lunes, 21 de julio de 2014

Capítulo 19. Mentores

Espero durante unos quince minutos hasta que la puerta del comedor se abre y al otro lado aparece mi hermano, vestido con su traje del entrenamiento. Supongo que se lo habrá proporcionado su estilista a quien, debido al incidente de ayer con Atalanta, aun no he tenido la oportunidad de conocer. Se sienta en el sillón que hay en frente del mío, junto a la gran ventana que nos permite ver los grandes edificios del Capitolio en un fotograma. Me siento aquí para llenarme de odio, para mantener siempre a la vista los lujos que posee el Capitolio, la riqueza, a costa de los distritos a los que pertenecen los tributos a los que matan cada año. Nos lo quitan todos.

-¿Sabes manejar algún arma? Supongo que habrás aprendido algo en el bosque.

No tengo miedo de pronunciarlo en voz alta. El Capitolio lo sabe, y ahora sabe que lo sé.
Mi hermano se encoge de hombros.

-Arco, cuchillo y lanza. Las trampas se me dan mal, es Vick el que se parece a ti en ese aspecto.

Y ahora llega el momento, la cuestión por la que apenas he dormido. ¿Qué estrategia puedo seguir para lograr la supervivencia de mi hermano? ¿Me importa más que consiga patrocinadores o que el resto de tributos no lo considere una amenaza? Teniendo en cuenta quién es, los tributos irán desde el inicio de los juegos a por él, lo consideren fuerte o no.

-Quiero que te comportes como un profesional, pero no hagas aliados. Te traicionarán cuando menos lo esperes.

Asiente, convencido.

-¿Crees que seras capaz de conseguir recursos? - pregunto.

Vuelve a encogerse de hombros.

-Depende de la arena. No es lo mismo un desierto que un bosque o una playa, ¿no?

Lazo un fuerte suspiro. Son demasiados los factores que corren en nuestra contra, pero no se rendirá, y no dejaré que lo haga.

-Tienes posibilidades - le digo sincero, y noto el brillo maliciosos en sus ojos.

-¿Hemos terminado?

Miro el reloj dorado que me dio Atalanta. Me lo he puesto para recordarme quién es y que no tengo miedo a lo que pueda hacer o a lo que haya llegado a ser.

-Puedes marcharte cuando quieras, no voy a obligarte a quedarte.

Asiente y sin decir una palabra más, vuelve a dejarme solo en la habitación.

Parecen pasar horas hasta que aparece Madge. Me quedo allí, mirando con atención los edificio del Capitolio que se han reflejado en la ventana, sus destellos dorados y plateados, su altura, sus decorados. Son preciosos y al mismo tiempo horribles para aquellos que no podemos disfrutar de ellos.

Bajo la mirada hacia mis brazos y trazo con el dedo el contorno de los árboles tatuados en mis brazos. ¿Cuánto hace que no entro en el bosque? La angustia me invade. La última vez que lo hice fue con la tributo de la soy ahora mentor. Si no la hubiese llevado a mi pequeño paraíso tal vez seguiría en el Distrito 12, cuidando a su madre. Y habría otra chica en su lugar, ¿cuál es la diferencia?

-Bonitos tatuajes.

No la he oído llegar. Levanto la cabeza y la observo, apoyada en el marco de la puerta, con su traje de entrenamiento rojo y negro, perfectamente ajustado a su cuerpo delgado y menudo.

-Hola. Te estaba esperando.

Vacila un poco antes de entrar, pero finalmente acaba sentándose en el sillón que hay frente a mí. Cruza las piernas y se deja caer contra el respaldo.

-Cuénteme, mentor.

La forma en que me llama hace que se me tense el cuerpo. Recuerdo a Haymitch hace un año, intentando darnos consejos que nos permitieran sobrevivir. Lo recuerdo borracho, en el tren, cuando Katniss y yo temíamos que no fuera competente, que no nos ayudara.

Pero lo hizo. Y ahora soy yo quien debe hacer lo mismo.

-En realidad no es necesario hablar contigo. Quiero idear alguna estrategia contigo y para ello necesito saber qué tipo de armas sabes manejar.

-Ya lo sabes - responde, moviendo el pie u dando golpecitos en el sillón con el talón - Soy buena con el arco, pero sobre todo con el cuchillo. Lo mio es la puntería, no el cuerpo a cuerpo.

Asiento. Ya lo sabía, yo fui quien la entrenó. Ahora llega el momento de la estrategia. Puede que algunos piensen que es débil, pero la mayoría de ellos la atacarán por creer que es la favorita del Capitolio. Al fin y al cabo, es la hija de una de las personas más importantes del Capitolio.

-No los provoques, creerán que estás muy ligada al Capitolio y son enemigos de él.

-Vaya, pensaba divertirme un poquito provocando a la gente. - sus dedos comienzan a girar uno de sus mechones rubios entre los dedos - Ya que voy a morir...

-No hagas eso Madge. No tienes por qué morir.

Deja caer la mano y se inclina hasta sentarse en el borde del sillón. Yo he hecho lo mismo sin darme cuenta.

-Sabes que moriré, Gale. Hay tributos mucho más preparados que yo.

Sus ojos están llenos de rabia y odio, emociones demasiado fuertes. Niego con la cabeza.

-No dejaré que te maten.

-¿Y qué vas a hacer? - Madge alza la voz. - ¿Entrar en la arena conmigo y protegerme? Eso intentaste hacer con Katniss y fracasaste.

Los ojos le brillan. Sé que no tardará en levantarse y marcharse, sé que no quiere llorar delante de mí.

-No - respondo con tranquilidad - Te ayudaré desde fuera.

-Gale... - aparta la mirada y la clava en el suelo, no termina lo que quiere decirme.

-Escucha - cojo sus manos y las sujeto con fuerza entre las mías - Confío en ti, haz lo que creas que debes hacer en los entrenamientos, en la sesión privada... Pero no provoques al resto de tributos. Consigue aliados inteligentes a los que puedas traicionar en cualquier momento. ¿Lo has entendido?

Asiente y aprieta mis manos con fuerza.

Pasan los minutos y ella sigue mirando hacia el suelo. Yo soy incapaz de apartar la mirada de su nuca.

En algún momento, se levanta y suelta mis manos, caminando hacia la puerta. Yo no la retengo.

-Tendré que luchar contra tu hermano - dice desde la puerta.

-Supongo que tarde o temprano uno de vosotros morirá de alguna forma que no podré evitar.

Intenta un amago de sonrisa y, tras fracasar, abandona la estancia.

Ha llegado el momento de adquirir una mente fría y calculadora. Los protegeré a los dos, y cuando uno de ellos caiga, me aseguraré de que el otro sea el vencedor.

Mi hermano, Rory, o Madge.


Los días pasan lentamente. Sólo veo a Madge y Rory tributos a la hora de cenar. Desayunan antes de que yo me haya despertado y comen con el resto de tributos.
Mientras ellos están entrenando, Effie y yo bajamos a la planta baja, en la que se reúnen el resto de mentores para encargarse de formar aliados. El primer día pocos bajan, pues deciden esperar a que lleguen sus tributos para contarles en quiénes están interesados y quiénes suponen una buena alianza, una buena ayuda para sobrevivir.
El segundo día, Johanna Mason, del Distrito 7, se acerca a mí. Es algo mayor que yo, aunque más bajita. Parecería una inocente adolescente si sus juegos no fuesen unos de los más retransmitidos por el Capitolio. Pon un hacha en las manos de esta adolescente, cuyo distrito se dedica a la obtención de madera, y toda su fragilidad desaparece.
-Hola, Gale.
Lleva un vestido rojo oscuro muy corto y escotado. Al sentarse junto a mí, el borde del vestido se levanta y deja claro que no lleva ropa interior.
-Mis dos tributos está extremadamente interesado en Rory Hawthorne. ¿Qué te parecería una alianza?
Intento centrar mis ojos en su cara, pero estos no dejan de desviarse a su escotado vestido palabra de honor.
-Mi hermano no hace alianzas.
-¡Vamos, Gale! Los míos son fuertes. Son hermano y han ocasionado muchos problemas al Capitolio – su sonrisa se agranda y se acerca más a mí – Juntos, podrían contra los profesionales. Te ofrezco una alianza sin compromiso que Rory podrá romper cuando le apetezca.

-Mi hermano no hace alianzas – repito, apoyando mi mano sobre su hombro y alejándola despacio – y menos con un par de tributos tan unidos.

-Cassandra y Will lo estaban y tú decidiste aliarte con ellos. ¿Cuál es la diferencia?

Empuja con fuerza para acortar la distancia entre ambos, así que me rindo y me levanto del sofá en el que estaba sentado.

-De los errores se aprende, Johanna.

Ese día, como todos, nadie habla durante la cena hasta que decido romper el silencio.

-Está bien. Estoy harto. - todos levantan la mirada para observarme con atención – Necesito que me habléis del resto de tributos. Todos los mentores saben cómo sois vosotros y yo soy el único que no sabe nada del resto.

-No nos has preguntado – comenta Madge, concentrándose de nuevo en su filete de ternera.

-Es vuestra obligación.

-Los profesionales han formado alianzas – responde rápidamente mi hermano – Pero los del cuatro van a parte. La chica es muy débil y tímida, pero el chico está todo el día metido en el puesto de combate cuerpo a cuerpo.

-La chica ni es fuerte ni lista. Lleva dos días intentando encender una hoguera. El chico del cuatro busca un aliado bueno en puntería – Madge me lanza una mirada de complicidad – Supongo que querrá que alguien le cubra las espaldas mientras él pelea.

-Es una buena estrategia – respondo, encogiéndome de hombros.

-¿Te ha pedido ser su aliada? - pregunta mi hermano.

-No, pero se lo oí decir a la chica del seis, la rubia que siempre va con el hombre de la silla de ruedas. Al parecer a ambos les condenaron por el mismo delito.

Effie deja caer el tenedor y vuelve a cogerlo rápidamente susurrando una disculpa.

-¿Hablan de eso en la sala de entrenamientos?

-No, pero la chica lo va gritando. Nadie habla de eso habiendo agentes armados por cada dos metros de pared.

-¿Hay agentes? - pregunto sobresaltado.

Rory y Madge se miran y luego me dirigen miradas interrogantes.

-¿No los había el año pasado? - niego lentamente con la cabeza. Rory se encoge de hombros – Supongo que nos consideran más peligrosos que a ti.

-El caso es que este año no solo los profesionales parecen unos psicópatas. El chico del tres es todo músculo y ayer rompió uno de los muñecos que utilizan para el cuerpo a cuerpo. Apenas puede coger una espada con esos brazos tan grandes.

-Pero cuando la coge más te vale estar lejos de su alcance – aclara Rory.

-El chico rubio del Distrito 11 también es bueno con las espadas cortas – Madge ha abandonado por completo su filete – Y es bueno escalando.

-Normal. Su distrito es de recolección, tienen que subir a las copas de los árboles.

-Pero éste es increíble – me corta Madge.

-Yo a los que temo es a los tributos profesionales masculinos. - mi hermano comienza a pinchar el mantel con el tenedor - El del uno es altísimo y muy bueno con el arco, demasiado. Y el del Distrito 2 es mayor. No es lo mismo luchar contra un niño que contra uno de veinte años, que no solo tiene más fuerza que tú, sino que es más listo. La profesional del uno está enferma, no sé como pretende el Capitolio que gane un profesional si tienen que cuidar de una débil.

-Ta vez este año quieren dejar claro que ni siquiera los delincuentes de sus distritos preferidos están a salvo. - supongo.

-Tal vez – dice, encogiéndose de hombros – Pero no me termina de encajar.

-¿Y qué me decís de los del siete?

-¿Los mellizos? - pregunta Madge.

-Ajá.

-Son buenos. Ella con las lanzas y él con los cuchillos. Se complementan a la hora de protegerse.

-Pero él no es muy fuerte – aclara mi hermano – Es ella la que tiene músculos a base de lanzar las barras a veinte metros de distancia.

-Pero él es rápido y ágil.

Ambos comienzan a discutir sobre todos los tributos. No le dan importancia a los adultos, sobre los que opinan que les falta velocidad; tampoco sobre la niña pequeña que, ha diferencia de Rue, que era capaz de ocultarse, ésta no sabe hacer mucho. Descubro que el hombre del ocho es casi sordo, y que la mujer del once no es grande por entrenar, sino por genética, pues según cuenta mi hermano, se pasa las horas del entrenamiento sentada en el suelo.

Al final los dos terminan de comer al mismo tiempo y se marchan juntos. Entonces decido llamar a Rory. Madge ni siquiera se da la vuelta, sino que prosigue su camino. Rory, sin decir una palabra, vuelve a sentarse en la silla de la que se acaba de levantar.

-Los hermanos del Distrito 7 están interesados en formar una alianza contigo. ¿Qué me dices?

Esto parece sorprenderle.

-Me dijiste que no consiguiera aliados.

-No puedo obligarte a no formarlos. Le he dicho a Johanna Mason que no, porque son dos tributos muy unidos. Sería muy fácil traicionarte. Pero la última palabra está en tus manos.

Mi hermano se queda pensativo unos segundos antes de contestar.

-Mantengo lo que le has dicho a su mentora.

Asiento y se levanta, trazando de nuevo el camino hacia la puerta. Cuando ésta se cierra detrás de él miro a Effie, quien mantiene los ojos fijos en mí.

-Al menos has conseguido que se hablen. Si se muestran menos distantes, llamarán más la atención del resto de tributos.

-¿Eso crees? - pregunto, girándome para volver a mirar la puerta.

-Lo tengo comprobado.

Esa noche decido pasar por la habitación de Madge. Justo cuando voy a llamar a la puerta, ésta se abre y mi hermano la cruza.

-¿Qué haces tú aquí? - pregunto de golpe.

-Tranquilo que no te la voy a quitar – contesta, alejándose por el camino.

-Tu hermano es imbécil – comenta Madge, que acaba de aparecer por la puerta. Tiene las mejillas sonrosadas. - Quiere que nos aliemos, pero me niego en redondo.

-Vale.

Aparta la mirada del lado del pasillo por el que ha desaparecido mi hermano y me mira con atención. No sé por qué he respondido tan rápida y secamente. Tal vez sea porque no me parece bien que mis dos tributos se alíen, poniéndomelo así más difícil a la hora de decidir cuál de los dos debe ser el vencedor. Tal vez sea por otras razones...

-¿Y bien? - pregunta Madge, con el ceño fruncido - ¿Qué querías?

-Me has dicho que el tributo del Distrito 4 busca aliados buenos en puntería, y tú eres buena en puntería.

-¿Pretendes que me alíe con él? - pregunta, abriendo los ojos.

Me encojo de hombros.

-Sólo quería saber qué te parecía. Es fuerte y tú eres pequeña para la lucha cuerpo a cuerpo, ¿no crees?

-Soy rápida y escurridiza – responde con una sonrisa maliciosa.

-Entonces, si su mentor se acerca para proponer una alianza, ¿qué hago?

-Espera a que llegue ese momento. No creo que sea su mentor el que te lo pregunte a ti. Lo he observado y siempre que quiere tratar con otro tributo bueno en puntería lo hace por él mismo.

-¿Quieres decir que puedes manejar la situación por ti misma?

-Exacto.


Al día siguiente, Johanna Mason vuelve a acercarse y me pregunta sobre la alianza.

-Sí, sigue prevaleciendo lo que te dije ayer.

-¡Ay, Gale! Me encantan los chicos que se hacen los duros.

Ignoro su vestido casi transparente y camino hacia un gran tablón en el que aparece el nombre de todos los tributos junto a su resultado. Observo a todos los que mencionaron ayer mi hermana y Rory. El chico del Distrito 4 es de piel bronceada, con el pelo cobrizo formando despeinados tirabuzones en su cabeza. Lo miro con atención. Es muy parecido a...

-Me gusta tu chica. - me sobresalto al escuchar la voz junto a mi oído y me alejo de su origen.

Y ahí está. Pelo cobrizo, alto, esbelto y bronceado.

-Vaya. Pensaba que siempre estabas alerta, ya veo que me equivocaba. Me llamo Finnick. Finnick Odair.

-Ya sé quién eres – respondo, mirando con desconfianza la mano que me tiende.

-¿Ah, sí? ¡Claro que sí! - aleja la mano y se la pasa por el pelo, despeinándose – Soy famoso y encantador. Mientras que tú eres flor de un día, Gale. Dime, ¿eres uno de mis fans?

-No – respondo secamente – Pero siempre te entrevistan para los juegos.

-Normal. La cámara me ama.

-No como el resto de Panem – comento, más para mí que para él.

-¿Cómo has dicho? ¿Insinúas que el resto del país no me adora? - mantiene la mirada clavada en mí y por un momento veo el destello asesino gracias al cual salió de los juegos - ¡Es broma! – exclama, aunque el brillo sigue estando ahí - ¿Para qué quiero que me adoren los de fuera si los del Capitolio me dan todo lo que necesito?

-No puedes hablar en serio – mi voz está llena de desprecio.

-Y no lo hago – responde, girándose para observar de nuevo el tablón. Su tono de voz ha cambiado repentinamente – En el fondo todos hemos pasado por la arena, Gale. Todos, o casi todos, pensamos lo mismo.

-¿Insinúas que todos estamos de acuerdo en lo referente a los juegos?

-Bueno, eso depende. Si tuvieras que volver a los juegos no dudarías en matar, ¿verdad? - guardo silencio y conforme éste se alarga, también lo hace la sonrisa de Finnick Odair – Lo suponía.

-¡Eh! Aléjate de Gale. El ya está haciendo alianzas con mis tributos.

Johanna llega a nosotros y lo empuja, alejándolo de mí.

-Vaya Johanna. Que provocativa.

Ni corto ni perezoso, la mira de arriba a abajo, con detenimiento.

-El hermano Hawthorne está a punto de aliarse con mis tributos. No te entrometas, sex symbol.

Finnick ríe con fuerza.

-No me interesa el chaval. La que me interesa es la chica. - esta afirmación hace que comience a sudar.

-Será mejor que no se entere Annie o vas a tener problemas.

-No en ese sentido. Mi tributo busca a alguien con puntería, al parecer, y sé que ella la tiene. ¿No es así, Gale?

-¿Me estás proponiendo una alianza? - pregunto desconfiado, esta vez me tomaré yo la libertad de rechazarla sin ni siquiera consultárselo a Madge.

-No, no. Mi tributo no me ha pedido nada, ni me lo pedirá.

-Hablando de tu tributo – vuelve a intervenir Johanna – Es de lo más guapo. Se parece a ti

-Casi todos los chicos de mi distrito se parecen. Es lo que tienen vivir al lado del mar: el pelo se esclarece y la piel se broncea. Además, la pesca es un trabajo duro, de hay el cuerpo musculoso. Aunque yo soy más atractivo.

Da un giro sobre sí mismo y se apoya contra la pared, cruzando los brazos sobre su ajustada camiseta. Casi puedo oír suspirar a todos los habitantes del Capitolio ante semejante gesto.

Espero que no tener que soportar mucho al creído de Finnick Odair.

lunes, 7 de julio de 2014

Capítulo 18. La nueva Vigilante Jefe

Aquí está, tal y como os lo prometí, y bastante puntual. Espero que os guste ahora que empiezo a meterle algo de misterio y ya mismo LOS JUEGOS (la verdad es que estoy deseando escribirlos jejeje).
Me gustaría que comentaseis opinando sobre el capítulo y también respondiendo a la siguiente pregunta: Si os marcharais a un lugar desconocido, solos/as, ¿qué sería lo que más echaríais de menos? Espero con ansias vuestra opinión y ya sabéis, el próximo capítulo lo tendréis dentro de dos lunes.



Observo con atención a la chica que hay sentada justo frente a mí, presidiendo la mesa de reuniones. Comienza a girar uno de los mechones de pelo rojizo entre sus dedos al mismo tiempo que sonría. Es una sonrisa cálida que no se ajusta nada a la situación. En lugar del vestido fluorescente que llevaba en la fiesta de la mansión del Presidente Snow, ahora viste un uniforme gris con tonos azules que supongo será su uniforme de Vigilante Jefe.

-¿Tú? ¿La vigilante jefe? - pregunto, incapaz de creerlo. -¿Qué ha pasado con tu hermano?

-Cometió demasiados errores - dice Atalanta con una calma inusual, y se echa hacia atrás en el asiento - El Presidente Snow ya le había advertido, pero siguió equivocándose, y no tuve más remedio que descubrir todo lo que le había ocultado.

-¿Tú lo entregaste?

-Y a cambio conseguí este puesto. - contesta como si nada - Todo requiere sacrificios, Gale Hawthorne.

Estoy confundido, muy confundido, y las emociones que se suceden en mi cabeza no me sirven de mucha ayuda. Por un lado, una parte está deseando abrirse paso por mi mente y gritar, expresar todas mis emociones y sentimientos. Pero otra parte, a sabiendas de que estoy frente a la nueva Vigilante Jefe, la mano derecha del Presidente Snow, me obliga a comportarme de la forma más educada, ocultando mi rabia y mi temor.

Esta chica, que hace tan solo unos meses se mostraba dispuesta a ayudarme con mis problemas de personalidad y mi obsesión por la defensa que desarrollé en los juegos, ahora será la encargada de aniquilar a mi hermano, imponiéndome así el castigo que merezco por haber desobedecido las normas establecidas por el Capitolio.

Yo confié en ella, pero, al parecer, lo único que hice fue proporcionarle información para que le resultara más fácil acceder a ese puesto, para el cual acaba de dar a entender que ha sido la responsable de la detención de su hermano. ¿Hasta qué punto son capaces de llegar las personas más fieles al Capitolio?

-Vaya, parece que te he dejado sin palabras - la voz de Atalanta me saca de mi ensimismamiento y levanto la mirada. Ahí, sentada cómodamente y sonriente, sin su vestido extravagante ni sus enormes joyas, no parece una chica que haya pasado toda su vida viviendo en el Capitolio.

-¿Para qué me has llamado? - pregunto, intentando recuperar la compostura.

-Eres el ganador de los septuagésimo cuartos juegos del hambre, lo que supone que este año vas a ser una de las principales estrellas - Atalanta se incorpora y se pega a la mesa, acercándose todo lo que puede a mí, aunque la mesa sigue haciendo que entre nosotros haya más de tres metros de distancia - El Presidente Snow quiere asegurarse de que tu comportamiento sea ejemplar.

-¿Crees que voy a comportarme después de que mi hermano se esté jugando la vida en los juegos? - de mi boca se escapa una carcajada llena de sarcasmo antes de contestar a la pregunta que yo mismo acabo de formularme - Creo que no.

Antes de que me de tiempo de arrepentirme de mis palabras y cometer una locura decido salir de aquí. Así que me doy la vuelta y camino hacia la puerta de la sala.

-No tiene por qué morir, Gale.

Me quedo con la mano sobre el pomo y, poco a poco, me giro.

-¿De qué estás hablando? - pregunto incrédulo.

Mi hermano es Rory Hawthorne. Nacido en el Distrito 12, minería. Perdió a su padre cuando tan sólo era un niño. Superviviente de sufrir hambre todos los días de su vida. Desaparecido en el bosque hace un año. Capturado posteriormente por el Capitolio junto a mi hermana pequeña, Posy, y la madre de mi mejor amiga fallecida. Torturado por el Capitolio con ácido en busca de una información que no poseía. Elegido para participar en unos Juegos del Hambre en los cuales, todos los tributos han desafiado las normas del Capitolio.

Tengo que repetirme esto una y otra vez para convencerme de que el Capitolio es el responsable de todos los males de mi familia. Para convencerme de que no voy a confiar en ellos.

-Siempre hay alguien tras los obstáculos de los juegos y, créeme, este año una ayudita no le vendría nada mal a ningún tributo.

Pienso en Will, Cassy y Clove, que confiaron en el Capitolio y se dejaron engañar. Prometieron ofrecer un gran espectáculo con tal de su supervivencia.

Ahora, todos están muertos.

Yo soy el responsable de sus muertes.

Yo soy el único que sigue con vida.

-Nunca me verás haciendo tratos con un vigilante, Atalanta Crane. - le afirmo lo más educadamente posible, utilizando su nombre y apellidos, como siempre hace ella conmigo - Le deseo que pase una buena noche, seguro que necesita recuperar fuerzas para las semanas tan duras que se le presentan.

Me doy la vuelta con la imagen de sus ojos color miel aún grabados en mi mente y salgo al pasillo, en el que el agente que me trajo hasta aquí me espera para acompañarme de vuelta.



Las puertas del ascensor se abren y una sensación de vacío invade mi estómago. Es como revivir mi estancia en este edificio, en esta planta, entre estas paredes, hace tan solo un año. La última vez que estuve aquí, me acompañaba mi mejor amiga quien, de una forma u otra, me aportaba fuerzas y ganas de luchar. Ahora, estoy completamente solo. O no tanto como a mí me gustaría.

-¡Gale! - Effie aparece casi corriendo por el pasillo que conduce a la sala del televisor, lo que parece imposible con las enormes plataformas que hoy se ha colocado bajo los pies - ¿Estás bien? Estábamos esperándote.

Me coge del brazo con fuerza, cortándome la circulación, y tira de mí.

Llegamos a la sala de la que ha salido. En los sofás y sillones, además de Rory y Madge, encuentro a mi equipo de preparación.

Me siento junto a Madox en el sofá y noto como todos guardan silencio, esperando a que les cuente lo ocurrido. Pero no me siento en condiciones de hablar. Las palabras de Atalanta resuenan una y otra vez en mi cabeza. Mi hermano puede morir en los juegos y yo no voy a comportarme como el Presidente Snow querría que lo hiciera. No tengo nada que perder. Sin embargo, si lo hago, tal vez Atalanta le permita sobrevivir. Séneca rompió su promesa con los tributos del Distrito 6 el año pasado, ¿por qué hay algo en mi cabeza que me dice que Atalanta podría ser diferente, que podría ayudarme?

No. No volveré a confiar en ella. Ya lo hice en la fiesta de la Mansión del Presidente Snow, cuando me soltó un largo monólogo sobre cómo su hermano quería sorprenderme presentándomela y cómo ella había matado a Will y a Cassandra para ayudarme a ganar. Eran tan solo simples palabras, mentiras... o al menos intento convencerme de ello.

Miro a mi hermano a los ojos. Es el único familiar que sé con seguridad que queda con vida. ¿Y si muriera por mi culpa, por no aceptar las condiciones que me ha ofrecido la Vigilante Jefe?

Entonces observo a Madge, pienso en su madre enferma y en su padre, solo, a cargo de un distrito que se muere poco a poco, y sé que no podría llegar a ningún acuerdo con Atalanta. Aunque Rory sea mi hermano, Madge también se merece tener una oportunidad para sobrevivir.

-Hemos visto la retransmisión del desfile. - intenta romper el silencio Portia - Rory y Madge han estado increíbles.

-Aunque Madge estaba algo fría. ¿No creéis? - pregunta Madox.

-Madge es fría - respondo, mirándola fijamente a los ojos - como el hielo.

-No va mucho con tus tatuajes, Madox - dice Eridia, que parece la más cómoda de todos nosotros.

-Aunque con el bosque forman una estampa preciosa - mi hermano sonríe irónicamente, levantando una ceja.

-Eso es la nieve - lo corrijo - no el hielo. El hielo es peligroso.

Le guiño un ojo a Madge y ella frunce el ceño, lo que hace que sonría.

-¿Qué opináis del resto de tributos? - pregunto entonces.

Effie me mira desesperada, pero el resto ya parece haber entendido que hasta que los dos tributos bajo los que estoy al cargo se hayan marchado, no voy a contar nada de lo ocurrido hace escasos minutos.

-Interesantes - responde Madge, lo que me parece la palabra más acertada para describirlos.

-Vulnerables - en cambio mi hermano parece muy seguro de sí mismo - La mitad de ellos son adultos, eso nos da una oportunidad a los jóvenes. También hay heridos. Van a ser unos juegos divertidos.

Es su última afirmación la que me eriza el vello de los brazos. ¿Divertidos? ¿Desde cuándo los juegos pueden considerarse divertidos? ¿Acaso mi hermano sería capaz de matar a un chico en silla de ruedas, o a un anciano? Lo miro a los ojos aterrorizado ante la respuesta que éstos me dan. Mi hermano sería capaz de matar a cual quiera. ¿Por sobrevivir? Ya no estoy tan seguro de ello.

-Tal vez deberíais iros a descansar. - digo sin apartar la vista de esos ojos, tan parecido a los míos y que expresan emociones totalmente diferentes - Mañana deberéis madrugar.

-Los entrenamientos comienzan a las ocho – informa Effie, aunque en su voz cantarina hay un deje tembloroso.

-Entonces quiero veros a uno de los dos a las seis y media aquí.

Ambos se levantan al mismo tiempo. Observo con atención a Madge, que es la última en salir de la sala, hasta que cerra la puerta tras ella. Las preguntas no tardan en llegar.

-Oh, Gale. Estábamos tan preocupados. - Effie gimotea y le tiendo una mano que ella acepta encantada, apretándome con fuerza. Ignoro al resto, que no dejan de preguntar cómo estoy, qué ha pasado, qué quería Seneca o todas las preguntas que esperaba tener que contestar. Todo ello, para centrarme en Effie, quien desde el asesinato de Haymitch está mucho más sensible de lo cabría esperar por su parte.

El resto parece darse cuenta y guardan silencio mientras un par de lágrimas caen por las mejillas de Effie, dejando pequeñas marcas en sus capas de maquillaje.

-No puedo hacer esto sin ti – le recuerdo – Te necesito fuerte, energética.

-Lo intento – dice en un suspiro, aunque deja de llorar.

Recuerdo mi odio hacia Effie, hacia su forma de ser, presuntuosa a insensible, y hacia su aspecto físico. Ahora sin embargo, somos dos personas unidas por la pérdida de un ser querido. Una pérdida que me ha ayudado a conocer la fragilidad de las personas, incluso de aquellas que en un principio siempre han parecido disfrutar con los juegos.

Parto la mirada de ella para concentrarme en el resto.

-Hay un nuevo Vigilante Jefe.

La sorpresa es enorme. De nuevo, las preguntas sobre quién es y qué ha ocurrido con Seneca reaparecen. Eridia y Madox comienzan a preguntarme sobre habitantes del Capitolio, supongo que vigilantes, para saber si averiguan quien ha sustituido a Seneca.

-¡No sé lo que le ha ocurrido a Seneca! - exclamo sobre sus voces para hacer que guarden silencio – Lo que sí sé, es que me han llevado ante la nueva...

-¿Es una mujer? - preguntan Eridia y Carlo al mismo tiempo.

-Sí – asiento. - Y ahora, si me dejáis terminar, seguiré hablando – todos asienten y se sientan cómodamente, observándome con atención, como un grupo de niños a la espera de que su padre les cuente alguna historia antes de irse a dormir.

-La nueva Vigilante Jefe es Atalanta Crane.

Todos se miran incrédulos y confundidos. Pero a mí, el único que me interesa ahora mismo es Madox quien, como esperaba, me mira interrogante. Yo asiento a modo de respuesta.

-Gale, te prometo que no sabía que era vigilante.

Los murmullos de desconcierto cesan y todos concentran su atención en Madox y en mí.

-Lo sé. No pasa nada.

-¿Has dicho “Crane”? - pregunta Effie.

-Sí – y comienzo a contárselo todo. Mi visita al Capitolio hace unos meses, en la que Atalanta intentó ayudarme con mis trastornos de personalidad; mi encuentro con ella en la mansión del Presidente y cómo descubrí que era hermana de Seneca; y nuestra conversación de esta noche, aunque obvio mencionar algunos detalles como su ofrecimiento a ayudar a mi hermano a sobrevivir.

-No puedo creerlo – susurra Madox tras mi narración.

-Yo tampoco lo hubiera creído – digo, bajando la mirada y sintiéndome profundamente derrotado.

¿Es que nunca podré confiar en nadie?

-No te preocupes, Gale – dice Effie, acariciándome el brazo – Será mejor que vayas a dormir. Mañana Madge y Rory te necesitarán.

Asiento y me pongo en pie. Antes de salir de la sala me despido de todos y le pido a Effie que descanse también.

Cuando llego a mi habitación busco entre mis pertenencias y no tardo en encontrar el reloj dorado que Atalanta me dio en la mansión del Presidente Snow. “Quiero que estés pendiente de los relojes, son muy importantes” me había dicho tras entregármelo. Ahora me pregunto si no llevará un micrófono o cualquier cosa que le permita escuchar lo que sucede a mi alrededor.

-Traidora – susurro aproximándome el reloj – Confié en ti.

No ocurre nada, pero no esperaba otra cosa.

Me ayudó a ganar los juegos, o eso fue lo que me dijo mientras bailábamos. Pero no sabía por qué. Tal vez fuera mentira. Tal vez yo ganase por mis propios medios y ella se atribuyera ese mérito para ganarse mi confianza. Y consiguió lo que quería.

Tal vez.