martes, 30 de diciembre de 2014

Capítulo 25. Miedo

Holaaa. He conseguido escribir este capítulo por los pelos. No os diré nada sobre él, aunque seguramente me matéis cuando terminéis de leerlo y más aún cuando dentro de un par de semanas suba una cosilla. En fin, os deseo una muy feliz Navidad (lo que queda de ella) y un feliz año nuevo 2015 en el que tendremos nuestra última parte de Sinsajo. Saludos a todos *.*


-¿Has oído eso? - pregunta Madge poniéndose en pie.

- Supongo que esto se ha convertido en algo personal. - Rory se deja caer apoyando la espalda en un árbol y cierra los ojos.

-No deberías tomarte esto con tanta calma, Rory. Gareth y tú estáis en igualdad de condiciones.

-Yo soy mucho más fuerte que él – Rory abre un solo ojo, suficiente para amenazar a Madge, la cual no es capaz de seguir hablando.

En ese momento, el símbolo del Capitolio ilumina el cielo y el himno resuena por todo lo que queda de arena. Después de varios días en los que apenas han muerto tributos, hoy son tres rostros los que aparecen en el cielo. El primero es el de una sonriente Roxanne, a la que compaña un grito de dolor por parte de su compañero; el chico de la silla de ruedas, del Distrito 6; y el de una chica con cara de malhumor, bajo la cual puede leerse “Distrito 7”.

A saber cuál es la reacción que tendrá mañana Johanna cuando me vea después de que sus dos tributos hayan muerto.

Cuando el cielo vuelve a la normalidad, las cámaras enfocan a los profesionales. Al parecer, mientras aparecían los rostros ha ocurrido algo, pues la chica del Distrito 2 sujeta a su compañero, Jerry, mientras Pat oculta tras él a Amy, que fulmina al chico del Distrito 1 con la mirada.

-¡Ella lo mató! Su cañonazo sonó mientras la habíamos perdido de vista.

-No tienes pruebas – Pat tiembla de pies a cabeza, más pálido de lo normal.

-No las necesito. ¡Ella lo odiaba! ¿Te sentiste satisfecha mientras lo matabas?

-Tal vez fue una casualidad – susurra Clare más fría que de costumbre – Tal vez se suicidó.

-No. ¿No lo veis? ¡Es una profesional! - Jerry escupe la última palabra.

Por supuesto. Ellos son enemigos del Capitolio, no profesionales. No matan para ganar o dar entretenimiento, sino para sobrevivir. Sin embargo, Amy, a pesar de su debilidad, es la más repugnante en ese aspecto.

-¡Déjala en paz! - Pat parece haber perdido la paciencia y saca su espada en posición de ataque, sin dejar de ocultar a Amy con su cuerpo.

Parece cuestión de micro-segundos que Jerry consiga liberarse de Clare y ambos se maten entre ellos. Pero todos los espectadores nos llevamos una sorpresa al descubrir que la chica del Distrito 2 es mucho más rápida.

-¡Se acabó! - aun sujetando a su compañero, la chica da un giro sobre sí misma, usando como punto de apoyo el enorme cuerpo de Jerry, y , de una patada, hace que el arma de Pat salga despedida. Con un ligero salto, durante el cual no suelta a Jerry, se impulsa con la otra pierna en el pecho de Pat. La llave hace que Jerry caiga de costado sin poder detener el golpe, y Pat cae de espaldas, sobre Amy, la cual apenas tiene tiempo de gritar por la sorpresa. La ñunica que queda en pie es Clare quien, con toda la tranquilidad del mundo, llega hasta la espada de Pat y apunta con ella hacia su dueño – Vais a bajar la voz de una vez y a moveros.

Me parece que esa chica acaba de ganarse unos cuantos patrocinadores. Ahora que lo veo bien, para llevar a cabo tales movimientos necesitaba un firme punto de apoyo. ¿Con qué fuerza ha estado sujetando a Jerrry para poder sostenerlo con firmeza? ¡El chico es enorme!

-Quiero que dejéis de comportaros como críos. - susurra mientras sus aliados se ponen en pie – No estamos jugando, sino luchando por sobrevivir. Así que deja de intentar vengar la muerte de inocentes, Jerry. No conseguirás nada así.

-Sabes que no es eso, Clare – responde este sin quitarle los ojos de encima a Amy – Es la forma en que lo hace.

-Me da igual. Esto te sirve para saber que no puedes volver a confiar en ella. ¡Tú! - señala a Amy con la mano con la que no sujeta la espada – Algo sospechoso y te mato. Ahora hay que avanzar sin descanso. Estamos bastante retrasados del resto de tributos y no me apetece caer al vacío. ¿Entendido?

Ninguno de sus compañeros pone objeción.




Al día siguiente, aparece en pantalla el rostro del chico del Distrito 3, el de constitución de toro que ha permanecido desaparecido últimamente.

Se encuentra en un terreno extraño, en el que sus piernas se han hundido hasta la rodilla. Cuando las cámaras se alejan un poco y el chico comienza a moverse, descubro que la arena ha cambiado. El bosque se ha convertido en un pantano. ¿Cómo pretenden los Vigilantes que los tributos luchen sumergidos en el agua cuando la mayoría no saben ni nadar?

Claro está, a excepción de Gareth.

-Maldita sea – el chico tarda un par de horas en llegar a la zona pantanosa, donde se encontraba el chico del Distrito 3. Al parecer sigue pensando en su venganza contra Rory y desde luego, sabe que ese no es el mejor lugar para luchar, aunque en cierto modo le beneficia. ¿Será eso o no cree justo vengarse cuando tiene ventaja sobre su rival?

El chico no duda en lanzarse a su elemento y empezar a nadar, alejándose cada vez más de la orilla. Así no tardará en dar con el chico del Distrito 3, alejándose de Rory.

No sé si sentirme aliviado ante esto.




-No te preocupes, Gale. Johanna ya se ha marchado al Capitolio.

Fannick se acerca a mí en la sala de los patrocinadores. Su rostro está contraído y ha intentado ocultarse unas profundas ojeras bajo el maquillaje sin mucho éxito.

-Mejor – ahora que lo pienso, no tiene mucha lógica que los mentores se queden cuando sus tributos han fallecido. Ha decir verdad, quedamos tan solo cinco mentores, con los cuales apenas he tenido contacto. Dejo de pensar cuando veo el dolor y la pena reflejados en el rostro de Finnick – Ey, tu tributo en pantalla - intento desviar su atención antes de verme en la obligación de consolar a una persona como él.

Todos en la sala guardan silencio y contemplan como Gareth ha dejado de nadar. Frente a él, se encuentra el chico del Distrito 3.

-No es justo – comenta éste, mucho más bajito y con menos experiencia de nado.

-Nada en la vida es justo – susurra de forma casi inaudible Gareth, y su voz suena rota.

Al unísono, ambos sacan sus espadas. Son unos minutos eternos de una extraña lucha en la ninguno de los dos intenta moverse mucho del sitio. No hay duda de que el chco del Distrito 3 es mucho más fuerte que Gareth, aunque no es fácil compararse con la agilidad de éste. En algún momento de la lucha, Gareth desaparece bajo el agua y la sala enmudece. El chico se vuelve loco girando sobre sí mismo, intentando encontrar al chico sumergido en el agua turbia. Pero no lo consigue, y cuando grita de dolor, ya sabemos quien ha ganado la batalla. El agua comienza a teñirse de rojo y el chico acaba sumergiéndose en esta al mismo tiempo que Gareth emerge vencedor.

-Lo siento – susurra fríamente – Pero a veces hay que pensar con la cabeza en lugar de con la fuerza.

El cañonazo no tarda en sonar, y el cuerpo del chico del Distrito se queda allí, flotando en la superficie.

-Finnick Odair. - me sobresalto al oír la voz a mis espaldas. Se trata de un agente de paz, a quien Finnick mira tembloroso y con lágrimas en los ojos - Ha llegado su cuerpo.

-Estás bien. - Finnick se lleva la mano a la cara y, disimuladamente, presiona sus ojos, impidiendo que las lágrimas surjan. - Le sigo.

Ambos se marchan de la sala con decenas de miradas tras ellos. Tardo algo en comprenderlo, pero cuando lo hago, siento un vacío enorme en el cuerpo. Se refieren al cuerpo de Roxanne.




Por la noche, justo antes de que salga el rostro del Distrito 3 en el cielo, aparece el muro rojo. Rory y Madge tardan bastante en llegar a la zona del pantano, pero al menos consiguen llegar. Deciden descansar en el límite, subidos a los árboles, y Madge decide buscar algo que cazar. Y entonces ocurre. Sorprendentemente, los profesionales ya les han alcanzado.

Han tardado menos de una hora en llegar al límite del pantano, lo cual indica que han debido de correr demasiado.

-Estamos cerca de la victoria. Hay que matarla – susurra Pat poco convencido cuando el grupo se encuentra cara a cara con Madge. El resto asiente, aunque no parecen contentos en absoluto.

-Atreveos – Madge les enseña el arco y, como respuesta, Pat saca un hacha de su espalda, Jerry un grueso bate de hierro, y Claire y Amy unos cuantos cuchillos.

Solo puedo pensar en que no mire hacia arriba. Rory, con un silencio sorprendente, ha enganchado una de las curvas hojas de sus espadas a una de las ramas del árbol, quedándose colgado justo sobre la cabeza de Jerry. Con una agilidad increíble, mi hermano se deja caer y se engancha con las piernas alrededor del cuello del chico del Distrito 2.

-Yo que tú no me movería – susurra, colocando la hoja de su espada junto a su cara. - Vaya, vaya. ¡Qué sorpresa! ¿Cómo habéis llegado tan rápido?

-Hemos corrido más que nunca para dejar el bosque atrás – exclama Amy impaciente, con un extraño brillo en los ojos.

-Mejor. Eso da emoción y facilita las cosas. Madge, ¿puedes encargarte del chico del uno?

Mientras todos prestaban atención a mi hermano, Madge ha podido refugiarse tras un árbol y apunta al grupo.

-¿Sabéis qué es lo bueno de estar aquí arriba? - pregunta como si nada – Que yo no estoy sumergido.

Y dicho esto, aparta las piernas del cuello del chico y lo degolla al mismo tiempo que Madge dispara a Pat, acertando justo a la altura del estómago.

-¡Jerry! - la chica del dos lanza uno de los cuchillos, el cual Rory esquiva de milagro, e intenta correr hacia el cuerpo de su compañero. Sin embargo se topa con un pequeño obstáculo. Amy se interpone en medio, con su único cuchillo en la mano, y con una mirada que produce terror.

-No te muevas, estúpida.

-Amy, ¿qué estás haciendo?

-Protegerlo. ¿Acaso eres tonta? - la chica enferma comienza a reír bajo la extraña mirada de Claire.

-Tienes que estar de broma.

-Dame el cuchillo.

-¡Quítate de en medio, Amy! Ha matado a Jerry.

-¿Y? Se lo merecía.

-¡Voy a matarte! - Claire le da un puñetazo que la pilla sorprendida y la chica cae al agua, sin dejar de reír. Pero, ¿qué le está pasando? - No debería haberte dejado viva cuando pudimos matarte. Sabía que no podíamos confiar en ti.

Amy se agarra a su traje para ponerse en pie y Claire responde empujándola. Entonces saca otro cuchillo de su cinturón y lo aproxima hasta el cuello de Amy, quien deja de reír, aunque conserva una sádica sonrisa dibujada en el rostro.

Entonces aparece mi hermano, interponiendo una de sus espadas entre las dos chicas y obligando a Claire a alejarse. Amy comienza a reír de nuevo y se incorpora, acercándose a mi hermano para situarse junto a él.

-Ahora vas a morir – susurra entre risitas. - Rory, debes saberlo. La arena se destruye con el muro. Mátala y démonos prisa en salir de aquí.

-No puede ser – Claire abre mucho los ojos y mira a mi hermano y a Amy alternativamente – No. Vosotros dos...

-¡Mátala, Rory! - grita Amy, que parece haberse vuelto loca.

-Apártate de mí – Rory coge a Amy del brazo y la empuja delante de él, junto a Claire. - No sé qué pretendes.

Cuando la espada de mi hermano atraviesa su cuerpo, Amy abre mucho los ojos. Las cámaras enfocan un primer plano de sus ojos inundados en lágrimas. Su boca se abre ligeramente, como si quisiera decir algo, pero el cañonazo que anuncia su muerte llega antes que el sonido de su voz. Cuando Rory separa la espada de su inerte cuerpo, éste cae al agua, salpicando a su alrededor, y se queda flotando, con una oscura mancha en el pecho que, poco a poco, comienza a teñir el agua de su alrededor.

Claire mira a mi hermano horrorizado, quien gira la espada con agilidad y le hace un profundo corte en la pierna. La chica grita de dolor y pierde el equilibrio, cayendo al agua.

-Claire... - susurra el chico del Distrito 1.

-Vayámonos – Rury llega hasta donde está Madge – Ya la has oído, la arena se destruye.

-Deberíamos matarlos y acabar con su sufrimiento, Rory.

-Así no llegarán hasya la siguiente área. ¡Vamos, Madge!

Mi hermano comienza a avanzar y Madge se queda indecisa, sin apartar los ojos de Pat, a quien ha herido de muerte.

-No puedo. Lo siento...

Y sigue a mi hermano, dejando atrás una área teñida de rojo carmín.

-Tenías razón, Claire. Es una traidora.

-Tenemos que avanzar, Pat.

-¿Para qué? - el chico habla con voz ronca. ¿Cuánta sangre habrá perdido? - Los profesionales ya han ganado estos juegos.

Profesionales... Mi hermano... Mi hermano es... un profesional.

La idea me aterroriza, pero sé que es cierta. Mi hermano o se comporta como un tributo normal del doce. Sabe pelear y luchar. Sabe matar. Y eso no lo aprendí yo, que me asé toda la infancia en el bosque. Mi hermano oculta un secreto, un secreto que lo convierte en profesional.

-Si nosotros nos damos por vencidos sí que ganarán. Pero no les dejaré, Pat. ¡Si tú no quieres luchar lo haré yo!




Los siguientes días se convierten en una carrera contrarreloj. Quedan cuatro tributos, y uno de ellos gravemente herido. El cañonazo de Pat tarda menos de un día en sonar, y Claire avanza lentamente por el pantano, dejándose flotar. Gareth apenas tarda un día en llegar de nuevo a tierra firme, aunque después de nadar durante horas seguidas, el chico acaba agotado. Pocas horas después de que Madge y Rory hayan llegado a la nueva área, una espesa selva en la que no se ve ni un trozo de cielo, aparece el muro rojo en el cielo.

Claire no consigue llegar, y cuando el pantano se desvanece, la corriente de agua la arrastra hacia el vacío.

Sólo quedan tres.

-Solo quedamos tres – susurra Rory dejándose caer con la espalda apoyada en uno de los gruesos troncos de árbol.

-Lo sé – Madge se apoya tensa en el árbol que hay justo frente a él, y ambos guardan silencio. Un silencio demasiado profundo e incómodo.

-Creo que ya está bien de fingir, ¿no? - mi hermano tiene la vista clavada en el suelo, por lo que las cámaras no son capaces de captar su mirada.

-Rory, aun queda Gareth.

-Lo mataré sin problemas. Pero no quiero dejarte para el final.

-No te lo dejaré tan fácil, Gale.

De detrás de su espalda, Madge saca un extraño tubo de madera y lo coloca junto a su boca.

-Como tu tía, ¿no?

-¿Tú cómo sabes eso? Esos juegos jamás se emiten.

-Yo lo sé todo, Madge – Rory se pone de pie y juega con su espada en la mano. - Será mejor que te despidas de los que te estén viendo.

Instintivamente, los ojos de Madge se dirigen al cielo, y las cámaras captan sus ojos directamente.

-Tranquila - Susurro – No lo hará. No puede hacerlo.

Pero me he equivocado. La que no consigue herir a mi hermano es ella.

-Adiós, Madge.

La voz de mi hermano es seguida por un sonido metálico espeluznante. El rostro de Madge se convierte en una mueca de dolor y sus claros ojos se abren mucho, para después cerrarse poco a poco. La cámara aleja la imagen y Effie no puede evitar un grito de angustia. Mi hermano ha atravesado a Madge con ambas espadas. Las ha desenvainado demasiado rápido. ¿Cómo lo ha hecho? Ni siquiera me he dado cuenta.

Madge cae de rodillas y, cuando Rory aparta las armas, ella cae al suelo de bruces.

La ha matado.

Mi hermano ha matado a Madge.




El grito de Effie no me impide abrir la puerta. Casi puedo oír una alarma silenciosa que debe estar alertando ahora mismo de que Gale Hawthorne ha abandonado su estancia. ¿Qué siento? Odio. Más que odio. Acabo de ver como mi hermano mataba a una inocente. ¿Mataba? No, peor. Mucho pero. Ha atravesado su cuerpo y la ha dejado allí moribunda, herida, desprotegida y sufriendo. El cañonazo que me he negado a escuchar resuena en mis oídos, haciéndose real. Pero me niego. Bastante he tardado en aceptar que mi hermano sea un asesino, no puedo llegar a comprender en qué tipo de ser se ha convertido. No eran las ganas de ganar lo que se veía reflejado en sus ojos mientras asesinaba a Madge, eran ganas de acabar con la vida de alguien. Pero, ¿de verdad puedo seguir considerándolo mi hermano? Él no era así antes de que sufriera la tortura del Capitolio.

Camino por los pasillos sin saber exactamente hacia dónde voy aunque plenamente consciente de qué es lo que busco. Ha llegado el momento. Tanta terapia sin razón para refrenar un instinto de supervivencia no ha servido para nada. Yo soy un asesino, como mi hermano, salvo que yo tengo un objetivo. No permitiré que nadie vuelva a controlarme, o a encerrarme en una persona que no soy. No he salido de los juegos. Sigo luchando por sobrevivir y por salvar a las personas que me importan, tal y como intenté salvar a Katniss.

Sin embargo, a pesar de mi desesperación por encontrarla, es ella la que da conmigo.

-Gale, ¿qué se supone que estás...?

No le doy tiempo a terminar. La cojo por el cuello y la empujo contra la pared.

-¿Qué le habéis hecho? - la rabia me impide hablar con claridad, pero no me importa.

-Gale – susurra respirando con dificultad - ¿De qué estás hablando?

-¡Quiero saber qué le habéis hecho a mi hermano!

-Pero...

-¡Desde que os llevasteis a mi hermano se ha convertido en un psicópata! ¡Acaba de matar a Madge!

-¿Qué? - sus ojos se abren mucho y después los cierra. Antes de que me dé cuenta, sus brazos golpean el mío y gira su cuerpo de tal forma que, al momento, soy yo quien se encuentra contra la pared. Me sujeta ambas manos por la espalda y enseguida noto el frío contacto del metal presionando mis muñecas. Atalanta me sujeta el cuello con una mano y con la otra sujeta firmemente las esposas que me atan. - Camina – susurra con voz ronca, lo que me sorprende, al igual que su fuerza.

-¡Suéltame!

-Obedece de una vez. - aunque forcejeo para liberarme, acaba empujándome y obligándome a caminar.

Me conduce por unos pasillos extraños sin detenerse y sin decir una sola palabra. Noto su cuerpo tenso contra el mío. Finalmente, me doy por vencido. Si tengo que enfrentarme a un destino fatídico, este es el mejor momento. No me queda nada. No tengo familia y acabo de perder en los juegos a una de las pocas personas cuya supervivencia me importaba. ¿Para qué volver al Distrito 12 y morir allí a manos de los agentes de la paz? ¿Para soportar de nuevo días interminables con Peeta Mellark dirigiéndome sus miradas de desprecio? He vuelto a fallar a su palabra. Ni siquiera me importa el saber si mi hermano sobrevive o no. Estará mejor si yo he dejado este mundo.

En un punto del recorrido, poco antes de girar un esquina, Atalanta me empuja contra la pared y se acerca tanto a mi oído que mi cuerpo se tensa.

-Ahora mismo hay decenas de vigilantes en la sala de control que saben que has salido de tu departamento. Quiero que sigas resistiéndote, ¿de acuerdo?

No me deja tiempo a responder, ni siquiera a analizar sus palabras. Vuelve a manejarme como a una marioneta y me obliga a girar la esquina del pasillo, entrando en otro similar salvo por el hecho de que en este sí que hay gente. Cuatro agentes de la paz, armados y montando guardia firmemente junto a una gran puerta metálica con un número cinco grabado sobre la puerta. En cuanto nos ven, los agentes se giran y nos apuntan con sus pistolas. Atalanta no duda un segundo y continúa avanzando, conmigo como escudo, lo que me impulsa a seguir resistiéndome.

-¡Apartaos! - exclama con voz fuerte y poderosa, con voz de Vigilante jefe. Los agentes se miran unos a otros, desconfiados, pero no obedecen su orden – ¡Soy Atalanta Crane, Vigilante jefe! ¿No me habéis oído?

-Tenemos órdenes de impedir que ningún personal sin autorización cruce estas puertas.

-Está bien. Yo tampoco impediré que te ejecuten por desobedecer una orden directa. ¡Se me ha ordenado llevar a este rebelde al Capitolio!

-Nadie nos ha informado sobre ello.

-Porque sois cuatro simples agentes de la paz a los que no hay que informar sobre nada y si por mí fuera recibiríais aún menos información. ¡Estáis recibiendo una orden directa! ¡Pienso mandaros a vuestro asqueroso distrito a escavar en una mina si me detenéis aquí un segundo más! ¿Me habéis oído?

Contra mi espalda, comienzo a notar como tiembla el cuerpo de Atalanta. ¿Serán nervios o miedo?

A continuación, Atalanta saca una pistola y apunta al agente que la ha provocado. Jamás había visto a dos personas tan dispuestas a matarse la una a la otra. Ni siquiera Clove y Marvel en los juegos. Y esto hace que le tema mucho más al momento que estoy a punto de presenciar.

-Esto es ridículo – dice uno de ellos, bajando el arma – Es la Vigilante jefe. Si ella no está autorizada a pasar, ¿quién lo está?

Esto parece convencer a los otros dos, que se miran interrogantes y dejan de apuntarnos; pero no al tercero.

-Lark, baja el arma – le dice uno de ellos sin dejar de mirar a Atalanta con temor. ¿La temerá por la mirada de asesina que debe de tener ahora mismo? ¿O será por todo aquello que saben sobre ella?

-No se nos han dado órdenes – repite el que responde al nombre de Lark.

-Te las doy yo. No tengo tiempo para elaborar un informe. El final de los juegos está a punto de llegar y debo cubrir para entonces mi puesto. Pero antes – me empuja y avanza tras de mí hacia la puerta – he de entregar a Gale Hawthorne e informar al Presidente Snow en persona.

Llega al teclado que hay junto a la puerta y comienza a pulsar los botones con rapidez. Ésta se abre en seguida y la chica me empuja al interior. La puerta se cierra tras nosotros.

-Incompetentes – susurra.

Por el rabillo del ojo la veo levantar la pistola.

Impacta contra mi cabeza con tal fuerza que caigo al suelo con un golpe seco.

Siento un pinchazo en el brazo y, al fijarme en él, descubro una jeringa con un líquido grisáceo. Atalanta presiona el émbolo y el líquido se pierde en mi organismo.

Todo se vuelve negro y, por primera vez, puedo asegurar estar a merced del Capitolio.



Por primera vez, siento terror por ello.