martes, 30 de diciembre de 2014

Capítulo 25. Miedo

Holaaa. He conseguido escribir este capítulo por los pelos. No os diré nada sobre él, aunque seguramente me matéis cuando terminéis de leerlo y más aún cuando dentro de un par de semanas suba una cosilla. En fin, os deseo una muy feliz Navidad (lo que queda de ella) y un feliz año nuevo 2015 en el que tendremos nuestra última parte de Sinsajo. Saludos a todos *.*


-¿Has oído eso? - pregunta Madge poniéndose en pie.

- Supongo que esto se ha convertido en algo personal. - Rory se deja caer apoyando la espalda en un árbol y cierra los ojos.

-No deberías tomarte esto con tanta calma, Rory. Gareth y tú estáis en igualdad de condiciones.

-Yo soy mucho más fuerte que él – Rory abre un solo ojo, suficiente para amenazar a Madge, la cual no es capaz de seguir hablando.

En ese momento, el símbolo del Capitolio ilumina el cielo y el himno resuena por todo lo que queda de arena. Después de varios días en los que apenas han muerto tributos, hoy son tres rostros los que aparecen en el cielo. El primero es el de una sonriente Roxanne, a la que compaña un grito de dolor por parte de su compañero; el chico de la silla de ruedas, del Distrito 6; y el de una chica con cara de malhumor, bajo la cual puede leerse “Distrito 7”.

A saber cuál es la reacción que tendrá mañana Johanna cuando me vea después de que sus dos tributos hayan muerto.

Cuando el cielo vuelve a la normalidad, las cámaras enfocan a los profesionales. Al parecer, mientras aparecían los rostros ha ocurrido algo, pues la chica del Distrito 2 sujeta a su compañero, Jerry, mientras Pat oculta tras él a Amy, que fulmina al chico del Distrito 1 con la mirada.

-¡Ella lo mató! Su cañonazo sonó mientras la habíamos perdido de vista.

-No tienes pruebas – Pat tiembla de pies a cabeza, más pálido de lo normal.

-No las necesito. ¡Ella lo odiaba! ¿Te sentiste satisfecha mientras lo matabas?

-Tal vez fue una casualidad – susurra Clare más fría que de costumbre – Tal vez se suicidó.

-No. ¿No lo veis? ¡Es una profesional! - Jerry escupe la última palabra.

Por supuesto. Ellos son enemigos del Capitolio, no profesionales. No matan para ganar o dar entretenimiento, sino para sobrevivir. Sin embargo, Amy, a pesar de su debilidad, es la más repugnante en ese aspecto.

-¡Déjala en paz! - Pat parece haber perdido la paciencia y saca su espada en posición de ataque, sin dejar de ocultar a Amy con su cuerpo.

Parece cuestión de micro-segundos que Jerry consiga liberarse de Clare y ambos se maten entre ellos. Pero todos los espectadores nos llevamos una sorpresa al descubrir que la chica del Distrito 2 es mucho más rápida.

-¡Se acabó! - aun sujetando a su compañero, la chica da un giro sobre sí misma, usando como punto de apoyo el enorme cuerpo de Jerry, y , de una patada, hace que el arma de Pat salga despedida. Con un ligero salto, durante el cual no suelta a Jerry, se impulsa con la otra pierna en el pecho de Pat. La llave hace que Jerry caiga de costado sin poder detener el golpe, y Pat cae de espaldas, sobre Amy, la cual apenas tiene tiempo de gritar por la sorpresa. La ñunica que queda en pie es Clare quien, con toda la tranquilidad del mundo, llega hasta la espada de Pat y apunta con ella hacia su dueño – Vais a bajar la voz de una vez y a moveros.

Me parece que esa chica acaba de ganarse unos cuantos patrocinadores. Ahora que lo veo bien, para llevar a cabo tales movimientos necesitaba un firme punto de apoyo. ¿Con qué fuerza ha estado sujetando a Jerrry para poder sostenerlo con firmeza? ¡El chico es enorme!

-Quiero que dejéis de comportaros como críos. - susurra mientras sus aliados se ponen en pie – No estamos jugando, sino luchando por sobrevivir. Así que deja de intentar vengar la muerte de inocentes, Jerry. No conseguirás nada así.

-Sabes que no es eso, Clare – responde este sin quitarle los ojos de encima a Amy – Es la forma en que lo hace.

-Me da igual. Esto te sirve para saber que no puedes volver a confiar en ella. ¡Tú! - señala a Amy con la mano con la que no sujeta la espada – Algo sospechoso y te mato. Ahora hay que avanzar sin descanso. Estamos bastante retrasados del resto de tributos y no me apetece caer al vacío. ¿Entendido?

Ninguno de sus compañeros pone objeción.




Al día siguiente, aparece en pantalla el rostro del chico del Distrito 3, el de constitución de toro que ha permanecido desaparecido últimamente.

Se encuentra en un terreno extraño, en el que sus piernas se han hundido hasta la rodilla. Cuando las cámaras se alejan un poco y el chico comienza a moverse, descubro que la arena ha cambiado. El bosque se ha convertido en un pantano. ¿Cómo pretenden los Vigilantes que los tributos luchen sumergidos en el agua cuando la mayoría no saben ni nadar?

Claro está, a excepción de Gareth.

-Maldita sea – el chico tarda un par de horas en llegar a la zona pantanosa, donde se encontraba el chico del Distrito 3. Al parecer sigue pensando en su venganza contra Rory y desde luego, sabe que ese no es el mejor lugar para luchar, aunque en cierto modo le beneficia. ¿Será eso o no cree justo vengarse cuando tiene ventaja sobre su rival?

El chico no duda en lanzarse a su elemento y empezar a nadar, alejándose cada vez más de la orilla. Así no tardará en dar con el chico del Distrito 3, alejándose de Rory.

No sé si sentirme aliviado ante esto.




-No te preocupes, Gale. Johanna ya se ha marchado al Capitolio.

Fannick se acerca a mí en la sala de los patrocinadores. Su rostro está contraído y ha intentado ocultarse unas profundas ojeras bajo el maquillaje sin mucho éxito.

-Mejor – ahora que lo pienso, no tiene mucha lógica que los mentores se queden cuando sus tributos han fallecido. Ha decir verdad, quedamos tan solo cinco mentores, con los cuales apenas he tenido contacto. Dejo de pensar cuando veo el dolor y la pena reflejados en el rostro de Finnick – Ey, tu tributo en pantalla - intento desviar su atención antes de verme en la obligación de consolar a una persona como él.

Todos en la sala guardan silencio y contemplan como Gareth ha dejado de nadar. Frente a él, se encuentra el chico del Distrito 3.

-No es justo – comenta éste, mucho más bajito y con menos experiencia de nado.

-Nada en la vida es justo – susurra de forma casi inaudible Gareth, y su voz suena rota.

Al unísono, ambos sacan sus espadas. Son unos minutos eternos de una extraña lucha en la ninguno de los dos intenta moverse mucho del sitio. No hay duda de que el chco del Distrito 3 es mucho más fuerte que Gareth, aunque no es fácil compararse con la agilidad de éste. En algún momento de la lucha, Gareth desaparece bajo el agua y la sala enmudece. El chico se vuelve loco girando sobre sí mismo, intentando encontrar al chico sumergido en el agua turbia. Pero no lo consigue, y cuando grita de dolor, ya sabemos quien ha ganado la batalla. El agua comienza a teñirse de rojo y el chico acaba sumergiéndose en esta al mismo tiempo que Gareth emerge vencedor.

-Lo siento – susurra fríamente – Pero a veces hay que pensar con la cabeza en lugar de con la fuerza.

El cañonazo no tarda en sonar, y el cuerpo del chico del Distrito se queda allí, flotando en la superficie.

-Finnick Odair. - me sobresalto al oír la voz a mis espaldas. Se trata de un agente de paz, a quien Finnick mira tembloroso y con lágrimas en los ojos - Ha llegado su cuerpo.

-Estás bien. - Finnick se lleva la mano a la cara y, disimuladamente, presiona sus ojos, impidiendo que las lágrimas surjan. - Le sigo.

Ambos se marchan de la sala con decenas de miradas tras ellos. Tardo algo en comprenderlo, pero cuando lo hago, siento un vacío enorme en el cuerpo. Se refieren al cuerpo de Roxanne.




Por la noche, justo antes de que salga el rostro del Distrito 3 en el cielo, aparece el muro rojo. Rory y Madge tardan bastante en llegar a la zona del pantano, pero al menos consiguen llegar. Deciden descansar en el límite, subidos a los árboles, y Madge decide buscar algo que cazar. Y entonces ocurre. Sorprendentemente, los profesionales ya les han alcanzado.

Han tardado menos de una hora en llegar al límite del pantano, lo cual indica que han debido de correr demasiado.

-Estamos cerca de la victoria. Hay que matarla – susurra Pat poco convencido cuando el grupo se encuentra cara a cara con Madge. El resto asiente, aunque no parecen contentos en absoluto.

-Atreveos – Madge les enseña el arco y, como respuesta, Pat saca un hacha de su espalda, Jerry un grueso bate de hierro, y Claire y Amy unos cuantos cuchillos.

Solo puedo pensar en que no mire hacia arriba. Rory, con un silencio sorprendente, ha enganchado una de las curvas hojas de sus espadas a una de las ramas del árbol, quedándose colgado justo sobre la cabeza de Jerry. Con una agilidad increíble, mi hermano se deja caer y se engancha con las piernas alrededor del cuello del chico del Distrito 2.

-Yo que tú no me movería – susurra, colocando la hoja de su espada junto a su cara. - Vaya, vaya. ¡Qué sorpresa! ¿Cómo habéis llegado tan rápido?

-Hemos corrido más que nunca para dejar el bosque atrás – exclama Amy impaciente, con un extraño brillo en los ojos.

-Mejor. Eso da emoción y facilita las cosas. Madge, ¿puedes encargarte del chico del uno?

Mientras todos prestaban atención a mi hermano, Madge ha podido refugiarse tras un árbol y apunta al grupo.

-¿Sabéis qué es lo bueno de estar aquí arriba? - pregunta como si nada – Que yo no estoy sumergido.

Y dicho esto, aparta las piernas del cuello del chico y lo degolla al mismo tiempo que Madge dispara a Pat, acertando justo a la altura del estómago.

-¡Jerry! - la chica del dos lanza uno de los cuchillos, el cual Rory esquiva de milagro, e intenta correr hacia el cuerpo de su compañero. Sin embargo se topa con un pequeño obstáculo. Amy se interpone en medio, con su único cuchillo en la mano, y con una mirada que produce terror.

-No te muevas, estúpida.

-Amy, ¿qué estás haciendo?

-Protegerlo. ¿Acaso eres tonta? - la chica enferma comienza a reír bajo la extraña mirada de Claire.

-Tienes que estar de broma.

-Dame el cuchillo.

-¡Quítate de en medio, Amy! Ha matado a Jerry.

-¿Y? Se lo merecía.

-¡Voy a matarte! - Claire le da un puñetazo que la pilla sorprendida y la chica cae al agua, sin dejar de reír. Pero, ¿qué le está pasando? - No debería haberte dejado viva cuando pudimos matarte. Sabía que no podíamos confiar en ti.

Amy se agarra a su traje para ponerse en pie y Claire responde empujándola. Entonces saca otro cuchillo de su cinturón y lo aproxima hasta el cuello de Amy, quien deja de reír, aunque conserva una sádica sonrisa dibujada en el rostro.

Entonces aparece mi hermano, interponiendo una de sus espadas entre las dos chicas y obligando a Claire a alejarse. Amy comienza a reír de nuevo y se incorpora, acercándose a mi hermano para situarse junto a él.

-Ahora vas a morir – susurra entre risitas. - Rory, debes saberlo. La arena se destruye con el muro. Mátala y démonos prisa en salir de aquí.

-No puede ser – Claire abre mucho los ojos y mira a mi hermano y a Amy alternativamente – No. Vosotros dos...

-¡Mátala, Rory! - grita Amy, que parece haberse vuelto loca.

-Apártate de mí – Rory coge a Amy del brazo y la empuja delante de él, junto a Claire. - No sé qué pretendes.

Cuando la espada de mi hermano atraviesa su cuerpo, Amy abre mucho los ojos. Las cámaras enfocan un primer plano de sus ojos inundados en lágrimas. Su boca se abre ligeramente, como si quisiera decir algo, pero el cañonazo que anuncia su muerte llega antes que el sonido de su voz. Cuando Rory separa la espada de su inerte cuerpo, éste cae al agua, salpicando a su alrededor, y se queda flotando, con una oscura mancha en el pecho que, poco a poco, comienza a teñir el agua de su alrededor.

Claire mira a mi hermano horrorizado, quien gira la espada con agilidad y le hace un profundo corte en la pierna. La chica grita de dolor y pierde el equilibrio, cayendo al agua.

-Claire... - susurra el chico del Distrito 1.

-Vayámonos – Rury llega hasta donde está Madge – Ya la has oído, la arena se destruye.

-Deberíamos matarlos y acabar con su sufrimiento, Rory.

-Así no llegarán hasya la siguiente área. ¡Vamos, Madge!

Mi hermano comienza a avanzar y Madge se queda indecisa, sin apartar los ojos de Pat, a quien ha herido de muerte.

-No puedo. Lo siento...

Y sigue a mi hermano, dejando atrás una área teñida de rojo carmín.

-Tenías razón, Claire. Es una traidora.

-Tenemos que avanzar, Pat.

-¿Para qué? - el chico habla con voz ronca. ¿Cuánta sangre habrá perdido? - Los profesionales ya han ganado estos juegos.

Profesionales... Mi hermano... Mi hermano es... un profesional.

La idea me aterroriza, pero sé que es cierta. Mi hermano o se comporta como un tributo normal del doce. Sabe pelear y luchar. Sabe matar. Y eso no lo aprendí yo, que me asé toda la infancia en el bosque. Mi hermano oculta un secreto, un secreto que lo convierte en profesional.

-Si nosotros nos damos por vencidos sí que ganarán. Pero no les dejaré, Pat. ¡Si tú no quieres luchar lo haré yo!




Los siguientes días se convierten en una carrera contrarreloj. Quedan cuatro tributos, y uno de ellos gravemente herido. El cañonazo de Pat tarda menos de un día en sonar, y Claire avanza lentamente por el pantano, dejándose flotar. Gareth apenas tarda un día en llegar de nuevo a tierra firme, aunque después de nadar durante horas seguidas, el chico acaba agotado. Pocas horas después de que Madge y Rory hayan llegado a la nueva área, una espesa selva en la que no se ve ni un trozo de cielo, aparece el muro rojo en el cielo.

Claire no consigue llegar, y cuando el pantano se desvanece, la corriente de agua la arrastra hacia el vacío.

Sólo quedan tres.

-Solo quedamos tres – susurra Rory dejándose caer con la espalda apoyada en uno de los gruesos troncos de árbol.

-Lo sé – Madge se apoya tensa en el árbol que hay justo frente a él, y ambos guardan silencio. Un silencio demasiado profundo e incómodo.

-Creo que ya está bien de fingir, ¿no? - mi hermano tiene la vista clavada en el suelo, por lo que las cámaras no son capaces de captar su mirada.

-Rory, aun queda Gareth.

-Lo mataré sin problemas. Pero no quiero dejarte para el final.

-No te lo dejaré tan fácil, Gale.

De detrás de su espalda, Madge saca un extraño tubo de madera y lo coloca junto a su boca.

-Como tu tía, ¿no?

-¿Tú cómo sabes eso? Esos juegos jamás se emiten.

-Yo lo sé todo, Madge – Rory se pone de pie y juega con su espada en la mano. - Será mejor que te despidas de los que te estén viendo.

Instintivamente, los ojos de Madge se dirigen al cielo, y las cámaras captan sus ojos directamente.

-Tranquila - Susurro – No lo hará. No puede hacerlo.

Pero me he equivocado. La que no consigue herir a mi hermano es ella.

-Adiós, Madge.

La voz de mi hermano es seguida por un sonido metálico espeluznante. El rostro de Madge se convierte en una mueca de dolor y sus claros ojos se abren mucho, para después cerrarse poco a poco. La cámara aleja la imagen y Effie no puede evitar un grito de angustia. Mi hermano ha atravesado a Madge con ambas espadas. Las ha desenvainado demasiado rápido. ¿Cómo lo ha hecho? Ni siquiera me he dado cuenta.

Madge cae de rodillas y, cuando Rory aparta las armas, ella cae al suelo de bruces.

La ha matado.

Mi hermano ha matado a Madge.




El grito de Effie no me impide abrir la puerta. Casi puedo oír una alarma silenciosa que debe estar alertando ahora mismo de que Gale Hawthorne ha abandonado su estancia. ¿Qué siento? Odio. Más que odio. Acabo de ver como mi hermano mataba a una inocente. ¿Mataba? No, peor. Mucho pero. Ha atravesado su cuerpo y la ha dejado allí moribunda, herida, desprotegida y sufriendo. El cañonazo que me he negado a escuchar resuena en mis oídos, haciéndose real. Pero me niego. Bastante he tardado en aceptar que mi hermano sea un asesino, no puedo llegar a comprender en qué tipo de ser se ha convertido. No eran las ganas de ganar lo que se veía reflejado en sus ojos mientras asesinaba a Madge, eran ganas de acabar con la vida de alguien. Pero, ¿de verdad puedo seguir considerándolo mi hermano? Él no era así antes de que sufriera la tortura del Capitolio.

Camino por los pasillos sin saber exactamente hacia dónde voy aunque plenamente consciente de qué es lo que busco. Ha llegado el momento. Tanta terapia sin razón para refrenar un instinto de supervivencia no ha servido para nada. Yo soy un asesino, como mi hermano, salvo que yo tengo un objetivo. No permitiré que nadie vuelva a controlarme, o a encerrarme en una persona que no soy. No he salido de los juegos. Sigo luchando por sobrevivir y por salvar a las personas que me importan, tal y como intenté salvar a Katniss.

Sin embargo, a pesar de mi desesperación por encontrarla, es ella la que da conmigo.

-Gale, ¿qué se supone que estás...?

No le doy tiempo a terminar. La cojo por el cuello y la empujo contra la pared.

-¿Qué le habéis hecho? - la rabia me impide hablar con claridad, pero no me importa.

-Gale – susurra respirando con dificultad - ¿De qué estás hablando?

-¡Quiero saber qué le habéis hecho a mi hermano!

-Pero...

-¡Desde que os llevasteis a mi hermano se ha convertido en un psicópata! ¡Acaba de matar a Madge!

-¿Qué? - sus ojos se abren mucho y después los cierra. Antes de que me dé cuenta, sus brazos golpean el mío y gira su cuerpo de tal forma que, al momento, soy yo quien se encuentra contra la pared. Me sujeta ambas manos por la espalda y enseguida noto el frío contacto del metal presionando mis muñecas. Atalanta me sujeta el cuello con una mano y con la otra sujeta firmemente las esposas que me atan. - Camina – susurra con voz ronca, lo que me sorprende, al igual que su fuerza.

-¡Suéltame!

-Obedece de una vez. - aunque forcejeo para liberarme, acaba empujándome y obligándome a caminar.

Me conduce por unos pasillos extraños sin detenerse y sin decir una sola palabra. Noto su cuerpo tenso contra el mío. Finalmente, me doy por vencido. Si tengo que enfrentarme a un destino fatídico, este es el mejor momento. No me queda nada. No tengo familia y acabo de perder en los juegos a una de las pocas personas cuya supervivencia me importaba. ¿Para qué volver al Distrito 12 y morir allí a manos de los agentes de la paz? ¿Para soportar de nuevo días interminables con Peeta Mellark dirigiéndome sus miradas de desprecio? He vuelto a fallar a su palabra. Ni siquiera me importa el saber si mi hermano sobrevive o no. Estará mejor si yo he dejado este mundo.

En un punto del recorrido, poco antes de girar un esquina, Atalanta me empuja contra la pared y se acerca tanto a mi oído que mi cuerpo se tensa.

-Ahora mismo hay decenas de vigilantes en la sala de control que saben que has salido de tu departamento. Quiero que sigas resistiéndote, ¿de acuerdo?

No me deja tiempo a responder, ni siquiera a analizar sus palabras. Vuelve a manejarme como a una marioneta y me obliga a girar la esquina del pasillo, entrando en otro similar salvo por el hecho de que en este sí que hay gente. Cuatro agentes de la paz, armados y montando guardia firmemente junto a una gran puerta metálica con un número cinco grabado sobre la puerta. En cuanto nos ven, los agentes se giran y nos apuntan con sus pistolas. Atalanta no duda un segundo y continúa avanzando, conmigo como escudo, lo que me impulsa a seguir resistiéndome.

-¡Apartaos! - exclama con voz fuerte y poderosa, con voz de Vigilante jefe. Los agentes se miran unos a otros, desconfiados, pero no obedecen su orden – ¡Soy Atalanta Crane, Vigilante jefe! ¿No me habéis oído?

-Tenemos órdenes de impedir que ningún personal sin autorización cruce estas puertas.

-Está bien. Yo tampoco impediré que te ejecuten por desobedecer una orden directa. ¡Se me ha ordenado llevar a este rebelde al Capitolio!

-Nadie nos ha informado sobre ello.

-Porque sois cuatro simples agentes de la paz a los que no hay que informar sobre nada y si por mí fuera recibiríais aún menos información. ¡Estáis recibiendo una orden directa! ¡Pienso mandaros a vuestro asqueroso distrito a escavar en una mina si me detenéis aquí un segundo más! ¿Me habéis oído?

Contra mi espalda, comienzo a notar como tiembla el cuerpo de Atalanta. ¿Serán nervios o miedo?

A continuación, Atalanta saca una pistola y apunta al agente que la ha provocado. Jamás había visto a dos personas tan dispuestas a matarse la una a la otra. Ni siquiera Clove y Marvel en los juegos. Y esto hace que le tema mucho más al momento que estoy a punto de presenciar.

-Esto es ridículo – dice uno de ellos, bajando el arma – Es la Vigilante jefe. Si ella no está autorizada a pasar, ¿quién lo está?

Esto parece convencer a los otros dos, que se miran interrogantes y dejan de apuntarnos; pero no al tercero.

-Lark, baja el arma – le dice uno de ellos sin dejar de mirar a Atalanta con temor. ¿La temerá por la mirada de asesina que debe de tener ahora mismo? ¿O será por todo aquello que saben sobre ella?

-No se nos han dado órdenes – repite el que responde al nombre de Lark.

-Te las doy yo. No tengo tiempo para elaborar un informe. El final de los juegos está a punto de llegar y debo cubrir para entonces mi puesto. Pero antes – me empuja y avanza tras de mí hacia la puerta – he de entregar a Gale Hawthorne e informar al Presidente Snow en persona.

Llega al teclado que hay junto a la puerta y comienza a pulsar los botones con rapidez. Ésta se abre en seguida y la chica me empuja al interior. La puerta se cierra tras nosotros.

-Incompetentes – susurra.

Por el rabillo del ojo la veo levantar la pistola.

Impacta contra mi cabeza con tal fuerza que caigo al suelo con un golpe seco.

Siento un pinchazo en el brazo y, al fijarme en él, descubro una jeringa con un líquido grisáceo. Atalanta presiona el émbolo y el líquido se pierde en mi organismo.

Todo se vuelve negro y, por primera vez, puedo asegurar estar a merced del Capitolio.



Por primera vez, siento terror por ello.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Capítulo 24. Odio

¡Aquí está! Justo un mes después de subir el anterior (he tenido que correr para que me diera tiempo). No es tan largo como los que he estado escribiendo hasta ahora, pero entendedme, estoy bastante agobiada y sólo puedo escribir en contadas ocasiones, por no hablar de que tengo un proyecto en mente para una nueva obra que me trae de cabeza. Es bastante diferente a lo que he estado escribiendo jamás y algo compleja. En fin, espejo que os guste y ya subiré nuevo capítulo dentro de un mes. Saludos *.*


-¡Gale! - Johanna Mason me llama desde el otro lado de la sala. No hace falta que me acerque, ya viene ella hacia mí con la cara enrojecida por la rabia al ver que la ignoro por completo. Aunque para estar enfadada, mueve las caderas excesivamente. - ¡Exijo una disculpa! - exclama al llegar hasta mí.

-¿Una disculpa? ¿Por qué?

-¡Mi tributo ha muerto! Podría haberse salvado si hubieras convencido a Rory para que se aliase con él...

-Mi hermano es mayorcito para decidir por sí mismo si quiere o no aliarse con alguien – la interrumpo molesto. No voy a permitir que me culpe por la muerte de ningún tributo con el que no tengo nada que ver.

Johanna se queda pensativa y enrojece hasta el punto en el que temo que explote. Al final me suelta un insulto y se da la vuelta gritando.

-¡Más le vale no causar ningún daño a la otra hermana del Distrito 7!

-No grites – no lo digo alto, sino más bien para mí. Aun así, la chica resulta poseer un extraordinario oído.

-¡No me mandes callar, Gale Hawthorne! - se da la vuelta para enfrentarse a mí, sin importar que todo el mundo haya centrado la atención en nosotros. - Si vuelves a hacerlo, tendremos problemas. ¡Yo grito lo que me da la gana!

No me hubiera dado tiempo a responderle aunque fuese eso lo que tuviese intención de hacer, pues con un elegante y orgulloso giro vuelve a desaparecer entre la multitud, que la observa llena de admiración. Suelto todo el aire que estaba conteniendo y me doy la vuelta para observar atentamente los televisores que hay en una de las enormes paredes de la sala. Rory y Madge, que siguen rodeando el campo de fuerza, intentan cazar. Mi hermano no mintió al asegurar que no era bueno, aunque se quedó bastante corto. Lo poco que consiguen capturar, un par de pajarillos, es gracias a la puntería de Madge, quien tampoco es una experta a la hora de montar trampas. Si siguen así, acabarán teniendo problemas a la hora de alimentarse.

-Mis tributos no tienen este problema – no necesito girarme para saber quién es el que ha decidido molestarme ahora. Busco en el monitor el número cuatro y descubro a Rox, tumbada junto a un árbol, descansando, y a Gareth montando guardia. Han conseguido una buena bolsa llena de suministros.

-Al menos mis tributos saben defenderse. Los dos – respondo a la defensiva.

-Ella es más lista de lo que crees – sonríe satisfecho y los ojos se le iluminan al observar a sus tributos lleno de orgullo – Ya ha descubierto todos los secretos que esconde la arena.

No puedo seguir ignorándolo.

-¿Qué secretos? - mi pregunta lo hace estallar en una carcajada.

-No, Gale. No te desvelaré la sorpresa preparada por los Vigilantes – la palabra sorpresa junto a Vigilantes me hace estremecer – Aunque, si quieres, puedo darte una pista. - no me da tiempo a reaccionar, sino que se aproxima tanto a mi oído que me tenso y me susurra con voz melosa: - No hay puntos ciegos, sólo un camino. Cuanto más avancen, más campos de fuerza encontrarán.

Me separo poco a poco de él, recapacitando sobre sus palabras, e intentando convencerme de que no son ciertas. No puede ser verdad.

-Entonces, ¿no pueden adentrarse en la arena?

-¿Qué te hace pensar que el interior es más seguro?

-Hay más sitios donde esconderse. Estarán a salvo – aseguro, aunque poco convencido.

-¿Sabes cuál es la única forma de estar a salvo? - mira a un lado y a otro, comprobando que nadie puede escucharnos – No dejar de moverse.




Esa noche decido enviarles un bollo de pan. Madge lo parte por la mitad en cuanto abre el paracaídas, ilusionada. Sin embargo, Rory lo mira lleno de desprecio.

-¿Solo un trozo de pan? ¡¿Solo un ridículo trozo de pan?!

-Rory, relájate.

-¡No me relajo! - las cámaras enfocan los ojos de Rory y me sobresalto. Ese no puede ser mi hermano.

¡Quiero comer, Madge! Tengo hambre.

-¡Pues te aguantas! - Al fin, Madge ha perdido la paciencia. Después de tener que soportar a mi hermano y sus cambios de humor durante dos días ahora no parece dispuesta a soportar un berrinche de niño pequeño. Al final ha salido la parte de Madge capaz de ganar los juegos – A tu hermano no le mandaron ni un mísero mendrugo de pan.

-¡Yo no soy mi hermano! ¡Él sabía cazar! ¡A mí no me enseñó! - coge por la hoja una de las espadas sujetas a su espalda y clava la empuñadura en el árbol más cercano, como si fuera un hacha. Al parecer ha descubierto otra forma de hacer mortal esa cosa.

Madge lo observa boquiabierta, aterrada, y con los puños fuertemente cerrados.

-Haz lo que quieras – susurra con voz débil – Yo me esforzaré más en conseguir comida.

Y dicho esto, deja su trozo de pan junto al que Rory aún no ha tocado. Coge el arco y un par de cuchillos y se sumerge en la espesura del bosque.

Rory se queda solo, con la vista fija en el sitio por el que acaba de desaparecer su compañera de distrito. Pasados unos minutos, coge el trozo de pan que ha dejado Madge y lo muerde con rabia. Me sobresalto cuando una risa ronca y fría surge de su interior, intensificándose y helándome la sangre.

-Gale – mi hermano levanta la cabeza hacia el cielo, aunque las cámaras lo enfocan de lado. Ha cerrado lo ojos y ha dejado de reír. Puedo sentir que todo Panem está pendiente de sus palabras ,que todas las cámaras están preparadas para transmitirme su mensaje - ¿Por qué no me enseñaste? ¿Por qué me has dejado venir aquí siendo tan débil? ¿Querías que muriera? O, de haber podido, ¿te habrías presentado voluntario? Querías tener una escusa para venir a los juegos y ganar. Querías estar justo donde estás ahora.

-No, no – me acerco al televisor, intentando mantenerme lo más cerca posible de mi hermano. - Solo intentaba cuidar de ti. Quería protegerte.

-Pero soy fuerte. Aún no sabes cómo es posible, pero lo soy, y te sorprendería si te contase toda la verdad. No sabes hasta qué nivel llega mi poder.

-Rory, por favor. No...

-Si no me satisfaces... Si no me ayudas a ganar... - levanta la mano y muestra el pequeño trozo de pan que queda – ella lo pagará.

Y todo a mi alrededor desaparece. Ahora lo sé. Por mucho que intente evitarlo, solo puedo ver a mi hermano alejándose de mí cada vez más.

Ya ni siquiera puedo verlo.




Los días se convierten en una rutina. Incluso yo soy capaz de darme cuenta. No me siento vivo en absoluto. Mi cuerpo es llevado de un lado para otro, sin consciencia. Evito todo tipo de conversaciones y me paso horas observando el muro de la sala de los patrocinadores. Incluso Effie ha comenzado a preocuparse por mí, dándome numerosas charlas a las que apenas hago caso. Sí, lo sé. Si no cambio de aptitud, si no me hago responsable de mis tributos, morirán por culpa de la pésima actuación de su mentor. Pero apenas soy capaz de mirar a Rory cada vez que aparece en las pantallas, ¿cómo voy a saber lo que necesita?

Definitivamente, no puedo.

El muro tarda un par de días en volver a aparecer. Me obligo a concentrarme un poco frente al televisor que hay en nuestras habitaciones. Por lo que parece, Madge y Rory avanzan con demasiada lentitud, aunque es lo normal cuando ni siquiera ellos saben hacia dónde deben ir. Rox y Gareth están demasiado cerca de ellos, lo que me lleva a cuestionarme qué sucederá si se encuentran. ¿Lucharán? ¿Se aliarán?

Es de noche y no ha aparecido ningún rostro en el cielo, lo cual no es una buena señal. Tarde o temprano, los Vigilantes decidirán darle emoción a todo esto.

Las cámaras enfocan el terreno de la Cornucopia, donde el chico en silla de ruedas, Theo, más pálido y demacrado, llama a voces a los profesionales, que se han reunido en el interior de la enorme estructura dorada. Uno de ellos, el chico del Distrito 2, Jerry, decide salir de su refugio, con cara soñolienta.

-Tenéis que sacarme de aquí – urge el chico sin darle tiempo al profesional a hablar – y, si queréis vivir, tenéis que adentraros en el bosque.

-Lo que hay que oír – Jerry se da la vuelta sin hacerle caso.

-¡Has visto ese muro! - exclama el otro levantando ambas manos al cielo - ¿Recuerdas qué ocurrió la última vez que apareció?

El profesional se detiene y gira la cabeza para mirarlo con extrañeza. Entonces parece caer en la cuenta de algo y abre mucho los ojos, girando en dirección al abismo, donde se encontraba la zona rocosa antes de que se hundiera en el vacío.

-¡Exacto! - Theo parece eufórico, al mismo tiempo que aterrado - ¿Qué te hace pensar que no volverá a ocurrir?

-¿Y cómo se yo que no es una trampa? - pregunta Jerry poco convencido, nervioso.

-¿Una trampa? ¿Para qué? ¿Acaso crees que tengo posibilidad de ganar? ¿O crees que estoy intentando qe laguien gane? No he establecido contacto con ningún tributo salbo con vosotros, y mi compañera de distrito murió en el baño de sangre. ¿A quién crees que intento ayudar a parte de a mí mismo y a vosotros? No tienes razones para desconfiar de mí.

-Está bien – el profesional se pone muy recto y avanza decidido de vuelta a la Cornucopia, donde sus compañeros lo esperan despierto para ver qué ocurre con el tributo del 6 – Chicos, creo que deberíamos marcharnos de aquí – sentencia sin rodeos.

-¿De qué estás hablando? - pregunta la chica enferma del Distrito 1, Amy.

-Estoy diciendo que nos marchemos. Hay que recoger todo lo que podamos. Mañana al amanecer seguramente el suelo que estamos pisando haya dejado de existir.

-¿Cómo sabes eso? - pregunta su compañera de distrito, Clare.

Jerry se queda pensativo, supongo que sopesando si debería contarle a sus compañeros que ha decidido confiar en el otro tributo o guardárselo para él. Finalmente hace lo último y ase¡gura que es su intuición, lo que no parece terminar de convencer a sus compañeros.

-Tengo la teoría de que intentarán reunirnos a todos en el interior del bosque. Es lo que hacen siempre, ¿no?

-¿Y no crees que sería mucho más lógico que los atrajesen hasta donde nos encontramos nosotros, hacia la Cornucopia? - pregunta Pat, el chico alto y delgado del uno.

-Yo estoy con él – decide finalmente Amy. - De todas formas, no perdemos nada y ganamos mucho. Podemos quedarnos en el borde del bosque y si vemos que no ocurre nada, podemos regresar.

Los otros dos tributos guardan silencio, pensativos. Al parecer, Pat lo tiene bastante claro pero está esperando a que Clare dé su visto bueno al plan y tome la misma decisión que él. Finalmente, la chica levanta ambas manos a modo de rendición.

-Está bien. Cojamos todo lo que necesitemos y marchémonos a ese bosque. Pero no me hace mucha gracia. Si mañana este suelo ha desaparecido, significará que tendremos que ponernos en marcha para alcanzar al resto de tributos.

-Eso es lo que hacen los profesionales, ¿no? - pregunta Amy, poniéndose en pie con dificultad.

-Yo no soy una profesional. Tan solo soy un tributo del Distrito 1 – sentencia su compañero, y Clare asiente enérgicamente con la cabeza.

Por supuesto, lo había olvidado. Los profesionales suelen ser los favoritos del Capitolio; sin embargo, este año, ningún tributo debería contar con el apoyo del Capitolio. Todos son traidores. Y los propios traidores odian que se les atribuya cualquier relación con el Capitolio.

Las cámaras pasan la noche enfocando a los profesionales mientras éstos rebuscan en la Cornucopia todo lo que pueda serles de utilidad. En un momento de la noche, Jerry se acerca al tributo que sigue sentado en su placa metálica y lo coge en brazos para llevarlo al interior del bosque, un poco apartado de donde él y sus compañeros se están instalando.

Amy lo fulmina con la mirada al verlo cargar con el tributo, pero Jerry la ignora por completo y sigue trasladando suministros de un lado a otro como si no se hubiera detenido. Desde luego, es lo menos que puede hacer después de haber recibido el aviso que, probablemente, le haya salvado la vida.

Ahora que lo pienso, la teoría de ambos no es tan descabellada como lo parecía en un primer momento, sino todo lo contrario. El muro podría ser un aviso para los más inteligentes, y acabar uniendo a todos los tributos en un mismo punto es muy propio de los juegos.

Tal y como Theo había predicho, pocas horas después del amanecer, todos se despiertan sobresaltado por un temblor que es seguido por el hundimiento de toda la zona arenosa en la que se encontraba la Cornucopia minutos antes.

-Deberíais marcharos cuanto antes – los tributos se sobresaltan al descubrir que Theo ha conseguido llegar hasta ellos. El chico mantiene la mirada fija en el horizonte. - Dentro de poco, el suelo que estáis pisando también desaparecerá. Pero os advierto de que no creo que esos muros estén ahí solamente para anunciar cuándo se destruirá parte de la arena. Si yo fuera vosotros, no intentaría cruzarlos.

-¿Y qué hacemos? - pregunta Pat. - No podemos rodearla. Así jamás nos adentraremos en el interior.

-Tengo una teoría. Confiad en que haya algún punto muerto. Es todo lo que puedo deciros.

-¿Y tú? ¿Qué harás? - pregunta Clare, la chica del Distrito 2.

-Me quedaré aquí, esperando a que llegue el muro.

Todos saben lo que eso significa. Que habrá un tributo menos.

En ese preciso instante suena un cañonazo. ¿Será por alguien que haya caído al vacío?

Los profesionales recogen sus cosas y se pierden rápidamente entre el bosque. Sin embargo, Jerry permanece unos segundos inmóvil.

-Gracias por la advertencia – susurra finalmente sin mirar al otro tributo a los ojos.

-No me lo agradezca. En realidad lo he hecho por mí. Acababa de descubrir el misterio y tan solo quería volver a ver un amanecer más.

No intercambian más palabras, por lo que Jerry se marcha rápido para alcanzar al resto de sus aliados, que no han conseguido alejarse mucho. Cuando llega a su altura, las cámaras enfocan su cara perpleja.

-¿Dónde está Amy?

Ambos tributos del dos se detienen y miran a su alrededor en busca de la chica enferma.

-Pensábamos que estaba contigo. Pensábamos que estabas ayudándola a avanzar – a Clare parece haberle entrado el pánico.

La imagen cambia y las cámaras enfocan al chico de la silla de ruedas, aún mirando fijamente al horizonte. De repente sonríe. Es una extraña sonrisa que intenta mostrar insuficiencia, aunque no expresa otra cosa más que terror.

-Sabía que vendrías – comenta con voz temblorosa.

Justo de los árboles que hay detrás suya aparece Clare con un afilado cuchillo en la mano.

-Eres muy listo.

-No sé que consigues matándome. No soy ningún obstáculo para que ganes. Tyu único obstáculo es tu enfermedad.

-Esto te enseñará a no volver a hablar así.

El afilado cuchillo parece acariciar la garganta de Theo, dejando tras de sí una fina línea rojiza de la que comienza a emanar sangre. El cañonazo es inmediato. La chica acaricia la hoja de su arma, limpiándola.

-Voy a ganar, ¿sabes? No es que consiguiera algo con tu muerte, tan solo el placer de volver a matar. Lo único que lamento de haberlo hecho es que no puedas ver como me convierto en la ganadora de los septuagésimos quintos juegos del hambre.

-¡AMY!

La chica se levanta con dificultad y vuelve a desaparecer en el bosque.

-¿Dónde estabas? - pregunta Clare cuando la chica regresa con el grupo.

-¡Estaba intentando coger aire! - exclama entrecortadamente. - Me he sentado un momento a descansar.

-Trae – el chico del Distrito 1 coge la mochila que la chica carga al hombro y la observa con atención – Nos habíamos asustado al escuchar el cañonazo.

-No estamos solos en la arena. Deberíais recordadlo.

Todos se ponen en marcha siguiendo el camino que tomaron Rory y Madge, y Gareth y Rox. Fugazmente, las cámaras captan la extraña mirada que Jerry le lanza a Clare. Está cargada de desconfianza. Lo sabe. Sabe que acaba de cometer un asesinato.




La noche no tarda en llegar. Al parecer, los Vigilantes vuelven a hacer de las suyas modificando el tiempo. Si siguen así, el muro aparecerá antes de tiempo, ¿hasta dónde destruirá? Estarán Rory yy Madge lejos de su alcance?

Rox está sola sentada a los pies de un árbol, trazando círculos en una zona arenosa del suelo. Al parecer, Gareth se ha alejado un poco para cazar algo. La concentración de la chica se ve interrumpido cuando una figura entra en el pequeño espacio que ocupa el campamento que ella y su compañero han instalado.

-Gareth! - susurra ilusionada, poniéndose en pie y acercándose a la figura oculta en las sombras. - Lo he descubierto. ¿Cómo he podido ser tan tonta? - entonces se detiene, petrificada y con los ojos muy abiertos.

-Si gritas, te atravieso – una espada aparece junto a su pecho y la chica la mira temblorosa – No he venido a matarte.

-No lo creo – responde – Sé perfectamente quién eres y cómo eres.

-Si eso es cierto, sabrás que lo mejor tanto para ti como para tu amiguito es que no grites.

-¡No!

Rox gira sobre sí misma, golpeando la espada que la amenaza y pillando desprevenido a su atacante, cuyo arma cae al suelo.Antes de que éste pueda reaccionar, la chica ha sacado un cuchillo largo de su cinturón y amenaza a la figura que hay frente a él. Al parecer, la chica no es tan débil como pensaba.

-Te lo repito. No he venido a matarte.

-¿Qué te hace pensar que voy a confiar en ti?

-No vas a matarme.

-Pruébame, soy una caja de sorpresas.

-Podría haberte matado en un primer momento. Necesito aliados, Roxanne. Mi ayuda podría veniros bien.

-Gareth y yo vamos solos. No necesitamos aliados.

-Eso no es lo que dijo tu compañero en la sala de entrenamientos.

-Necesitábamos una mente clara, a alguien bueno en el combate cuerpo a cuerpo y a alguien con buena puntería. Sólo nos falta ese último, y tú no eres ese alguien.

-Tus palabras e hieren, Roxanne. Por favor, me gustaría que confiaras en mí.

-No lo haré.

-Entonces no me dejas otra opción.

El atacante sujeta con fuerza el cuchillo de la chica, sin importar el profundo corte que éste puede causarle. Roxanne abre mucho los ojos cuando una segunda espada le atraviesa el cuerpo a la altura del estómago.

El cañonazo no tarda en sonar, y el asesino de la chica saca el arma del cuerpo, dejando que éste caiga al suelo con un golpe sordo. A continuación, se acerca al árbol en el que Roxanne se encontraba. Una capucha oculta su rostro, con lo que soy incapaz de descubrir quién es. Se agacha para observar el dibujo que Roxanne ha trazado en la arena y ríe con una risa enfermiza.

Reconozco esa risa.

-Así que, lo has descubierto, ¿no?

Las cámaras enfocan el dibujo de Roxanne. Es un círculo con la Cornucopia junto al borde. El resto del círculo está marcado por una profunda espiral.

-¡Roxanne! - los gritos de Gareth llegan hasta el lugar y el asesino de la chica vuelve a reír.

Es la risa que aparece en todas mis pesadillas.

-El muro es una espiral – susurra mientras deja que la oscuridad del bosque lo engulla.

Es la risa de mi hermano.

En ese momento, Gareth llega al lugar y busca con desesperación a su compañera, susurrando su nombre. Se lanza hacia su cuerpo en cuanto lo descubre, y lo levanta como puede del suelo.

-No, Roxanne. ¡NO!

El grito del chico está lleno de dolor, de angustia y sufrimiento. Entierra su rostro en el pelo de la joven y comienza a sollozar. Pasan varios segundos así. ¿Cómo pueden ser capaces de grabar el dolor de una persona y retransmitirlo? ¿Cómo puede entenderse esto como entretenimiento?

El chico levanta la cara hacia el cielo. Su rostro brilla por las lágrimas, que no dejan de emanar de sus ojos.

-Te odio – susurra con los dientes fuertemente apretados - ¡Te odio! ¡Me prometiste que la cuidarías! ¡Me lo prometiste!

Pierde el control por completo, sin importarle que alguien lo descubra. Supongo que es lo que ocurre cuando aprecias a alguien y ni puedes salvarle. No tengo la menor duda de que sus palabras van dirigidas a Finnick Odair.

-Saldré de aquí y te mataré. ¡Lo juro! ¡A ti y a todos...!

No llego a saber a quién piensa a matar, porque el Capitolio decide no emitir esa parte, aunque ya ha dejado bastante claro que no siente ningún aprecio hacia su mentor. Unos minutos después, la pantallaoscura vuelve a cobrar vida. Madge despelleja a un conejo. Al parecer, se ha tomado en serio lo de aprender a cazar. En ese momento, Rory aparece junto a ella y se siente suspirando.

-¿Qué tal el reconociento?

-Los del cuatro están cerca. Aunque algo me dice que no volveremos a verlos hasta el final.

En ese momento, Madge deja que el conejo caiga al suelo y contempla horrorizada la mano de mi hermano.

-Rory, ¿pero qué...?

-Le he hecho un favor al chico. Le he quitado el peso que lo estaba refrenando. Así avanzará más rápido y no nos o encontraremos.

-Rory no puedes matar así como así a la gente.

-Querida Madge. Si no matamos así porque así, no saldremos jamás.

-Pero...

-Y he descubierto algo importante. - comenta mi hermano atajándola – No hay puntos ciegos. El muro es una continua espiral que nos unirá a todos en el centro.




Al parecer, Gareth ya ha soltado todo lo que tenía que decir, porque cuando las cámaras lo enfocan no está gritando, sino que llora silenciosamente.

Está recogiendo las cosas, preparándose para ponerse en camino sin su compañera, cuyo cuerpo ya ha desaparecido.

-Rox, eres increíble – susurra, agachándose junto al dibujo que hay grabado en el suelo, y las cámaras captan una leve sonrisa – Un momento, - se pone en pie y se aleja un par de metros. Con la mirada sigue una serie de marcas que hay en el suelo - ¿Pisadas? Y... - aparta el matorral junto al que murió su compañera y entonces lo ve.

Él, yo, y todo Panem. Grabada en la arena, con suficiente claridad, está la silueta de un arma: una espada con la hoja curva.

-Una espada gancho. Pero, ¿quién?

Abre mucho los ojos y sigue las huellas marcadas en el suelo arenoso por mi hermano.

-Así que vienes por detrás. Está bien. - Gareth saca la espada de su cinturón y se enfrenta a la oscuridad del bosque, gritando a todo pulmón - ¡Os mataré a todos empezando por ti, Rory Hawthorne!

jueves, 30 de octubre de 2014

Capítulo 23. El muro

Bueno, aquí tenéis el capítulo 23. Me ha costado trabajito escribirlo, ya os explicaré por qué (no quiero adelantaros nada). Además, no es que tenga mucho tiempo para esto, no sólo porque tengo un montón de historias a las que dedicarle mi tiempo libre, también porque la vida universitaria no son sólo las fiestas que yo me esperaba (ni mucho menos), en especial cuando estás estudiando Veterinaria, que te pasas las tardes metida en una granja o un laboratorio.
En fin, espero que os guste porque he sufrido bastante estrujándome la cabeza (:
¡QUEDAN TRES SEMANAS PARA SINSAJO!


-¿Qué tipo de arena es esta?

-No lo sé - respondo con lentitud a una aturdida Effie - pero creo que es peor de lo que parece.

En ese momento, un enorme número sesenta aparece en la pantalla. Desaparece enseguida, dando paso a un cincuenta y nueve, al cual sigue un cincuenta y ocho. Aprieto los puños y me concentro en la cuenta atrás. Tengo que olvidarme del miedo y los sentimientos. Ahora es el momento de comportarme como un tributo ganador, como un especialista en sobrevivir a los juegos, aunque nunca me haya sentido como tal. La vida de las personas a las que quiero está en peligro.

-Puedo hacerlo - susurro, y sorprendentemente me siento convencido, capaz de ello.

El número cero no llega a aparecer en la pantalla, sino que aparecen todas y cada una de las caras de los tributos antes de que todos comiencen a correr al mismo tiempo lejos de sus plataformas. Todo se convierte en un auténtico caos.

Enfocan a la chica del Distrito 2, la chica enferma y la única profesional que no parece desesperada por llegar hasta la Cornucopia, sino que camina tranquilamente, como si observara un espectáculo, lo que, probablemente, sea cierto.

Las cámaras no tardan en retransmitir el rostro de Rory, que ha sido de los primeros en llegar hasta la Cornucopia, junto a varios tributos, los profesionales entre ellos. Se desencadena un enfrentamiento entre él y el chico del Distrito uno, que ha cogido un cuchillo tan largo como su antebrazo, lo que ya es decir, porque sus extremidades son más largas de lo normal. No duda en abalanzarse contra mi hermano, que en ese momento le da la espalda.

Effie grita angustiada y yo me muerdo el labio con tal fuerza que noto el sabor de la sangre en la boca. Sin embargo, Rory tiene más reflejos de lo que esperaba y se aparta justo a tiempo, antes de golpearle con el codo en plena cara. El chico no puede evitar un momento de confusión, y se lleva ambas manos a la nariz para intentar detener la hemorragia. Sorprendentemente, mi hermano no le hace el menor caso, ni siquiera intenta atacarle con el extraña arma que ha !!br0ken!!

-¿Qué es eso? - pregunta Effie - Jamás lo había visto.

Niego con la cabeza muy lentamente.

-No lo sé - confieso, observando las dos espadas que mi hermano se cuelga al hombro, cuyos extremos están torcido hacia atrás.

Al parecer, al Capitolio no le parece muy interesante el momento en el que mi hermano comienza a llenar de cuchillos una de las dos mochilas que ha cogido. En lugar de a él, enfocan a Madge, que ha conseguido hacerse con un arco y dispara como loca a los otros dos tributos: el chico del dos y la chica del uno. Posiblemente sea una estrategia para darle algo de tiempo a Rory. Entonces aparece el chico del Distrito 3, el bajito y robusto, corriendo hacia ella con una espada. Reprimo un grito cuando me percato de que tres son demasiados.

Entonces, Gareth entra en acción y aparta al chico de un empujón. Él también ha cogido armas, dos espadas, aunque más finas que las que carga el otro tributo. Madge no se molesta en darle las gracias, o en perder un segundo sorprendiéndose. En lugar de eso, sale corriendo y se reúne con mi hermano en el borde del bosque justo antes de que ambos desaparezcan.

Deseo desesperadamente seguir viéndolos, pero el baño de sangre en la Cornucopia aún no ha acabado. Gareth y el chico del tres siguen peleando sin descanso, ambos malheridos y con la ropa llena de sangre. En la pantalla aparecen sus nombres: Vladimir, del Distrito 3; y Gareth, del Distrito 4. Parece que la pelea no terminará hasta que uno de los dos caiga hasta que se escucha el grito. La imagen cambia y enfoca a la chica del Distrito 4, Roxanne, a la que ha acorralado la tributo del Distrito 6, Nate. Enfocan a Gareth y a Roxanne intermitentemente, algo que no es de extrañar teniendo en cuenta la reacción del chico. Gareth empuja a Vladimir con la espada con tal fuerza que el chico cae al suelo, pero éste no es el objetivo de su contrincante. Gareth se aparta de él y lanza su espada con todas sus fuerzas. Las cámaras describen el trayecto, que se alarga hasta unos cinco metros, antes de que el arma acabe atravesando el cuerpo de la chica rubia, que no tarda en caer al suelo.

¿Cómo ha sido capaz de lanzar ese arma tan pesada a esa distancia? Ese chico, el mismo que ha salvado a Madge hace unos minutos y que parece estar gravemente herido, tiene una fuerza descomunal.

No vuelve la vista atrás para ver como Vladimir se levanta del suelo con dificultad, sino que corre hacia donde está su espada, la separa del cuerpo inerte de la tributo, y sigue a su compañera de distrito hasta la espesura del bosque.

El baño de sangre parece no acabar. Los profesionales se han adueñado de la Cornucopia y no dejan que ningún tributo se acerque, aunque no se muestran tan sanguinarios como en años anteriores, sólo se dedican a asustar o herir a aquellos cuyas intenciones ven claras. Esto debe estar cabreando al Capitolio: se acabó el espectáculo.

Poco a poco todo se despeja hasta quedar los cuatro profesionales y el único chico que no ha podido moverse. Está sentado en su plataforma, con las piernas cruzadas. Es el chico de la silla de ruedas.

Los profesionales avanzan hasta llegar a él y lo rodean. En lugar de sentirse atemorizado ante el acorralamiento, el chico los ignora y coge sus piernas, una a una, hasta descruzarlas y dejarlas colgando al borde de la plataforma.

-Y ahora lo matarán - susurro con voz ronca - Ahí, indefenso, el Capitolio quiere que todo Panem contemple como lo matan. Es horrible.

Effie me lanza una mirada feroz y yo se la devuelvo. ¿Será para ella como ver un simple programa de televisión?

Ahora entiendo por qué odiamos tanto a los habitantes de los Distritos 1 ó 2. Todo es culpa de los juegos, siempre ha sido culpa de los juegos. A través de ellos, nos han enseñado qué distritos son más fuertes y poderosos, cuáles están más preparados para luchar. El Capitolio les ofrece estas oportunidades y es así como nos mantiene separados. No podemos luchar contra los distritos profesionales, más ricos y en los que más armas abundan. Esto es lo que el Capitolio quiere porque, si Panem se levantara, sólo podríamos ganar la guerra si estos distritos mimados se uniesen al bando rebelde, lo que es imposible, puesto que jamás podríamos confiar los unos en los otros.

Sin embargo, Clove confiaba en mí, y yo en ella.

Instintivamente me acaricio la cicatriz que hay grabada en mi labio.

-¿Dónde has dejado la silla? - la voz del chico del Distrito 1, al que le sigue sangrando la nariz, me saca de mis ensoñaciones.

-No han dejado que la trajera - el chico se echa hacia atrás, apoyado en la plataforma sobre sus codos. ¿Cómo puede estar tan cómodo ante ese peligro?

-¿Qué hacemos contigo? - la voz de la chica del dos suena fría y robótica.

El chico se encoge de hombros.

-Podéis dejarme aquí, no creo que vaya a irme muy lejos.

-O podríamos matarte - en un rápido movimiento, la chica del dos se hace con uno de los cuchillos que su compañero de distrito llevaba en el cinturón.

-¿Qué ganarías con eso? - pregunta la chica pelirroja del Distrito 1.

-Un muerto más. Un tributo menos. Un paso más hacia la victoria. Además, en ese estado, tan sólo estaríamos haciéndole un favor.

-Tú también eres sólo una pieza - el tono de voz ha cambiado. Ya no parece un chico a quien no le importe morir, aunque tampoco suena asustado. - ¿O acaso crees que van a estar cuidando de ti siempre? Al final, cuando ellos se enfrenten entre sí tendrán una oportunidad. Sin embargo, tú no tendrás ninguna.

No le deja seguir hablando. La chica enferma le ataca con el cuchillo, y está apunto de acertar en pleno pecho cuando el chico agarra la hoja con las dos manos, reprimiendo una mueca de dolor cuando este le corta ambas palmas.

-Si vas a matarme, primero me dejas hablar. ¿Ves tu fuerza? - la chica parece haberse vuelto aún más pálida por el esfuerzo - Yo no podré moverme, pero tú no podrás vencer nunca.

La chica no puede continuar, atrae el arma hacia ella, rompiendo el contacto establecido, y se deja caer sobre la tierra, respirando con dificultad. La impotencia que siente podría tocarse a través de la pantalla.

-Darme un arma y nos batiremos. Yo sin moverme y tú sin fuerza, a ver quién vence.

-No vamos a ofrecer tal espectáculo - lo corta el chico del Distrito 2. - Vamos a ganar y ya está. Te dejaremos aquí a no ser que quieras lo contrario.

En ese momento comienzan a sonar los cañonazos e, instintivamente, todos los tributos miran hacia el cielo, aunque no surgirá ninguna cara hasta que el cielo se haya oscurecido.

-Seis - susurra el chico de la silla de ruedas una vez ha regresado el silencio - Creo que prefiero quedarme aquí. Estos juegos estarán muy emocionantes, y quiero ser testigo de todos los acontecimientos posibles.

Un chico pelirrojo aparece corriendo por el bosque. No tardo en ponerme en tensión. ¿Qué puede haber más interesante que el asesinato de un inocente para los Vigilantes? O puede que hayan decidido censurar parte de la conversación que estaba teniendo lugar. ¿Y si lo dejan con vida? No conviene que los distritos descubran algún rastro de piedad en los Distritos 1 y 2.

El pelirrojo salta un tronco de árbol con gran agilidad, pero no cae al suelo, sino que su cuerpo choca contra algo sólido en mitad del aire y, con una explosión, sale despedido en dirección contraria. El cañonazo tarda un par de minutos en llegar.

¿Una barrera? Aprieto con fuerza los puños.

-¡Un campo de fuerza! - Effie aplaude dando saltitos en el sofá. Así que es eso. La fulmino con la mirada, lo que la hace detenerse - Esto es bueno, Gale. Muchos morirán ahí y puede que Rory y Madge puedan sobrevivir.

-¿Y si son ellos los que caen en la trampa? - pregunto cortante, a la defensiva, lo que la hace callar - Espera - me pongo derecho en el sofá cuando aparecen ambos tributos del Distrito 12 corriendo hacia donde está el cadáver del chico pelirrojo, directos al campo de fuerza - ¡Maldición! - no soporto seguir sentado, así que me pongo en pie y comienzo a pasear sin quitarle la vista de encima a la pantalla, e ignorando las quejas de Effie.

Están a menos de cinco metros cuando Rory ve el cadáver y se detiene junto a él. Justo cuando Madge pasa a su lado corriendo la sujeta del brazo.

-¿Pero qué...? - empieza Madge, indignada, aunque se calla al ver el cuerpo.

-Debe de ser el tributo del que acabamos de escuchar el cañonazo.

-Lo que significa que el peligro no andará lejos - en un abrir y cerrar de ojos, Madge sujeta el arco con firmeza y tensa la cuerda, dispuesta a disparar.

-Está chamuscado - susurra Rory, observando al chico. Mi hermano parece absorto de la realidad, como si no se percatase del peligro que corre. Levanta la cabeza y clava los ojos en algo invisible que hay delante de ambos, justo donde se encuentra el campo de fuerza - No podemos pasar por ahí.

-¿Qué estás diciendo? - pregunta Madge sin destensar el arco.

-Hay un campo de fuerza.

-¿Qué? - pregunto en voz alta. ¿Cómo lo sabe?

-¿Cómo sabes que hay un campo de fuerza? - pregunta Madge lentamente.

-Porque este chico está chamuscado, pero no parece que haya habido un incendio por aquí a juzgar del estado en el que se encuentra la vegetación. Además - señala un tramo de suelo que hay entre el chico y el campo de fuerza - mira la tierra. Es como si el chico se hubiera arrastrado por ella, pero no hay marcas de manos, con lo que no se arrastró por su propia voluntad. A eso súmale que apenas llevamos dos horas en la arena, con lo que dudo que los Vigilantes hayan activado alguna trampa. Debe ser algo fijo.

¿CÓMO? ¿Cómo ha podido deducir todo eso? Ni siquiera yo habría sido capaz. Ni siquiera yo que he visto la muerte en directo había caído en la posibilidad de que pudiera haber un campo de fuerza hasta que no lo ha dicho Effie. Mi cara de sorpresa debe ser como la que se refleja ahora mismo en el rostro de Madge, o peor aún.

-Un cambo de fuerza - susurra Madge, como si intentase convencerse a sí misma.

Rory coge una rama que hay en el suelo y avanza de forma paralela al campo de fuerza con el brazo que sujeta la rama estirado. Cuando ya ha recorrido unos diez metros, lanza la rama contra el campo de fuerza. Ésta sale despedida hacia atrás a gran velocidad.

-No es puntual - asegura mientras regresa hacia Madge - Puede que se extienda por todo el bosque, con lo que no podremos pasar.

-Pero si apenas hemos avanzado. ¡La arena no puede ser tan pequeña!

En eso tiene razón. Antes de que empezaran los juegos pude ver la arena desde arriba. No es pequeña en absoluto, es enorme. Debe haber un camino para pasar al otro lado del campo de fuerza y adentrarse en el bosque. Ahora lo entiendo, aunque no es una teoría segura. Son fases.

-Podría ser incluso un laberinto de paredes invisibles - susurro, y Effie me mira con los ojos llenos de emoción.

-Debe haber algún punto muerto - comenta finalmente Rory, y me sorprende que ambos hayamos llegado a la misma conclusión.

"Pensáis igual", susurra una vocecilla en mi cabeza, pero la hago callar.

La cámara enfoca a varios tributos. Los profesionales se encuentran en la Cornucopia, pendientes de la nariz del chico del Distrito 1, que ha conseguido empapar su ropa de sangre. La chica del uno no lo duda ni un segundo, y mientras los otros discuten para detener la hemorragia, se acerca al chico e, ignorando sus alaridos de dolor, le coge la nariz y se la tuerce hasta oír un crujido. Deja de sangrar al instante, aunque el chico no puede evitar que varias lágrimas acaben rodando por sus mejillas manchadas.

Al parecer, el chico de la silla de ruedas ha conseguido lo que pretendía, y descansa tranquilamente sobre su placa. Tal vez sea esto lo que ha hecho que el humor de la chica del Distrito 1 haya empeorado considerablemente.

Gareth y su compañera, Roxanne, se han decidido por caminar por el borde del bosque, lo que seguramente los llevará a rodear la arena. Muchos tributos permanecen escondidos en el bosque, cerca de la Cornucopia; y otros han optados por refugiarse en la zona rocosa que hay al borde de la arena, junto a los precipicios.

Todo permanece más o menos en calma, y así es como dejamos Effie y yo las pantallas antes de marcharnos de vuelta al Capitolio, donde nos conducen a un enorme patio lleno de televisores y comida. Todos los habitantes del Capitolio que se disponen a convertirse en patrocinadores están allí, charlando y bebiendo animadamente con el resto de mentores. Ahora ha llegado el momento en el que tengo que comportarme como uno de ellos.

Al final del día, tras ver a dos tributos morir a manos de los profesionales y a uno en el campo de fuerza, establezco contacto con tres patrocinadores que quedaron sorprendidos con la capacidad deductiva de mi hermano. Otros, aunque menos, se interesan por la puntería de Madge, que se ha pasado toda la tarde lanzando cuchillos a los árboles. En cierto sentido, me recuerda demasiado a Clove, sin embargo, no tiene su carácter, ni su estilo.

Cuando volvemos al aerodeslizador, nos conducen a unos dormitorios con televisores. Aunque estoy agotado, estoy decidido a pasar toda la noche frente al televisor.

Poco después de anochecer, ocurre algo realmente extraño. Como todas las noches en la aren, en el cielo aparece el emblema del Capitolio al mismo tiempo que suena el himno de Panem y aparecen los rostros de los tributos fallecidos. Hoy, en el primer día, sólo han muerto diez: la anciana del Distrito 3, la chica del Distrito 5, la joven rubia a la que mató Gareth, del Distrito 6, el tributo masculino de Johanna Mason, ambos tributos de los Distritos 8 y 9, y el chico pelirrojo y la niña pequeña, ambos del Distrito 10. Sólo quedan catorce.

Una vez el cielo ha vuelto a oscurecerse, las cámaras hacen un plano de la arena desde arriba. Un enorme muro de color rojo aparece en la arena, justo donde debería estar el campo de fuerza que Rory y Madge llevan todo el día bordeando. Ahora, todos los teleespectadores podemos ver que el campo de fuerza forma un círculo concéntrico al borde del bosque, y sólo tiene una apertura. Si los tributos quieren pasar al otro lado deberán llegar hasta ella... bordeando toda la isla flotante.

Suspiro lleno de alivio antes de dejarme caer en la cama. Ahora todos saben que no pueden atravesar el bosque tan fácilmente. Supongo que los vigilantes no quieren que todos los tributos acaben carbonizados contra el campo de fuerza.

Me despierto sobresaltado con un extraño grito. Parpadeo para adaptarme a la oscuridad de la habitación. Anoche, finalmente, conseguí quedarme dormido mientras Caesar Flickerman resumía los emocionantes acontecimientos que habían tenido lugar a lo largo del primer día.

El grito se repite, lo que termina de despertarme. Me siento en le borde de la cama y me fijo en la pantalla que sigue iluminada. Abro mucho los ojos al percatarme de lo que está ocurriendo. Hay dos chicos en la zona rocosa, al límite de la arena, junto a los barrancos, que corren, intentando alegarse de esa zona, hacia la explanada desértica en la que se encuentra la Cornucopia. Son un chico de piel oscura y una joven, ambos con rostros desesperados. ¿Pero por qué? Me acerco más al televisor, justo en el momento en el que el temblor del suelo que pisan ambos tributos se hace visible. La chica tropieza e intenta ponerse en pie lo antes posible. El terreno está hundiéndose, cayéndose al vacío.

Me ausento de la realidad mientras las imágenes siguen avanzando en la pantalla. Ni siquiera me inmuto al escuchar los dos cañonazos que marcan el final de dos vidas. Los Vigilantes acaban de destruir parte de la arena, así, de golpe. Pienso en el muro que apareció anoche, el cual pensé que serviría para alertar a los tributos de la existencia de campos de fuerza, para que pudieran sobrevivir. Pero, ¿para qué? ¿Para qué los protegían? ¿Para hacerlos caer al vacío? ¿Por qué los matan de forma masiva? ¿A qué juegan?

“Tal vez”, pienso, “el entretenimiento de este año se base entrampas aleatorias. Trampas que no tienen nada que ver la una con la otra”. Pero no es así, lo sé. Atalanta Crane está al cargo de los juegos, y ella nunca haría algo tan sucio como trampas aleatorias. Todo debe seguir algún mismo patrón.

La mañana trascurre tranquila. Rory le cuenta a Madge la misma sospecha que tuve yo anoche: el muro rojo intenta impedir que todos los tributos mueran en el mismo lugar. Sin embargo, él no ha visto cómo parte de la arena desaparecía. No sabe que a los vigilantes no les importa lo más mínimo cuántos tributos mueran al día, siempre y cuando lo hagan de la forma más sangrienta posible. Los Vigilantes deben tener alguna extraño motivo para obrar como lo están haciendo y ellos no lo saben. Ninguna de las personas que hay sobre esa isla tiene alguna idea de lo que puede suceder en el futuro.


domingo, 28 de septiembre de 2014

Capítulo 22. Despedida


Las cámaras graban un nuevo primer plano de mi rostro y noto cómo me ruborizo. Esta chica confía en mí, es lo que acaba de decir ante todo Panem. En lo más profundo de mi pecho siento el peso de la culpabilidad. ¿Cómo no voy a ayudarla? Claro que lo haré, confía en mí y no le fallaré.

Las entrevistas han acabado y, a regañadientes, la gente se marcha poco a poco. Effie me conduce hasta los ascensores, aunque no soy muy consciente, pues sigo divagando en mis pensamientos. Encontramos a Rory y Madge en el piso doce. Mi hermano sonríe con suficiencia, mientras que Madge parece realmente desorientada. Effie los felicita por las entrevistas y, por un momento, vuelve a ser la Effie a la que conocí. Aprovecho el momento para marcharme a mi habitación, donde me sumerjo en la bañera llena de agua caliente. Los ayudaré a ambos. No puedo abandonar a mi hermano ni a una persona que confía en mí. Al fin y al cabo, es poco probable que los dos lleguen al final. No puedo evitar que las trampas que pongan los vigilantes en la arena acabe con la vida de alguno de ellos. Llegado este momento, sólo me quedará un tributo al que proteger. Me recorre un escalofrío ante este pensamiento, pero intento controlarlo. Al fin y al cabo, los juegos siempre han sido así. Ahora que soy mentor en ellos las cosas no deberían haber cambiado, aunque, por desgracia, sí lo han hecho. Haymitch lo tenía más fácil el año pasado, cuando no nos conocía ni a Katniss ni a mí. Pero yo tengo a mi único familiar y a mi única amiga caminando hacia una muerte segura.

A la mañana siguiente decido concentrarme en mi trabajo como mentor. Desayuno con ambos tributos he intento que me pregunten cosas sobre los juegos, dispuesto a darles consejos. Mi hermano no tarda mucho en marcharse de la estancia, y Madge no realiza muchas preguntas.

-¿Estás segura de querer aliarte con Rory? – pregunto tras un incómodo silencio.

Se limita a asentir con la cabeza y a engullir otra cucharada de cereales y leche. Me percato de que es la típica comida del Distrito 12, sólo que en mayor cantidad. ¿Será una forma de concienciarse de que todos estos lujos son injustos?

Cuando Madge se despide y se va a su habitación a pasar el último día aquí, en el centro de entrenamiento, bajo en el ascensor hasta la planta baja, donde el resto de mentores ya están buscando patrocinadores.

Paso horas inmerso entre la extravagante gente del Capitolio. Mi ropa, totalmente oscura, desentona con ellos. La mayoría se ven atraídos por Rory y su espectacular nota. Intento ser simpático con ellos, aunque no lo consigo del todo. Aun así, estos extraños personajes, siguen igual de eufóricos. También me preguntan por Madge y muchos acceden a ser sus patrocinadores. Al parecer, tras la entrevista de ayer, los habitantes del Capitolio quieren un reencuentro feliz entre padre e hija. Me contengo y reprimo la violencia que lucha por salir. Ni siquiera conocen la historia de estos tributos… Al parecer, soy uno de los mentores que más patrocinadores está atrayendo, porque no tengo ni un respiro para tomarme un vaso de agua en una mesa de bebidas que hay en el centro de la enorme sala en la que nos encontramos. De nuevo, hay un panel con la cara de todos los tributos en una de las paredes. Cuando me cruzo con otro mentor, al cual no reconozco, descubro que su mirada está llena de indignación.

Finnick Odair, ya sea por ser el sex symbol del Capitolio o porque su tributo también obtuvo un once, es el otro mentor que no deja de estar rodeado de patrocinadores. A diferencia de mí, este tiene una copa en la mano y charla animadamente con la gente que hay a su alrededor, quienes lo observan como si fuera un dios digno de contemplar.

Sólo descanso para tomar un pequeño tentempié junto a una de las mesas centrales, y enseguida vuelvo a sumergirme en aburridas charlas sobre las posibilidades de mis tributos y las debilidades del resto. Al final de la tarde, he cerrado varios tratos. Me siento orgulloso de mí mismo, puesto que es mi primer año como mentor, pero seguro que, una vez empezados los juegos, cuando los patrocinadores vean el peligro de que sus tributos acaben muertos, las ofertas aumentan de forma considerable.

-¿Qué tal ha ido, Gale? – me pregunta Effie cuando llego al comedor, en el que ella, Madge y Rory me esperan para cenar.

-He conseguido cerrar varios tratos – me apoyo en la silla en la que suelo sentarme y dedico unos segundos para observar con atención los platos que hay en el centro de la mesa – Espero que me disculpéis, pero no tengo hambre.

-Gale, por favor. Siéntate con nosotros. Seguro que los chicos quieren hablar contigo – primero miro a Rory, quien no levanta la vista de su plato; y luego a Madge, cuya mirada está llena de curiosidad.

-Si necesitáis algo, estaré en mi habitación. Y si no nos vemos más – continúo, y la garganta se me seca. Ha llegado el momento de la despedida, de decir adiós. Tal vez Madge venga a hablar conmigo, pero no Rory. He pasado un año sin ver a mi hermano y, ahora que ha vuelto a mi vida, puede ser que lo pierda para siempre. Y, aun así, él sigue odiándome. ¿Qué tipo de consejo puedo darle?

-Gale – Effie me mira con tristeza. He estado demasiado tiempo en silencio, añorando mi vida pasada y lamentando esta situación.

-Manteneos juntos. Intentad confiad el uno en el otro porque allí tendréis veintidós personas de las que desconfiar. – al fin, Rory levanta la mirada, y esto me llena de valor para seguir hablando – Cuando os encontréis solos en la arena, de noche, ya sea un bosque o una ciudad en ruinas, echaréis en falta demasiadas cosas. Recordad momentos que hayáis pasado sólo si estos os ayudan a seguir adelante, a luchar. No dejéis que nadie os venza si no es en combate. No dejéis que nadie os amedrente. Confiad en vosotros mismos porque sois capaces. Ambos podéis ganar estos juegos. Yo estaré arriba, ¿de acuerdo? Ayudándoos a ambos.

-¿De verdad vas a ayudarme? – los ojos de mi hermano se llenan de terror.

-Eres mi hermano. Llevo cuidándote desde que naciste, ¿por qué crees que no lo haré ahora?

-Por ella – señala a Madge con la cabeza, quien se sobresalta.

-A ella también la ayudaré. – respondo con sinceridad sin apartar los ojos de los suyos - Os seré sinceros. Os ayudaré en todo lo que pueda pero, en algún momento, alguno de los dos se rendirá bajo la presión o bajo alguna amenaza y, aunque quisiera, ya no podría ayudaros. Ahora os toca a vosotros decidir cuándo llegará el momento de rendirse, si antes o después de que se haya anunciado al vencedor.

Todos se quedan en silencio, recapacitando sobre mis palabras, y yo tengo la sensación de que ya he dicho todo lo que podría haber dicho. Así que les deseo buenas noches y me marcho a mi habitación, donde me tumbo en la cama con la ropa aún puesta y con la vista fija en el techo. Pasan los minutos y quién sabe si las horas, antes de dignarme a ponerme en pie y a salir de la habitación. No sé qué tipo de fuerza tira de mí, tal vez al miedo a lo que se avecina mañana. Tendré que revivir de nuevo los juegos, el miedo a lo que podía suceder en pocos minutos, las interminables horas que trascurrían hasta que el cielo se veía iluminado por los rostros de los tributos muertos, el alivio al saber que yo seguía con vida.

Madge abre la puerta justo cuando llamo, y sus ojos se abren lleno de sorpresa.

-Hola - susurra, y se hace a un lado para que pase.

Ni siquiera sé qué me ha conducido aquí. Observo a la chica con dureza.

-¿Quieres hablar de algo? - pregunto. Tal vez he venido porque necesito hablar con alguien, simplemente.

Madge gruñe y se tapa la cara con ambas manos. Conozco esa sensación de angustia. cuando se destapa la cara, Madge avanza hacia mí, me empuja con una fuerza sorprendente hasta que mi espalda choca con la pared.

-No - niego con la cabeza y la aparto de mí al ver sus intenciones. - No, Madge. No puedo.

¡No! Me niego a revivir los juegos. Me niego a sentir algo por una chica que seguramente acabará muriendo. ¿Por qué me hace esto? Katniss era mi mejor amiga, y estaba enamorada de ella. Ahora Madge es la persona más parecida a ella que he conocido nunca. ¿Y si la pierdo? ¿Acaso lo soportaré?

-Gale - Madge se agarra el pelo con ambas manos en un gesto de desesperación y me da la espalda - Oh, Gale. - su voz se rompe en un sollozo.

-Madge, entiéndelo. - mi postura se vuelve defensiva. Esta vez, soy yo el que quiere protegerse, el que no quiere salir herido - A ella la quería y... si pasase otra vez...

-¡No eres tú el último que la echa de menos, Gale! - cuando se da la vuelta, descubro que tiene la cara enrojecida y surcada en lágrimas - ¡Ella era mi amiga también! ¡Mi única amiga!

Y vuelve a ocultarse tras las manos para sollozar. Y es el hecho de verla mal lo que me rompe, lo que me hace recortar la distancia entre ambos. Le aparto las manos de la cara e, ignorando su cara de sorpresa, me inclino y la beso.

Tengo miedo de perderla, de escuchar el cañonazo que anuncia su muerte a través del televisor, de ser incapaz de salvarla, tal y como me pasó con Katniss.

Madge me responde al beso con insistencia.

Tengo miedo de volver al Distrito 12 sólo, de tener que soportar la mirada de Peeta Mellark, llena de rencor, de tener que saludar al alcalde, destrozado por la muerte de su única hija.

Madge me empuja poco a poco hasta que mi espalda golpea con fuerza la pared de nuevo, pero esta vez no la aparto.

Tengo miedo de volver acompañado de un ser que me odia y al que ya apenas reconozco como mi hermano. Tengo miedo de tantas cosas… y ahora mismo, los labios de Madge son los únicos capaces de aliviar ese terror.

-¿Por qué haces esto? – susurra Madge, deteniéndose lo justo para formular la pregunta.

-Madge, no sé qué hacer.

Me estoy comportando como un ser despreciable. ¿Qué le estoy demostrando ahora? No puedo negar que siento algo por esta chica, algo que me recuerda a Katniss. Y ella siente algo a su vez. Pero esto no es ningún cuento de hadas o fantasía, es la realidad. Mañana, esta chica, a la que estoy besando con impaciencia ahora mismo, subirá a un aerodeslizador que la conducirá hacia una muerte casi segura. Y he esperado a este momento, en el que estoy seguro que no podré volver a tocarla, para decidirme a demostrarle lo importante que es para mí. Y aun así, no puedo prometerle que no decida salvar a mi hermano en su lugar.

Cuando por fin nos separamos, deslizo la espalda hasta sentarme en el suelo. Madge se sienta sobre mi regazo y apoya la cabeza en mi pecho, mientras que yo la atraigo con ambos brazos hacia mí. Siento los latidos de su corazón, que se estabilizan poco a poco. Ahora mismo, en mis brazos, no parece la chica rebelde que es en realidad, sino un ser indefenso al que hay que proteger.

-Deberías dormir. Mañana te espera un día duro.

Madge levanta la cabeza para mirarme. Tiene los ojos enrojecidos, aunque ha dejado de llorar.

-No te veré más, ¿verdad? - niego con la cabeza con cuidado.

-Esto es la despedida - asiente y se pone de pie, yo hago lo mismo y, antes de terminar de incorporarme, sus brazos me rodean y vuelve a descansar su cabeza sobre mi pecho. Me inclino y hundo mi nariz en su cabello. Huele a los productos de limpieza del Capitolio, que han conseguido eliminar el olor a casa, a carbón y suciedad.

Tan solo espero que el día mañana sea más fácil de lo que temo que pueda ser.




Pero, tal y como me temía, no lo es.

Cuando aún no ha amanecido, Effie llama a mi habitación para despertarme. En diez minutos me ducho rápidamente y me visto con una camisa plateada, una chaqueta de rallas de colores, bastante brillante, y unos sencillos pantalones negros. Cuando salgo de mi dormitorio, descubro a varios agentes de la paz que nos esperan junto al ascensor.

-¿Ya se han ido los chicos? - pregunto a Effie mientras subimos, ignorando que estamos acompañados.

Asiente. No puede disimular que está bastante nerviosa con la presencia de estos hombres vestidos de blanco y gris.

Llegamos a la azotea, donde un pequeño aerodeslizador nos espera. Subimos a él, acompañados de nuestra guardia. Aunque es bastante grande, somos los únicos pasajeros. Effie y yo nos sentamos uno al lado del otro, con los cinturones de seguridad abrochados. No tarda mucho en despegar y dar comienzo a un corto viaje, el cual se me hace eterno. Cuando se detiene, sigo con los oídos taponados.

-No hemos aterrizado - digo, sujetando el brazo de Effie, quien se dispone a quitarse el cinturón.

-Tranquilo, Gale. Es el aerodeslizador oficial. - la miro confundido, aunque decido seguirla.

Cruzamos unas puertas de seguridad que dan a un amplio pasillo de paredes blancas. ¿Así que es eso? El aerodeslizador se ha anclado a otra nave enorme.

-Aquí conviven los mentores, ven los juegos y envían regalos a sus tributos - me explica Effie mientras seguimos a los agentes de paz - Cuando quieren negociar con los patrocinadores, vuelven al Capitolio en aerodeslizador. Pero casi siempre están aquí. Gran parte de la actividad de los juegos también tiene lugar aquí.

-¿Te refieres a los vigilantes?

-Exacto. Cuando los tributos de un distrito mueren, traen los cadáveres aquí para que los vea el mentor.

-¿Qué? - ¿Tendré que ver los cadáveres de Madge y Rory? Ahora entiendo por qué Haymitch acabó hundido en la bebida.

Llegamos a un pequeño compartimento con un sofá, varios sillones y un enorme televisor. Al fin, nuestra guardia nos deja solos y nos sentamos. El televisor se enciende solo unos minutos más tarde y aparece Caesar Flikerman.

-En breves minutos, señores y señoras. ¡Qué emoción! - parece no poder contener su histeria - Este año, el tercer vasallaje de los veinticinco será único. Además, tenemos un nuevo vigilante jefe, Atalanta Crane, quien se ha esmerado muchísimo en estos juegos.

Trago saliva, recordando la marea de ardillas asesinas que creo el año pasado para matar a Cassy y Will. ¿Qué tendrá preparado este año?

-¡Y ahí están los tributos!

Se ve al chico del Distrito 7 aparecer por uno de los cilindros de las plataformas que rodean la Cornucopia, dorada, aunque más pequeña de lo normal.

Y, al fin, el primer vistazo a la arena.

-Esta arena - se escucha la voz de Caesar - nos tiene preparada más de una sorpresa que iréis descubriendo poco a poco, conforme avancen los juegos.

Primero es un desierto, una enorme explanada de arena y matorrales secos que rodea la Cornucopia, al borde de un acantilado, pero conforme avanza hacia el interior se llena de plantas verdes. ¿Qué es? Al principio parece un bosque, con algunos pequeños estanques de aguas cristalinas, pero luego se convierte en una maraña de plantas que nunca antes había visto. Son plantas espesas y brillantes que se unen de tal forma que no me permiten descubrir qué hay bajo ellas. Y más adelante, esta maraña se intensifica.

Y, al final, todo desaparece.

Me pongo en pie de un salto.

La arena es una isla flotante.

martes, 26 de agosto de 2014

Capítulo 21. El rebelde

Hola chicos. Siento haber tardado un día en subirlo pero estuve bastante atareada ayer. En fin, espero que os guste este capítulo. También quería informaros (a los que no lo sepáis aún) que Lorde compondrá parte de la sountrack de Sinsajo y yo estoy super emocionada con la noticia porque mi amor por Lorde es... incondicional. También quería informaros que esta parte de la historia terminará pronto y dará lugar a la tercera y última. Y no sabéis las ganas que tengo de escribir esa. En fin os dejo leer ya.
Saludos ^^


-¿Por qué? - mi voz es apenas un susurro ahora que se ha recuperado de la sorpresa.
Sigo sentado en el sofá, con las piernas cruzadas y el ceño fruncido, con la vista clavada en el oscuro cuero de los cojines. En cuanto formulo mi pregunta, Madge se levanta.
-Porque no confío en él, pero tú sí. – por el rabillo del ojo veo como sus brazos caen a ambos lados de su cuerpo - Voy a asegurarme de que no hace nada, Gale.
Y se marcha. Giro un poco la cabeza en su dirección, lo suficiente para verla desaparecer por la puerta de la estancia.
¿Que no haga nada? ¿A qué se refiere? ¿Cree que mi hermano me hará daño? ¿Acaso cree que, una vez en la arena, mi hermano puede resultar ser peligroso para mí? ¿O tal vez sea por ella? ¿Va a protegerme? ¿Tal es su sospecha sobre Rory que se aliará con él para controlarlo? ¿O lo hará para que yo no pueda beneficiarlo sólo a él? Miro fijamente el punto por el que ha desaparecido la chica, incapaz de pensar con claridad. En mi interior ha crecido el temor, un temor incontenible. "Si confiaras en tu hermano, no tendrías miedo", piensa mi subconsciente. Y tiene razón, no confío en mi hermano. Su mirada, su sonrisa... no son las mismas que las del chico con el que crecí en la Veta. Pero aun así, insisto en darle una oportunidad. Aún confío en recuperar algo de mi familia, por pequeño que sea.

-Yo no me pongo eso.
-¡Gale! - me reprende Portia, aparentemente bastante dolida. Pero esta no estoy dispuesto a rendirme.
-Portia, ¿no puedo ponerme uno de los trajes que no me puse en la Gira de la Victoria?- digo, avanzando hacia el armario donde guardo la ropa "normal" - Me gustan los colores oscuros o sencillos, el marrón, el blanco... – me doy la vuelta y miro el traje que Portia ha sacado de la bolsa con desconfianza - ¡Pero no el fucsia!
Es el traje más ridículo que he visto nunca. Una camisa plateada con extrañas espirales amarillas fosforitas que simulan una especie de corbata. La chaqueta es rosa y los pantalones, por encima de la rodilla, negros; pero conforme bajan hasta los tobillos, se llenan de complicados intrincados rosas y amarillos fluorescentes.
-Ni se te ocurra – mi estilista me da un golpe en la mano cuando intento coger una chaqueta de cuero granate - Hoy son las entrevistas y tienes que ir espectacular.
-¿No se supone que las estrellas son los tributos de este año? ¿Por qué tengo que ir yo espectacular? – pregunto, notando como la rabia asciende por mi garganta. Aún no me he recuperado de la impactante noticia sobre la muerte de mi hermana, pero he tenido que pasar toda la mañana en los peligrosos brazos de mi equipo de preparación. Y ahora tendré que fingir ante todo Panem que estoy deseando que empiecen los juegos. Y, para colmo, con ese ridículo traje.
-Oh - Portia hace un puchero y me coge por la mejilla - Lo siento, Gale. – se disculpa, como si pudiera leer mis pensamientos - Pero sigo siendo una habitante del Capitolio y, de vez en cuando, surge mi ansia de ropa llamativa. - en un nanosegundo, su expresión cambia radicalmente y se convierte en una mirada de superioridad - Y ahora, ¡vístete!
Pongo los ojos en blanco, pero hago lo que me dice. Portia no está nada mal. Es agradable y encantadora, pero en momentos como éste me encantaría estar a miles de kilómetros de distancia.

Effie y yo esperamos en los ascensores a que aparezcan los tributos acompañados de sus estilistas. El primero en llegar es Rory, que lleva un traje marrón oscuro lleno de lentejuelas y brillos, bastante sencillo comparado con el mío. Tal y como esperaba, me mira de arriba a abajo y no se molesta en reprimir una carcajada.
-Pero, ¿qué llevas puesto? - pregunta entre risas.
-No me hagas hablar del tuyo - lo fulmino con la mirada y él aprovecha para ponerse la chaqueta recta con aire despectivo.
Pocos minutos después aparece Madge, y el corazón se me encoge. Está espectacular. Lleva un vestido azul cielo sin tirantes. La falda está partida en dos: larga por detrás y corta por delante. Además, lleva unos zapatos plateados de tacón que realzan su figura esbelta. El pelo le cae en tirabuzones sobre los hombros, y brilla más de lo normal. ¿Qué productos le habrán aplicado?
-Chicos, podéis cerrar la boca - comenta Cinna detrás de ella, mirándonos a mi hermano y a mí.
Cierro la boca rápidamente, mientras siento cómo se me enrojecen las mejillas. Mi hermano parece igual de incómodo que yo, y Madge nos mira sonriente a los dos. Radiante.
-¿Vamos? - pregunta Effie, pulsando el botón de llamada del ascensor. Las puertas del enorme cubículo se abren en seguida y entramos todos con cuidado de no aplastar el enorme vestido de Madge.

Cuando llegamos a la planta en la que tendrán lugar las entrevistas, vemos que casi todos los tributos están reunidos, esperando para subir al escenario. Me despido de Rory y Madge con dolor. Esta es la última etapa. Cuando regresen a la planta doce, comenzará la cuenta atrás para los juegos.
Nos sentamos entre el público, en las primeras filas, con el resto de mentores. Los estilistas tienen una plataforma especial desde donde se les podrá enfocar mejor cuando llegue el momento de alagar sus diseños. A mi alrededor se aglomeran todo tipo de seres, a cual vestido de forma más ridícula. Me alegra que Carlo nunca haya propuesto el hacerme ninguna extravagancia en el pelo, ni haya tenido que ponerme pelucas de colores chillones, como el resto de los aquí presentes.
Comienza a sonar el himno de Panem y los tributos aparecen, en fila, por un extremo del escenario, y se sientan en los mismos sillones en los que yo me senté hace exactamente un año. Rory y Madge están situados en uno de los extremos y parece que evitan mirarse. Incluso se diría que Madge se sienta todo lo lejos que le permite el sillón. Aparece Caesar Flickerman, con su pelo verde azulado, radiante, y saludando con energía al público, que está histérico. Caesar hace unas cuantas bromas sobre los juegos de este año para calentar el ambiente y explica que cada tributo tiene tres minutos para su entrevista.
En cuanto se sienta en uno de los enormes sillones que hay sobre la plataforma, suena la sirena que anuncia el comienzo de la entrevista del tributo del Distrito 1. El chico alto y delgado sube a la plataforma y estrecha la mano del presentador, al que le saca dos cabezas. Hablan sobre el distrito profesional y el honor que conlleva ganar. El chico le sigue la corriente sin mucho entusiasmo. Recuerdo a Marvel, haciendo hincapié en lo seguro que estaba de sí mismo. La diferencia no podría ser mayor.
La entrevista con la chica del Distrito 1 es bastante extraña. Lleva un vestido ajustado de cuero negro, lo que resalta la palidez de su piel. Caesar intenta informarse sobre su enfermedad, pero la chica no deja de dar rodeos. Tengo la impresión de que intenta, por todos los medios, evadir su debilidad. Y, aunque esto puede alejarla de los patrocinadores, a mí me resulta admirable. Con lo fácil que sería aprovecharse de su propia enfermedad para causar lástima…
Me interesa especialmente la entrevista de los tributos del Distrito 2. Ambos se muestran arrogantes durante las entrevistas. El chico impone desde el primer momento, seguro de sí mismo, lo que me hace sospechar que sea experto en los juegos. Seguro que pasó largas horas entrenando. Y la chica parece realmente mordaz... y me recuerda a Clove, solo que en su mirada tan solo hay rencor.
En seguida sube a la plataforma Gareth. Los habitantes del Capitolio estallan en murmullos porque, en persona, el parecido con Finnick es aún mayor. El chico se sienta en el sillón con las piernas cruzadas y junta las manos sobre el pecho. Ahora me percato de que es la primera vez que lo oiré hablar por sí mismo.
-Bienvenido al Capitolio, Gareth. Dinos, ¿cómo te sientes?
-¿Cómo te sentirías tú si fueras de camino a una muerte segura?
Incluso yo suelto una exclamación. El caos estalla entre el público. Toda la entrevista se está emitiendo en directo y no podrán cortar esta escena. ¿Acaso quiere morir este chico antes de llegar a la arena? Caesar parece anonadado, e intenta recuperar la compostura de forma bastante profesional.
-Bueno, no es una muerte segura. - comienza, haciendo callar a la multitud - O eso creo, teniendo en cuenta la gran puntuación que has obtenido: un once. Realmente impresionante. De hecho, tenemos dos onces este año.
-Supongo que ha sido suerte - contesta Gareth, encogiéndose de hombros - O puede que el resto de tributos sean demasiado incompetentes.
Las cámaras se centran en los rostros del resto de tributos. Madge está estupefacta, mientras que mi hermano Rory, al igual que la mayoría, mira a Gareth con rencor. Su compañera del Distrito 4, pelirroja y menuda, parece realmente divertida. Comienza a caerme bien el chico, y admiro enormemente su valor. Aunque algo me dice que no tienen nada que perder en casa, y eso le da la valentía que no tuve yo en decir lo que pensaba. Él lo ha dicho, y no se arrepiente en absoluto.
-Eso te crea enemistades - comenta Caesar en tono confidente.
-En realidad, todos somos enemigos, Caesar. Sólo uno podrá volver a casa. – comenta el chico de forma inteligente.
-¿Lucharás por ser tú? - parece que la respuesta a esa pregunta le interesa de verdad, después de todo lo que ha expresado Gareth.
Me giro para observar el rostro de Finnick Odair, que parece realmente nervioso, mordiéndose el labio inferior. ¿Finnick inseguro? Esto es completamente nuevo. Si es verdad lo que me dijo Madge y su relación con el chico no es especialmente buena, debe estar realmente sorprendido, como el resto de nosotros.
-¿Quién no lo hará, Caesar? - pregunta éste a modo de respuesta, y suena la alarma que indica el final de su entrevista.
El chico nos ha dejado a todos sin palabras, y yo soy incapaz de escuchar con atención las entrevistas siguientes mientras recapacito sobre todas las verdades que ha dicho Gareth. En verdad, no ha dicho cosas que puedan meterlo en problemas. Pero el noto de superioridad y de desobediencia puede haberlo convertido en un enemigo del Capitolio. Aunque, ¿no lo era ya? Todos los tributos de este año lo son, por eso se comportan de manera tan extraña. Solo me quedo con algunos detalles del resto de entrevistas, lo que no me califica como muy buen mentor. Cuando Caesar le pregunta al chico en silla de ruedas que cómo luchará, a este se le llenan los ojos de lágrimas y, con un suspiro, responde que de la única forma que sabe. Y poco después llega el momento de mi hermano, que sube con la cabeza en alto y saluda a Caesar acompañado de su nueva sonrisa de suficiencia.
-Encantado de poder conocerte al fin, Rory Hawthorne. Realmente encantado - Caesar parece eufórico, al igual que el resto de habitantes del Capitolio, que no dejan de aplaudir, gritar entusiasmados y vitorear el nombre de mi hermano, una actitud que no han seguido con ninguno de los otros tributos. Supongo que la fama de mi hermano se debe a su grado de parentesco conmigo.
-El placer es mutuo - responde Rory sonriente, conocedor de que acaba de meterse a fanáticos de los juegos en el bolsillo.
-Eres encantador. – ríe el entrevistador - Pero solo tenemos tres minutos y mucho que hablar. Así que empecemos - Caesar se acomoda en el sillón. Está claro que se siente de lo más excitado - Has sacado una gran puntuación: un once. En todos mis años como entrevistador he visto muy pocos. Uno de ellos lo tenía la compañera de tu hermano en los juegos del año pasado. ¿Cómo te sientes habiendo sacado una puntuación mayor que la de Gale?
La sonrisa de mi hermano parece temblar, pero la disimula soltando una carcajada.
-Supongo que soy mejor que él.
Caesar le corresponde a la carcajada, y todo el público lo imita. Imagino la situación desde su punto de vista: dos hermanos intentando demostrar cuál es mejor. Si Caesar supiera que lo que mi hermano acaba de decir es lo que realmente piensa...
-Bueno, ¿cómo te sientes con él como mentor? ¿Cómo crees que se siente él...?
-Caesar - Rory levanta una mano, haciendo que Caesar se quede boquiabierto y no termine de formular la pregunta. Todos se quedan anonadados - Yo soy Rory. Mi hermano ganó el año pasado, creo que ya se ha hablado suficiente sobre él.
-Vaya, esta situación es bastante violenta - Caesar parece incómodo, pero aligera la tensión con una risa divertida.
-Entiéndelo. En parte, si estoy aquí, es por su culpa.
Los ojos de mi hermano han cambiado. Ya no son acogedores, llenos de un fingido afecto y tranquilidad. Se han tornado oscuros, vengativos y enfurecidos. Y, por primera vez, soy consciente de cómo se debe sentir. Si está aquí, es por mi culpa. Yo lo incité a saltarse las normas, obligándolo a marcharse al bosque. Si yo no hubiera sido tan desobediente con respecto a las normas establecidas por el Capitolio, no habría ido a los juegos y no me lo habrían arrebatado todo, incluido su amor y, tal vez, dentro de unas horas, su vida.
Las cámaras me enfocan. Soy demasiado parecido a mi hermano, sin embargo, a él lo amo. Y hacia mí sólo siento odio.
Todo se ha sumido en un profundo silencio. Ignoro el primer plano que están captando las cámaras de mi rostro y observo a mi hermano, que me mira con malicia. Intento pedirle perdón con la mirada. Quiero que me perdone. Necesito que me perdone. Y él parece entenderme, porque, casi imperceptiblemente, niega con la cabeza.
-¿Y tienes alguna sorpresa preparada para nosotros en la arena? - pregunta Caesar, rompiendo el incómodo silencio.
-Por supuesto que sí, Caesar - mi hermano sonríe y, por primera vez, parece él de nuevo - Una gran sorpresa.
Y ahí está, la sirena, de nuevo, resonando en mis oídos. La ignoro, incapaz de apartar los ojos de los de mi hermano. ¿Cómo he podido llegar a esta situación? Hace un año y dos semanas mi vida era todo lo feliz que podía ser. Pero ahora lo he perdido todo. Absolutamente todo.
Apenas soy consciente cuando mi hermano se levanta y baja de la plataforma. Su lugar es ocupado por la chica rubia con el magnífico vestido azul que Cinna ha diseñado para ella. Ahora que lo miro así, me doy cuenta de que parece envuelta por una burbuja de agua.
-Increíble vestido, Madge. - susurra Caesar - E interesante, desde luego. El año pasado, la tributo de tu distrito estaba rodeada de fuego. Y este año tú...
-...de agua - finaliza Madge por él, y sonríe complacida. - Es un símbolo, Caesar. Katniss y yo éramos muy diferentes, pero ambas éramos peligrosas a nuestra manera.
-¿La conocías?
-Por supuesto - Madge baja la mirada y sonríe con timidez. Es ella misma. Es valiente y, al mismo tiempo, está destrozada por culpa del Capitolio. - Era mi mejor amiga. Nunca he tenido muchas amistades, pero ella era... era como yo.
-¿Quién fue a despedirse de ti entonces, Madge? – Caesar, al igual que el público, parecen realmente interesados en conocer detalles sobre la chica destrozada.
Veo como abre los ojos y palidece bajo el maquillaje. La veo llena de miedo, de terror. Oh, Madge.
-Yo... Bueno. – retuerce sus manos, supongo que intentando concentrar el dolor en cualquier otro lugar que no sea su pecho -  Vino mi padre pero yo... no quise verle.
El público ahoga un grito teatrero. No me dijo nada sobre ello. ¿Se negó? Y entonces recuerdo que se escapó de casa y se dedicó a causar problemas mientras yo estaba en la Gira de la Victoria.
-¿Por qué? - pregunta Caesar escandalizado.
-No creí que se sintiera orgulloso. Ahora sé que me habría apoyado, pero yo no le había obedecido últimamente. No quería causarle más dolor - las lágrimas inundan sus ojos y tengo que reprimir las ganas de subir ahí arriba y cogerla en brazos, abrazarla y bajarla de ahí para protegerla.
-Madge, tu padre seguro que se sentiría realmente orgulloso de ti. – Caesar coloca una mano firme sobre su hombro.
-Lo sé. Por eso voy a luchar - parece recomponerse, y ahora sus ojos brillan llenos de emoción - Lucharé para volver con él y con mi madre, por volver a abrazarles.
-¿Te gustaría decirles algo ahora? Todo Panem te escucha - Caesar le sonríe con calidez.
-Sí. Quiero decirles que lo siento y que les quiero muchísimo.
Esto sobrecoge al público y me alegra que Madge también haya sido capaz de ganarse su amor, al igual que mi hermano, aunque esto no creo que la ayude mucho en la arena. No creo que los demás tributos pasen por alto este detalle.
-Una última pregunta, Madge. – Caesar vuelve a incorporarse y apoya  su espalda en el sillón - ¿Qué piensas sobre tener que competir contra el hermano de tu mentor?
Madge gira la cabeza para mirarme, y sonríe. Intento compararla con Katniss hace un año, agresiva y temblorosa mientras hablaba de Prim. Madge no parece agresiva, ni temblorosa, sino que se muestra segura de sí misma. Ha hablado de su familia, ha descubierto ante todos cuál es su punto débil, pero no le importa. Parece feliz, como si acabara de quitarse un gran peso de encima. Y, probablemente, sea así ahora que le ha dicho a su familia que los quiere. Ojalá yo pudiera hacer eso. Suena la sirena y aún no ha dado la respuesta a la pregunta, pues sigue concentrada en mí. Pero a sabiendas de que es su última baza y tiene que aprovecharla, responde pasado el límite de tiempo.
-Confío en mi mentor.

Y su sonrisa se ensancha aún más.