto a su hermana y llora mientras
mantiene su cabeza en su regazo. El resto de las personas, cerca de diez, la observan
en silencio.
Entonces
Katniss levanta su mirada. Sus ojos son como llamas de fuegos. Coge el cuchillo
del corazón de su hermana y corre hacia mí. Siento un tirón en el brazo y me
giro. Es Clove. Con la mano con la que no me sujeta con fuerza señala hacia la
Cornucopia, donde ha aparecido una especie de puerta dorada. Tira de mí
mientras corre hacia ella, así que corro a su lado.
De un
empujón, me lanza contra la puerta. La atravieso y caigo de bruces al suelo.
Cuando me pongo de pie, me doy cuenta de que estamos en las salas de
entrenamiento del Capitolio. No me da tiempo a ver mucho más de la sala, pues
unos brazos me agarran por la espalda y alguien me pone un cuchillo junto a la
garganta. Por encima de uno de mis hombros aparece el rostro de Clove con una
extraña sonrisa. El cuchillo va ascendiendo, pasa mi barbilla y se posa sobre
mi boca. Con un rápido movimiento me hace un corte y grito. 'No debería doler'
pienso. La cara de Clove emite un extraño brillo metálico y se transforma en el
rostro de la que fue mi mejor amiga: Katniss.
-Katniss, es
un sueño. Tu hermana sigue viva.
-¿Cómo sabes
eso?
Por primera
vez en un sueño siento miedo. Sin lugar a dudas, este es el sueño más extraño
que he tenido en mucho tiempo. Esa pregunta queda grabada en mi cabeza.
-Gale, –
acaricia mis labios y ,cuando retira su mano, veo que está llena de sangre –
recuerda que te...
Las palabras
son ahogadas por el sonido de un cañonazo.
Despierto,
como ayer y los días anteriores, bañado en sudor. Esta vez, lleno de rabia. Casi
sin darme cuenta, lanzo la almohada por los aires y me levanto de golpe,
tirando la lámpara que hay sobre la mesita de noche.
-¡¿Recuerda
que te... qué?! - grito.
Me tapo el
rostro con las manos. La luz del día entra por la ventana, lo que significa que
esta noche he dormido de tirón. Separo las manos de mi cara. Siento la boca
húmeda y extraña. Me mojo los labios con la lengua y el corazón se me encoje...
sabe a sangre. Miro mis manos, que están llenas de sangre, al igual que mi
ropa. Corro hacia el cuarto de baño y me miro en el espejo. Un corte, en el
labio.
Sin pensarlo
dos veces corro escaleras abajo y atravieso la puerta de la casa. Haymitch está
sentado en las escaleras de las suya pero, al igual que ayer, no está solo.
-¡Haymitch!
- grito mientras corro hacia él.
-¡Hola,
Gale! Que eufórico estás... - entonces me ve y su cara se llena de preocupación
- ¿Qué te ha pasado?
-No lo sé.
Me he levantado y mira.
-¿Ahora eres
sonámbulo? No vuelvas a dormir junto a un cuchillo. - se acerca a mí y saca del
cinturón de cuero que aún llevo puesto el cuchillo de Clove – No es seguro.
-¿Que no es
seguro? ¡Tú eres el primero que duerme con un cuchillo! Además esto no es la
primera vez que me pasa. Cuando estábamos en el Capitolio me desperté igual,
con un corte en el labio y no tenía acceso a cuchillos.
-¿Qué pasó
qué en el Capitolio?
-Maldita sea
Haymitch, ¡que me ayudes! - por primera vez clavo la mirada en el chico que hay
junto a Haymitch - ¡Deja de mirarme! ¡Por qué no le llevas esa maldita barra de
pan a Katniss y me dejas a mí en paz!
-Porque
Katniss está muerta – se limita a decir antes de darse la vuelta y caminar
hacia el distrito.
-¡Gale! -
comienza a regañarme Haymitch - ¿A qué ha venido eso?
-¡Haymitch!
O alguien me ha hecho esto o me estoy volviendo loco. ¿Puedes ayudarme?
-El cuchillo
está manchado de sangre – dice Haymitch, observando el arma.
-Siempre ha
estado manchado de sangre. Es la sangre de Clove.
Haymitch
niega con la cabeza.
-Esta sangre
es fresca.
Entonces me
tiende el cuchillo. Tiene razón.
-Es... mía.
-Gale, -
Haymitch se ha acercado a mí y me ha puesto una mano en el hombro - ¿estás
seguro de que esto no te lo has hecho tú?
-Yo... no.
Pero esta es la segunda vez que me pasa algo así, y estoy completamente seguro
de que la primera vez no fui yo.
-Está bien.
Entra, buscaré algo para curarte.
Entramos en
su casa. En el suelo hay botellas de cristal. Ha vuelto a beber y,
probablemente, sea por mi culpa. Me siento en el sofá, aún con la ropa empapada
en sangre. Haymitch va a la cocina y saca de ella un maletín blanco. Se acerca
a mí y lo abre. En su interior hay bandas, jeringuillas y pequeños botes de
cristal.
-Ahora es
cuando se echa de menos a la madre de Katniss.
Es verdad.
La madre de Katniss era algo parecido a una doctora. Siempre que alguien tenía
a un familiar herido o enfermo lo llevaba allí. Recuerdo que siempre que pasaba
eso, Katniss huía al busque, alejándose de la sangre y el sufrimiento.
-¿Sabes algo
de...?
-No –
responde secamente mientras saca un poco de algodón y lo empapa con el
contenido de uno de los botes de cristal.
Se inclina
hacia la mí y posa el algodón. Hasta ahora había tratado de ignorar el dolor y
el escozor, pero cuando el algodón me roza la herida me aparto bruscamente,
conteniendo un grito, y me subo al respaldo del sofá, intentando mantenerme
alejado de Haymitch. Busco en mi cinturón, pero el cuchillo no está allí. Él se
da cuenta de mis intenciones y retrocede, mordiéndose un labio.
Entonces se
escucha el estridente sonido del teléfono, proveniente del despacho. Me
sobresalto y él hace lo mismo. Mira indeciso hacia la puerta y a mí,
alternativamente. Yo intento relajar los hombros y vuelvo a sentarme en el
sofá, intentando que se relaje. No lo consigo del todo, pero consigo que sea
capaz de moverse y dirigirse al despacho, sin quitarme los ojos de encima.
Aunque no
puedo verlo, escucho a Haymitch descolgar el aparato.
-¿Diga?
¡Madox! ¿Qué...? … ¿Mañana? Imposible... - me levanto del sofá y entro en el
despacho. En cuanto me ve, Haymitch alza el cuchillo de Clove que tiene en su
mano. Levanto los brazos, mostrándole que no tengo intención de hacerle nada;
aun así, mantiene el arma en alto -
Estamos muy ocupados... No sé como será la vida en el Capitolio pero
aquí estamos todos los días encargados de distribuir la comida... Que no. No
puedes venir. No es un buen momento. ¿Hablar con él? No, no está...
Me lanzo
sobre el escritorio y le arranco el teléfono del oído. Él me apunta con el
cuchillo y me hace una herida bajo las costillas. Cierro los puños con fuerza
y, cuando me he tranquilizado, pego el auricular a mi oído.
-Madox, soy
Gale.
-¡Gale! -
exclama con su voz chillona desde el otro lado de la línea. - Al fin alguien
cuerdo con quien hablar. ¿Puedes decirle a tu mentor que tengo que ir mañana a
terminar tus tatuajes?
-No, no
puedes venir.
-¿Qué? ¿Por
qué?
-Porque
puedo matarte, Madox.
Se hace
silencio al otro lado y observo como Haymitch abre mucho los ojos. Entonces
Madox comienza a reír tímidamente.
-¡Qué
gracioso, Gale! Lo de las bromas nunca ha sido lo tuyo pero he de admitir que
me has pillado esta vez. Ahora en serio, tengo que ir cuanto antes.
-Madox, no
es ninguna broma. Ahora mismo no estoy pasando por un buen momento. Ayer
intenté matar a Haymitch y esta noche creemos que he atentado contra mi integridad
física. Así que habrá que posponerlo.
-Deja de
decir tonterías, Gale. Me estás asustando.
-No es
ninguna tontería, Haymitch puede corroborar lo que digo – aparto el teléfono de
mi oído y se lo tiendo a Haymitch - ¿Puedes decirle que ayer intenté matarte?
Haymitch
coge el teléfono y se lo pega al oído.
-Es verdad,
Madox. Gale no está bien ahora mismo. Tal vez la semana que...
No le doy
tiempo a terminar. Le quito el auricular y vuelvo a mi conversación con Madox.
-Cuando esté
mejor te llamaré. Hasta otro día, Madox.
-¡Gale,
espera!
Lanzo un
suspiro y espero unos segundos para tranquilizarme y no colgar y arrancar
posteriormente el teléfono.
-¿Qué,
Madox? - aunque lo he intentado, no me he calmado lo suficiente y sueno
bastante borde.
-Tranquilo,
Gale. ¿Quieres poner el altavoz?
-¿El qué?
-Altavoz.
Mira la base del teléfono. Debe haber un dibujo de un altavoz. Púlsalo.
Me acerco a
la base. No es muy complicada. Tiene un cuadrado más grande en el que están los
números dibujados y, encima de este, hay unos botones sueltos. Pulso el que
tiene un dibujo de un altavoz.
-¿Me
escucháis?
Haymitch y
yo nos sobresaltamos ya que la voz de Madox ha retumbado en la habitación.
-Sí – digo
pegado al teléfono – Se te oye. ¿Te paso a Haymitch para que hables con él y
así os escucho a los dos?
-No, Gale.
Haymitch, di algo.
-El pobre no
está acostumbrado a estas tecnologías, Madox. ¿Qué quieres?
Me quedo
boquiabierto.
-¿Lo oyes,
Madox?
-Sí, Gale. Y
a ti también. Así que puedes soltar el teléfono sobre la mesa.
Hago lo que
me dice y me siento en una de las sillas que hay en frente de las de Haymitch.
-¿Y bien? -
pregunta éste - ¿Qué es lo que quieres?
-Creo que
Gale tiene algún problema de personalidad. Él es él – Haymitch y yo nos miramos
interrogantes – Quiero decir, Gale es él mismo pero a veces sale a relucir la
personalidad que tenía en los juegos.
-No me digas
– comenta con sarcasmo Haymitch.
-Sólo hay
que convencerlo de que no está en los juegos – finaliza Madox.
-Yo sé que
no estoy en los juegos, Madox.
-Lo sé. Tú
sí, pero tu cuerpo no. Y cada vez que tu cuerpo siente una amenaza o siente que
algo te molesta... digamos que se activa el modo 'Gale en los Juegos del
Hambre'.
-Estás loco.
-No, Gale. -
me contradice Haymitch – Tiene sentido.
-Conozco a
alguien que tal vez podría ayudarte, Gale. Pero tienes que venir al Capitolio.
-¡NO! - me
levanto de un salto de la silla y retrocedo hacia la puerta - ¡No! ¡No! ¡No!
-Gale,
cálmate – me pide Haymitch. Madox se queda en silencio.
-¡No pienso
volver ahí!
-Tendrás que
hacerlo, Gale. Vas a ir allí en la Gira de la Victoria y cada año. Ahora eres
el nuevo mentor del Distrito 12.
-¡Que no!
-Esto...
sigo aquí – se escucha la voz amplificada de Madox.
-Ahora te
llamamos – ignorando las protestas de mi mentor y Madox me acerco al teléfono y
cuelgo con fuerza.
Ahora, clavo
la mirada en Haymitch, quien sujeta el cuchillo con más fuerza.
-Tienes que
solucionar esto – le digo, señalándome el labio.
Salgo del
despacho y me siento en el sofá de la sala principal. A los pocos minutos,
Haymitch sale y se sienta a mi lado.
-Espero no
tener que acuchillarte con tu propio cuchillo, Gale – dice, mostrándome el
cuchillo que sostiene en la mano.
-Ese no es
mi cuchillo – contesto, levantando la cabeza y cerrando con fuerza los ojos.
Parecen
transcurrir horas mientras Haymitch me limpia la herida y me la cose. Las manos
comienzan a sudarle, no sólo por el trabajo que está haciendo, sino por la
tensión que debe causar estar curando a aquella persona que puede matarte en
cualquier momento. Cuando termina me pone una banda en el labio.
-Seguramente
se te infecte, no soy doctor ni nada parecido.
Abro los
ojos y miro a Haymitch, quien tiene la camiseta empapada en sudor. He tenido
que controlarme, agarrándome con fuerza a los brazos del sofá, para no defenderme.
-Pensaba que
ibas a matarme.
-Yo también
– contesto sin aliento.
Bajo la
mirada y veo una delgada línea roja en mi camiseta. Me la levanto y contemplo
la herida que me ha hecho antes Haymitch. Por suerte, es superficial.
-Cuéntame lo
que pasó en el Capitolio.
Tomo aire y
comienzo a narrarle lo ocurrido. Cómo soñé que Clove me cortaba en el labio, al
igual que esta noche, y me despertaba con el corte. Que después salí al pasillo
y la chica avox me llevo ante un hombre que me cosió la herida.
-Es extraño.
-Aún no he
terminado. Clove tenía el mismo corte.
Haymitch me
mira con los ojos muy abiertos y el entrecejo fruncido.
-¿De qué
estás hablando?
-Cuando
la... maté – digo tensándome – Me fijé en su boca y tenía el mismo corte.
-¿Y no
tienes ni idea de quién pudo ser?
-Esperaba
que tú pudieras echarme una mano. Tal vez su mentor te comentara algo.
-No – dice
negando con la cabeza – No me dijo nada.
Nos quedamos
en silencio. Mis tripas comienzan a gruñir y me pregunto qué hora será.
Finalmente, justo cuando me dispongo a despedirme y a ir a la casa de al lado
para que Haymitch no me ofrezca comer aquí, él rompe el silencio.
-Gale, creo
que deberías ir al Capitolio.
Mis ojos se
dirigen veloces hacia el cuchillo que aún sujeta en la mano, ahora con menos
fuerza. Parpadeo fuertemente, quitándome ese horrible pensamiento de la cabeza.
Ese pensamiento no es mío.
-No
serviría. ¿Convencer a mi cuerpo de que ya no estoy en los juegos? Primero
deberían convencer a mi cabeza, Haymitch, y es imposible. Sabes perfectamente que
no dejaré de estar alerta. Sabes el por qué. Snow me quiere muerto, por eso me
envió a los juegos. ¿Cómo voy a bajar la guardia?
-Lo sé –
responde Haymitch, soltando el cuchillo en la mesa, junto al maletín, y
tumbándose en el sofá con las manos tapándose el rostro. - Es solo una forma de
tranquilizar a Madox y al resto de las personas que saben de tu problema. Y,
¿quién sabe? Tal vez te ayude de verdad.
-A no ser
que usen una máquina para lavarme la cabeza y hacerme olvidar todo lo ocurrido
estos dos últimos meses, lo dudo mucho.
-Si vas, si
pareces interesado en recibir ayuda para no ser peligroso, puede que Snow te
deje en paz – comenta, poco convencido.
Sacudo la
cabeza mientras me acerco a la puerta de entrada.
-Nos vemos
más tarde, Haymitch. Tengo que pensar.
Camino por
el jardín que separa las dos casas, el suelo comienza a estar húmedo por el
frío. Pronto comenzarán las lluvias y, después, la nieve. En otra vida, ahora
mismo estaría en el bosque, buscando suministros para guardarlos en casa y poder
alimentarnos durante el invierno; buscando leña para encender un buen fuego por
las noches. Ahora es diferente. Seré una de las pocas personas en todo el
distrito que estará cómodamente en casa, con una hoguera encendida mientras ve
la televisión. Y no habré hecho nada para conseguirlo, excepto convertirme en
un asesino.
Llego a la
puerta de entrada y abro la puerta. He decidido no echar nunca la llave. No
tiene sentido. Aquellos que quieren hacerme daño podrían entrar sin problema
aunque pusiera diez cerrojos en las puertas y en las ventanas.
Entro en la
cocina. Hoy Peeta no me ha dejado la barra de pan, así que cojo la que me trajo
ayer. La divido horizontalmente y unto la superficie con queso derretido y
lonchas de carne. Después me siento en el sofá y, sin querer, dirijo la mano
hacia el mando del televisor. Jugueteo con él. Pasándomelo de una mano a otra,
comprobando su peso, hasta que finalmente pulso el botón de encender.
La pantalla
se ilumina y aparece un terreno desértico, con algunas rocas esparcidas. Hay un
grupo de tres chicos luchando entre ellos. Dos son aliados, así que no tardan
en matar al tercero. Suena el cañonazo y me sobresalto en el sofá. A
continuación, ambos aliados se miran y se lanzan el uno contra el otro. Se ha
acabado su alianza. Mientras luchan, me pregunto por qué veo esto. ¿Es que
quiero torturarme más aún? ¿Quiero tener pesadillas con estos chicos también?
Intento buscarle el lado positivo a observar la pantalla, no lo encuentro. Me
serviría para entrenarme para los juegos, pero ya no volveré a ellos. Sólo
volveré como mentor. En teoría. Me levanto y apago el televisor. Tengo que
hablar con Haymitch.
Salgo de la
casa y corro por el jardín. Golpeo con fuerza la puerta que, por una vez, está
cerrada. Haymitch me abre, con el cuchillo de Clove en la mano.
-Eso es mío
– digo bajando la mirada.
-Te lo daré
cuando vayas a irte. ¿Qué quieres ahora?
-Tenemos que
hablar sobre lo de ser mentor.
-Ah, eso.
Ahora vas a ocupar mi puesto. Ya iba siendo hora de que alguien me sustituyera.
Llevo veinticuatro años viendo a niños matarse unos a otros.
Abro la boca
para decirle que no quiero ser mentor, que no quiero ver a más niños morir y
que no quiero dar consejos a niños para que se conviertan en asesinos. Pero los
palabras no me salen. Decirle eso, negarme a sustituirlo, significa pedirle que
siga haciendo todo aquello que yo no quiero hacer. Todo aquello que él odia.
-No quieres
ser mentor, ¿verdad? – parece que ha averiguado en lo que pensaba.
Cierro los
ojos con fuerza. Pienso en mentir, decirle que no es eso, que no se preocupe,
que lo haré yo. Pero sabría que miento. Así que, con los ojos aún cerrados,
asiento con cuidado. Él suspira con fuerza, vaciando sus pulmones.
-Supongo que
podría seguir haciéndolo yo. Ya tengo experiencia. Poco a poco lo voy
superando.
Miente. Sé
que no lo ha superado, ni está cerca de hacerlo. Todas las noches duerme con un
cuchillo en la mano. Todos los días se acuesta borracho, intentando olvidar los
llantos, los gritos de dolor, y la agonía de los tributos a los que ha dado
algún consejo estos veinticuatro años. Me lo imagino al principio, fuerte y
joven, entrenando, regañando y dando consejos valiosos. Lo veo ahora, gordo y
viejo. Perdiendo la esperanza con cada año que ha pasado y sumergiéndose en el
alcohol. ¿Seré yo así dentro de veinticinco años? ¿Consumido por el dolor y
dejando que la vida de cientos de niños finalice sin poder hacer nada?
-No te
obligaré, Haymitch. Déjalo y vamos a pensárnoslo los dos.
Él asiente y
me entrega el cuchillo, con lo que da por concluida nuestra conversación.
Sujeto con fuerza el arma y lo observo con delicadeza. Mi sangre y la de Clove
ahora se mezclan sobre la hoja. Me doy la vuelta cuando Haymitch cierra la con
delicadeza la puerta principal.
Camino hasta
el arco de la Aldea de los Vencedores y después giro de nuevo. Algún día
Haymitch morirá, y, si no ha ganado ningún tributo más del Distrito 12, seré yo
el encargado de entrenar a los tributos. No podré salvarme siempre de esa
misión. Sin embargo, si algún tributo consigue ganar, dudo que pudiera ser
capaz de echarle esa tarea sobre los hombros para librarme de hacerlo yo.
-¡Gale! – me
giro al oír mi voz y veo a una chica con un jersey y unos pantalones vaqueros.
Madge. Con
su pelo rubio moviéndose de un lado a otro. Corriendo hacia el rellano de la
casa en la que ahora vivo. Dónde estoy yo.
-¿Madge? –
pensé que pasarían días hasta que volviera a verla. ¿Qué querrá?
Cuando llega
a mi altura me empuja con fuerza por los hombros. No es fuerte, pero por culpa
de la sorpresa doy un par de pasos hacia atrás y me choco con la puerta.
-¿Qué le has
hecho? Ha ido a clases con los ojos rojos. ¡Ha estado llorando y sé que es por
tu culpa! ¡Lo sé! Han terminado las clases y ha salido corriendo hacia el
cementerio. Le he seguido y no me ha querido decir que le ocurre. Pero sé que
es por tu culpa. He visto el odio en sus ojos, ese odio que sólo tiene cuando
alguien menciona tu nombre. ¡Lo está pasando mal y tú le hacer sentir peor
que…!
Golpeo a
Madge y la hago girar para que ocupe mi posición contra la puerta. Sujeto su
cuerpo con el brazo izquierdo, y cojo el cuchillo con el derecho, colocándolo
bajo su barbilla. Su cara ni se inmuta, sus labios forman una fina línea y coge
aire con fuera.
Pero, por lo
demás, no parece sentirse amenazada.
Intento
relajarme. Este no soy yo. Pero me es imposible. Quiero acercar más el
cuchillo. Quiero atravesarle la garganta con él. Lo acerco más, de tal forma
que le hago una pequeña herida, por donde comienza a correr un fino hilo de
sangre. Pero sigue sin inmutarse. Y eso, hace que esta parte de mí, se
enfurezca. Lanzo el cuchillo con todas las fuerzas hacia un lado, hacia el
camino de entrada. Respiro agitadamente, con la mirada fija en el arma, hasta
que noto presión en uno de mis hombros.
-Sabía que
no me harías daño.
Niego con la
cabeza.
-No sabes lo
que he pensado. No sabes todo lo que quería hacerte. Crees que nunca seré capaz
de hacerte daño, pero te equivocas. Y lo acabo de descubrir.
-Gale…
Le hago un
gesto para que no hable y entro en la casa, dejándola sola en la entrada.
Cierro la puerta y me dejo caer de espaldas, arrastrándome junto a su
superficie hasta quedar sentado en el suelo.
No puedo
perder el control. No puedo volver a matar. No puedo ser una amenaza para mis
amigos.
-Necesito
ayuda – digo para mí, levantándome y caminando hacia el despacho.
Me siento en
la silla y rebusco por los cajones del escritorio hasta encontrar un pequeño
cuaderno de cuero. Lo abro hasta encontrar el número que busco, y lo marco en
el teléfono. Al principio me despego el auricular del oído porque sé que la
persona me saludará histérica. Cuando lo hace, permanezco dos segundos en
silencio, recapacitando en lo que voy a hacer. Finalmente, decido ser valiente.
-Madox,
¿cuándo crees que podré ir al Capitolio?
ESPERA ESPERA ESPERA.
ResponderEliminarPUNTO 1. que no haya comentarios es porque mi maravillosa persona estaba fuera xd, ahora veraaaas
PUNTO 2. si cari, comprendo lo de 2 de bachiller. Ya somos dos xd
PUNTO 3. que te ha paaaasado???????? ah sido Adrian?¿?¿ le peegoo ee
PUNTO 4. Me encanta el capitulo :)
PUNTO 5. (PORFAVOR, REVIVE A KATNISS TE LO SUPLICO, NO PUEDO VEER LLORAR A PEETA)
PUNTO 6. Te quiero fea:)
Jajajajaja
EliminarPUNTO 1. Me alegro de que vuelvas a estar, me sentía abandonada.
PUNTO 2. ¡Al fin alguien me entiende! En serio, me deprimo x)
PUNTO 3. ¿Adrián? ¿Qué Adrián? Jajaja Han sido otro tipo de problemas que no puedo contar por aquí
PUNTO 4. GRACIAS CIELO
PUNTO 5. Ojalá pudiera revivirla... Yo tampoco soporto escribir que Peeta lo pase mal.... :'(
PUNTO 6. YO TAMBIÉN TE QUIERO FEÍSIMA :)
Por cierto, se me han saltado las lágrimas con este comentario sfhshbfsuiyrfhg *.*
oooooooooooooooooooooooooooooo REVIVELA REVIVELAAAA
EliminarPor cierto si necesitas hablar te recuerdo que tienes mi wa;)
No puedo joooo :'(
EliminarJajaja gracias cielo, pero ya estoy más animada :)