Sé
que estoy despierto cuando comienzo a oír los gorgoteos de una
máquina junto a mí. Aún no abro los ojos, sino que intento
localizar a ciegas dónde me encuentro. No se oye nada a mi
alrededor, así que supongo que en la sala donde estoy no hay nadie
salvo yo. Me pregunto cómo he llegado hasta aquí y entonces lo
recuerdo, las imágenes aparecen en mi cabeza como si fuera una
película. Yo, contemplando la arena y subiendo a un aerodeslizador,
donde varios hombres me agarraron y una mujer me inyectó algo. Me
quedé profundamente dormido. Había ganado los Juegos del Hambre,
pero en ese momento no sabía cómo debían tratarme, estaba
completamente desquiciado. Había contemplado la muerte de muchos
chicos de mi edad o menores que yo y, por si eso fuera poco, sabía
que el Capitolio quería matarme. Ahora sigo sin saber si todos los
ganadores pasan por la sala en la que me encuentro o si es un trato
'especial' como tantos he recibido desde que salí elegido en la
Cosecha.
A
ciegas, me dedico a investigar cuales son las zonas de mi cuerpo
malheridas, comenzando por los pies. Siento una fina sábana sobre
ellos, lo que quiere decir que mis piernas están en perfecto estado.
Recuerdo haber visto a algún ganador que reapareció en una silla de
ruedas tras ganar los juegos, pero al parecer mi pierna fracturada en
el incendio, cuando uno de los árboles cayó sobre ella, no ha
supuesto ningún reto para los médicos del Capitolio. Subo y realizo
movimientos imperceptibles con la cadera, tampoco hay ninguna muestra
de dolor ahí. Llego a los brazos, donde sí noto algo diferente. En
el brazo izquierdo noto mi músculo tensado, supongo que tendré una
venda en la horrible herida que me hizo el cuchillo de Clove en el
baño de sangre. Clove. Abro los ojos de golpe, estoy en una sala
enorme de paredes blancas en la que solo me encuentro yo, tumbado en
una camilla y con una maquina al lado. Observo mis brazos, tengo
tubos que me suministran un líquido transparente. Sin pensarlo dos
veces me los quito, ignorando los pinchazos de dolor que esto supone.
Tengo un nudo en el estómago debido al terror. Me levanto de la
incómoda camilla y observo con desesperanza a un lado y a otro, en
busca de una puerta, pero no hay ninguna en esta habitación. Corro
hacia la pared, descalzo y con una bata blanca que oculta mi
desnudez. Cierro mi mano en un puño y golpeo con fuerza el muro
blanco, repitiendo mi acción varias veces.
Oigo
un ruido detrás de mí y me giro para ver como una de las paredes ha
desaparecido y un grupo de personas entra en la sala. Tres hombres de
aspecto fuerte vienen directamente hacia mí y me agarran por los
brazos. Yo me resisto he intento golpear a uno de ellos, pero me
esquiva, con lo que solo golpeo al aire. Me llevan como pueden hasta
la camilla, donde hay un hombre y una mujer esperándome. El hombre
pulsa los botones de la máquina mientras la mujer llena una gran
jeringa de un líquido azul claro. Los tres hombres me tienen que
agarrar para que no me mueva en la camilla, veo como la mujer se
acerca con la jeringa en la mano.
-¿Qué
es eso? – pregunto sin dejar de forcejear, aunque sé que es
inútil. - ¿Dónde estoy?
-Te
ayudará a dormir.- se limita a contestarme, sin ni siquiera mirarme.
-No
quiero dormir, quiero saber dónde estoy. – la mujer me ignora así
que opto por gritarle - ¿Dónde está mi mentor?
Pero
no consigo nada. Me clava la aguja en el brazo y noto como presiona
para introducir el líquido en mi organismo, sin dejar una gota. El
efecto es rápido: los hombres me sueltan ya que mi fuerza para
resistirme se ha anulado por completo y comienzo a ver doble. La
habitación da vueltas. Todos forman un círculo a mi alrededor,
excepto el hombre que sigue pulsando los botones de la máquina.
Intento mantener los ojos abiertos para saber lo que van a hacer
conmigo, pero no lo consigo y me vuelvo a quedar durmiendo. Lo último
que consigo susurrar, aunque lo hago tan suave que no sabría decir
si solo lo he pensado, es el nombre de la última persona a la que
asesiné en la arena.
Cuando
vuelvo a estar consciente mantengo los ojos cerrados de nuevo. Ya no
se oye nada, bien porque hayan desconectados la máquina y los tubos
o bien porque me hayan llevado a otra habitación. Realizo otro
rápido análisis de los daños que he sufrido. Las piernas, tronco y
brazo izquierdo siguen como antes, pero al mover el brazo derecho
siento un profundo dolor en la parte posterior del hombro y no puedo
evitar soltar un gemido de dolor. Como no tiene sentido que finja
seguir dormido abro los ojos poco a poco. Sigo en la misma
habitación, pero esta vez no hay ninguna máquina junto a mí y no
tengo ningún tubo en mis brazos. Sin embargo, hay una pequeña silla
junto a la camilla. Gesticulo un poco con la cara, donde tampoco
encuentro ningún desperfecto y vuelvo a centrarme en mi hombro.
Cuidadosamente logro distinguir que el dolor no proviene de mi
hombro, sino del borde de mi omóplato, entonces recuerdo el profundo
dolor que sentí cuando Marvel me clavo el cuchillo en la espalda. El
cuchillo. Marvel. Comienzo a temblar y no sé si se debe a un
repentino ataque de rabia, pero sea lo que sea, el temblor cesa
cuando oigo un ruido proveniente de la pared que hay junto a mí.
Ésta ha vuelto a desaparecer y vuelve a entrar alguien, aunque esta
vez es solo una persona: la mujer que me había inyectado el líquido
azul.
Camina
despacio por la sala y la observo atentamente. Se acerca hasta la
silla que hay a mi lado y se sienta delicadamente, cruzando las
piernas. Lleva unos pantalones negros que sólo se ven hasta la
rodilla, ya que una bata blanca cubre el resto.
-¿Estás
más tranquilo, Gale? – parece mucho más alegre que la última
vez que la oí hablar, cuando su voz no reflejaba ninguna emoción.
-No
– digo con sinceridad - ¿Dónde está mi cinturón? ¿Y el
cuchillo? ¿Dónde está la insignia?
-Aquí
no necesitas armas, Gale. Estás a salvo.- antes esto último no
puedo evitar reírme con sarcasmo.
-Lo
dudo, pero no es para defenderme por lo que quiero recuperar todo
eso. La insignia debo hacerla regresar a mi distrito, y el cuchillo
me gustaría tenerlo.
-¿Como
un recuerdo? – parece preguntar con curiosidad. Pero no le
respondo, sino que cambio de tema.
-¿Dónde
está Haymitch?
-¿Tu
mentor? – asiento – Te encontrarás más tarde con él, después
de la revisión. La revisión solemos hacerla mientras el tributo
duerme pero te has despertado antes de lo previsto, así que
aprovecharé para fiarme de tu palabra – coge un pequeño cuaderno
que había a los pies de la camilla y un bolígrafo y se prepara para
escribir - ¿Algún malestar?
-El
hombro – me limito a contestar.
-Lo
imaginaba. Un tributo te hirió con un cuchillo. Perdiste mucha
sangre pero ganaste a tiempo. Hemos tenido que ponerte una placa ya
que el impacto había dañado parte del hueso, así que sentirás
malestar una temporada, pero no te preocupes. – guarda silencio un
momento mientras escribe en el cuaderno. Después levanta la mirada y
me mira a los ojos - ¿Algo más?
-Yo
no he ganado – respondo seriamente.
-Sí
has ganado, Gale. Quedaste el último, mataste a la chica del
Distrito 2 – dice con el ceño fruncido y pasando la mirada del
cuaderno a mí, como si no supiera si escribir lo que acabo de decir.
-Yo
no iba a matarla, lo hice porque me lo pidió.
-Los
detalles son insignificantes – hace un gesto con la mano,
quitándole importancia y se pone de pie.
Me
enderezo con rabia y ella da dos pasos hacia atrás, sobresaltada.
Justo en ese momento, un hombre entra por el hueco de la pared: el
hombre al que intenté golpear antes.
-¿Todo
bien? – pregunta con una voz ronca.
-Sí
– medio tartamudea la mujer – Ya puedes ir a ver a tu mentor,
Gale. Acompáñalo – dice echándole una mirada al hombre.
-Vamos
– me urge éste cuando la mujer ha salido de la sala.
Titubeo
un poco pero decido obedecerle y lo acompaño. Salimos a un pasillo y
giramos a la derecha, donde hay una pequeña sala en la que me espera
Haymitch.
-Gale
– suspira al verme - ¿Cómo estás?
-Supongo
que como estabas tú cuando ganaste el Vasallaje, ¿no? – él me
mira con una mezcla de odio y sorpresa.
-Será
mejor que lo preparemos para la entrevista – dice una voz detrás
de mí. Me doy la vuelta y me encuentro con Portia. Al contrario que
antes de ir a la arena, cuando su voz era alegre y llena de
entusiasmo, ahora suena apagada.
Portia
me conduce de nuevo al pasillo. Primero a la derecha y después a la
izquierda, luego volvemos a girar a la izquierda. Todos los pasillos
son exactamente iguales, así que no tardo en estar desorientado.
Llegamos a una sala en la que tres personas de lo más extrañas me
esperan.
-¡Gale!
– exclaman los tres a la vez.
-Hola
chicos – contesto lo más animado posible.
La
verdad es que me alegra volver a ver a Carlo, Madox y Edilia. Madox
tiene el pelo más largo que la última vez, pero aun así, de punta,
y se ha hecho muchos más tatuajes mientras yo he estado en la arena.
Me acerco a ellos, Carlo me saluda despeinándome y me susurra un
‘bien hecho’; Edilia, al igual que el primer día, me tiende la
mano y me dedica una amplia sonrisa; Madox, sin embargo, se lanza
hacia mí, algo que hace que me tense e incluso me prepare para
defenderme, pero él no se inmuta y me abraza con efusividad. Después
de este pequeño susto intento relajarme y se ponen manos a la obra
para arreglar el desastre que el bosque ha significado para mí,
según Carlo.
La
habitación cuenta con un pequeño cuarto de baño, me arreglan y me
echan mil potingues, después me vuelven a depilar, aunque en mi
opinión estoy perfectamente, pero Edilia no me deja rechistar y
arranca de raíz los cortos pelos de mis piernas, mis brazos, mi cara
e incluso mi pecho, algo con lo que discuto con ella ya que no creo
que vaya a ir a ningún lado sin camiseta.
-Como
decía mi madre: si se hace algo, se hace bien. Además, puede que te
pidan que les enseñes el hombro, ¿y qué pasaría entonces? Más
vale prevenir que curar.
Noto
que cada uno está obsesionado con algún aspecto del cuerpo. Carlo
quiere dejarme el pelo perfecto y, aunque la encargada de peinarme es
su hermana, insiste en lavármelo una y otra vez hasta llegar a un
punto en el que creo que lo va a descolorar; Madox sigue en sus trece
y quiere tatuarme de los pies a la cabeza; y Edilia no quiere ver
rastro de ningún pelo que no forme parte del que Carlo se tiene que
ocupar. Cuando termino tengo hasta el último rincón de mi cuerpo
rojo por culpa de los tirones de Edilia y de que Madox no haya dejado
de frotar diciendo que quería conseguir una piel impoluta.
-Te
han machacado, ¿eh? – pregunta Portia.
No
le contesto, me limito a encogerme de hombros. Me extraña mi
conducta con ella. Cuando llegué al Capitolio desconfiaba, pero
después se convirtió mi confidente. Ahora no quiero fiarme de ella,
no quiero fiarme de nadie que tenga que ver con el Capitolio.
-Estás
poco hablador – escucho atentamente cada palabra, la entonación,
los gestos que hace al hablar, buscando cualquier muestra que me
permita fiarme o desconfiar completamente de ella – Supongo que
será por los juegos – añade al no obtener respuesta – Veamos,
para esta ocasión he elegido algo que a lo mejor te gusta. Se acerca
a un armario y saca la bolsa donde debe de ir mi traje. Le echa una
mirada a la bolsa y después a mí, con una amplia sonrisa – No te
diré nada, póntelo. – me entrega la bolsa y se sienta en una
silla.
Lo
abro poco a poco y me encuentro con un traje de chaqueta, como el que
llevé en mi anterior entrevista, solo que esta vez no es negro y
rojo. Los pantalones son de color canela y la chaqueta de color verde
oscuro. No llevo camisa, sino una camiseta muy ajustada de color
gris, pero sin duda lo que más me sorprende son los zapatos, porque
no son zapatos propiamente dicho, son un par de botas de color marrón
muy oscuro, casi negro.
-¿Y
bien? – pregunta Portia.
-No
parece ropa para una entrevista – digo tajante.
En
contra de lo que esperaba, Portia comienza a reírse. Cuando se
tranquiliza me observa con una gran sonrisa.
-Lo
sé. ¿No te suenan las botas? – las miro con más detenimiento y
entonces lo comprendo. Son las botas que llevaba en el Distrito 12
para ir al bosque – He buscado algo con lo que te sintieras cómodo.
Panem ya ha visto cómo eres, Gale, un luchador al que no le importa
lo que el mundo piense de él. Esta vestimenta sería criticada en
cualquier otro tributo, pero no en ti.
-Gracias
Portia – se me ha formado un nudo en la garganta y me es imposible
añadir nada más.
Portia
se acerca a mí y me susurra al oído:
-Ahora
sal ahí y demuéstrales por qué no te consideras ganador. – coge
mi mano y suelta algo en ella – El cuchillo te llegará al distrito
– dice en voz más alta y alejándose de mí.
Observo
lo que ha depositado en mis manos: es la insignia de Katniss. La miro
con los ojos muy abiertos, ella se adelanta y me quita la insignia de
las manos, después me la pone en el doblado de la chaqueta verde.
Portia
y yo salimos de la habitación y volvemos a serpentear por los
pasillos hasta llegar a unos ascensores. Cuando entramos me doy
cuenta de que estamos en los subterráneos del Centro de
Entrenamiento. El ascensor comienza a ascender y yo me agarro con
fuerza a las paredes. No recordaba la sensación de vértigo.
Comienzo a sudar y siento como las paredes se hacen cada vez más
pequeñas, como si quisieran aplastarme.
‘Aunque
quisieran no pueden aplastarme’ pienso ‘¿A quién presentarían
como ganador de los juegos? Por ahora estoy a salvo, al menos hasta
que me hayan coronado ante las cámaras de Panem’.
Cuando
las puertas del ascensor se abren salgo a toda velocidad, dejando a
Portia atrás, con los ojos bien abiertos y mirándome sorprendida.
Inspiro con fuerza varias veces hasta que finalmente consigo librarme
del nudo que se ha formado en mi estómago. Cuando alzo la mirada me
encuentro con un Haymitch y una Effie igual de sorprendidos. Effie
lleva el mismo pelo rosa fucsia que cuando llegamos al Capitolio.
-Vamos,
Gale. Tenemos que ser puntuales. Panem espera a su ganador.
-No
soy un ganador – consigo decir por la bajo, pero todos me ignoran.
Haymitch
me pone una mano en el hombro y comenzamos a caminar por los pasillos
ya familiares que nos dirigen al escenario. Effie y Portia se marchan
a sentarse junto al público pero Haymitch permanece conmigo. Caesar
hace un breve comentario sobre los juegos de este año y me presenta.
El público aplaude eufórico y Haymitch aprovecha esa oportunidad
para acercarse a mi oído y susurrarme:
-De
ti depende morir vengándolos o sobrevivir escondido, Gale. - Me
separo para encontrarme con sus ojos.
-Ya
deberías conocerme, Haymitch. – él asiente y me da un empujoncito
para que suba al escenario y todo Panem pueda contemplarme.
Al
principio las luces de los focos me deslumbran y me veo obligado a
entrecerrar los ojos. Cuando estos consiguen adaptarse, me veo frente
a una gran multitud que aplaude histérica. Junto a mí está Caesar
Flickerman con su pelo teñido de azul, que sostiene un micrófono en
la mano y me da la bienvenida. Me aproximo con firmeza hacia él y me
hace un gesto con la mano para que me siente en uno de los dos
sillones que hay, él se sienta en el de enfrente. Tiene su
característica e imborrable sonrisa en la cara que, en las pantallas
de Panem, debe contrastar fuertemente con mi expresión de seriedad.
Cuando los aplausos finalizan, la pantalla que hay tras nosotros se
ilumina y aparece un resumen de los juegos de este año. Primero
vemos el baño de sangre, como Marvel y el resto de profesionales,
incluida Clove, acaba con la vida de casi todos los tributos que se
aproximan a la Cornucopia. También aparece el momento en el que
Clove falla
en
su lanzamiento y no consigue matarme, sino que me hace una herida
profunda en el brazo. Las imágenes siguen pasando y Caesar de vez en
cuando hace algún comentario de las escenas. Llegamos a la noche en
la que hablé con Clove y me proporcionó agua del lago. Después nos
sumergimos en el incendio, los profesionales rodeándolo y buscando a
los tributos que pudieran salir. Salgo yo corriendo y encontrándome
con Will y, más tarde, con Katniss. Lo siguiente es el momento en el
que Katniss corta la rama de un árbol en el que hay un nido de
rastrevíspulas. Llegados a este punto, el público lanza gritos de
sorpresa y alivio. Yo los miro con incredulidad, ¿cómo pueden
disfrutar viendo esto? Intento apartar la mirada y reprimir las
náuseas, así que me entretengo mirando ahora mis botas del distrito
y me planteo lo que hasta ahora no había pensado, ¿qué haré
cuando llegue? ¿Quién estará esperándome? Una imagen va cobrando
contorno en mi cabeza: mi familia… junto a la madre y a la hermana
de Katniss. ¿Seré capaz de mirar a Prim a los ojos? Vuelvo la
mirada hacia la pantalla, ya llegará el momento de preocuparme de
todos ellos. Ahora aparecemos Katniss, Cassy y yo corriendo en la
dirección opuesta a la que Will se enfrenta a las ardillas. Veo como
Cassy consigue soltarme y corre hacia donde está Will. Un momento,
¿qué acaba de pasar? Han cortado la escena en la que Cassy me
explicaba el plan del Capitolio.
Me
pongo muy recto en el sillón y miro con los ojos muy abiertos como
nos persiguen los mutos a mí y a Katniss. Me giro y contemplo a la
multitud que se ríe con la escena, ¿no se percatan de que ahí
falta algo? Después miro a Caesar, quien aparta los ojos de la
pantalla y me sonríe. Vuelvo la vista a la pantalla y lo comprendo:
los Vigilantes debieron cortar la escena para que los habitantes del
Capitolio no se asustaran de los horribles castigos que sufre la
gente de los tributos por saltarse algunas normas. ¿Habrán cortado
también esa escena en los distritos?
Pero
no me da tiempo a intuir la respuesta a mi pregunta, mi mente se ve
obligada a desplazarse de lugar y de momento. En la pantalla aparezco
yo, golpeando al tributo del Distrito 11, y como éste se ve
impulsado hacia atrás, haciendo un corte profundo en el cuello de
Katniss. Ahora no puedo apartar la mirada de la enorme pantalla. De
nuevo yo, manchándome las manos de sangre, matando al chico y poco
después, sujetando a Marvel para que el cuchillo de Clove se clave
en su frente. Justo antes de hacerlo, la cámara graba su cara, una
expresión de sorpresa, alivio y miedo se ve reflejada en él y me
pregunto qué fue lo último que se le pasó por la cabeza. ¿Recuperó
la cordura en el último instante, antes de ser asesinado? Por
último, el momento más difícil, el instante en el que clavo el
cuchillo en el corazón de Clove. La pantalla se apaga, pero yo no
puedo retirar los ojos de la oscuridad. ¿Cómo va a tener mi vida
sentido a partir de ahora sabiendo que por mi culpa a muerto tanta
gente? Cassy y Will, Rue y su compañero de distrito, Cato, Clove,
Marvel, Katniss… todos ocupan ahora el lugar de mis pensamientos.
-¿Estás
bien, Gale? – la voz del presentador me saca de mis pensamientos.
-Agua
– consigo decir tras un minuto de silencio. En seguida un hombre
del Capitolio nos lleva un par de vasos de agua.
-Han
sido unos juegos de lo más emocionantes. Dinos, ¿llegaste a pensar
que podrías ganar?
Niego
con la cabeza, entonces se me ocurre algo más que decir:
-Cuando
empezaron los juegos sabía que iba a luchar porque quería volver
con mi familia, pero no llegué a creer completamente que ganaría. Y
al final ganar no era mi prioridad – la voz se me quiebra en estas
últimas palabras.
-Cierto,
preferías mantener a Katniss con vida. ¿Por qué?
Noto
todos los ojos de Panem clavados en mí. Carraspeo y me concentro.
Voy a decir la verdad, no voy a dejar que la amenaza por parte del
Capitolio de la que soy consciente cambie nada de lo que pienso. No
voy a preocuparme por tener cuidado con lo que digo.
-Katniss
y yo hemos sido amigos desde que nuestros padres murieron en el mismo
accidente minero. Hubo una explosión y… - me quedo sin palabras.
No, si quiero continuar fuerte ese no es el camino por el que debo
seguir – Recibimos una medalla. Así fue como la conocí. – bebo
un poco de agua y tomo aire de nuevo – No me sentía capaz de verla
morir sin hacer nada así que siempre intentaba protegerla, con lo
que llegué a la conclusión de que mi verdadero objetivo era hacerla
ganadora.
-Pero
aun así le disparaste, ¿no?
-No
– niego rápidamente – Lo que pasó cuando la pila de suministros
fue destruida fue un accidente. Yo no tenía intención de disparar,
solo tensé la cuerda para amenazarla. La explosión hizo que soltase
la cuerda y acerté en la pierna de Katniss.
-Vaya
– Caesar parece decepcionado con mi respuesta. Pero entonces parece
recordar algo que le devuelve la sonrisa – Hay algo que todo Panem
quiere saber – y dirige una mirada al público - ¿Cuál era tu
relación con Clove?
Ese
nombre me provoca un escalofrío. ‘No’, pienso ‘Clove no’.
-Yo…
Eh… - me froto la garganta intentando liberarla de un nudo que no
me permite expresarme con claridad.
Noto
la mirada de Caesar y la de cientos de personas taladrarme. No voy a
hablar de Clove, así que permanezco en silencio y miro a Caesar a
los ojos.
-Parece
que no quieres hablar de ella – me limito a asentir e
inmediatamente cambia de tema - ¿Por qué no salvaste a Rue?
-Porque
la veía como alguien que podía entorpecernos tanto a Katniss como a
mí.
-¿Y
Cassy y Will? Salvaste a Will aunque estaba al borde de la muerte y
te aliaste con ellos, ¿no?
-Ellos
tenían patrocinadores y comida que podían ayudarnos.
La
entrevista continúa. Caesar me pregunta sobre Marvel, contesto
directamente, casi escupiendo las palabras. La mención de Clove me
ha provocado una inmensa incomodidad a la hora de desenvolverme en la
entrevista, de tal forma que me es imposible hablar con naturalidad.
Cuando finaliza, Portia, Haymitch y Effie me esperan para
felicitarme.
-Lo
has hecho muy bien – dice Effie con su voz chillona.
Portia
se acerca y me abraza, pero Haymitch se limita a echarme una mirada
en la que veo implícitas las palabras ‘tenemos que hablar’.
Bajamos
en los ascensores hasta un garaje y subimos en un coche que nos lleva
por las calles de Panem. Me pregunto a dónde nos dirigimos, pero
antes de realizar la pregunta en voz alta, la solución me llega a
través de las ventanillas del vehículo. Los pelos se me ponen de
punta y noto un frío sudor que empapa mi frente. Nos dirigimos hacia
la casa del presidente Snow.
Cuando bajamos, me separan del resto y, escoltado por tres enormes
hombres, inicio un recorrido por la mansión, recorriendo pasillos y
subiendo unos escalones que culminan en un gran balcón, donde me
encuentro con la mirada más fría que nadie pueda imaginar. El
presidente Snow está allí de pie, frente a todo el Capitolio, que
se ha acercado a la mansión para ver mi coronación como ganador de
los juegos. Trago con fuerza y me acerco con nerviosismo. El
presidente no retira sus fríos ojos de los míos y, sin decir una
palabra, coge una corona que hay sobre un cojín en una pequeña mesa
y me la coloca sobre la cabeza. Entonces se pega a mi oído y me
susurra con voz cortante:
-Ya
sabes lo que le espera a cualquiera que incumpla mis normas.
Después
se aleja y me felicita por haber ganado los juegos, amplificando su
voz con la ayuda de un micrófono. Pero yo no lo escucho, sino que
permanezco allí con expresión ausente, mirando al horizonte y con
las palabras del presidente aún taladrándome en la cabeza.
Cuando
termina de hablar al público, el presidente pasa delante de mí y
regresa a la protección y calidez de su hogar mientras yo me quedo
en el balcón, incapaz de moverme. Un hombre accede al balcón y me
agarra por el brazo, tirando de mí, para que vuelva a entrar en la
mansión. Bajamos las escaleras y me percato de que aún no ha
concluido mi período de protección. Nadie podrá hacerme nada hasta
que no finalice la Gira de la Victoria. Al final de las escaleras veo
a Portia, Effie, Madox, Carlo, Edilia y Haymitch.
-Hora
de volver a casa – dice Effie con una sonrisa y cogiéndome del
brazo.
Comenzamos
a caminar de vuelta por los pasillos, en busca de la salida de este
siniestro lugar.
-Nosotros
nos quedamos aquí – dice Portia – Nos veremos cuando llegue la
Gira de la Victoria, Gale.
-Ni
se te ocurra dejar que esos pelos crezcan – dice Edilia con un tono
muy serio, aunque después me vuelve a sonreír, mostrando unos
dientes perfectos.
-Y
por favor – añade Carlo – Quiero ver el pelo perfectamente
cuidado cuando nos reencontremos, ¿de acuerdo?
Por
primera vez desde que salí de la arena me río y asiento. Me acerco
y les doy un abrazo a todos. Cuando me doy la vuelta para seguir a
Effie y a Haymitch cambio de opinión y me giro rápidamente.
-Madox,
¿quieres tatuarme?