lunes, 11 de agosto de 2014

Capítulo 20. Destrucción

Los días que pasan entrenando se suceden rápidamente, y cuando menos acuerdo, ha llegado el día de las calificaciones. Madge y Rory se marchan temprano, y Effie y yo nos quedamos en la sala de estar, sentados en el sofá negro que hay frente al televisor.

Hace unos días tuve el placer de conocer a la estilista de mi hermano, una mujer con redondos mofletes y una sonrisa permanente. Lo primero que pensé en cuanto la vi fue que su expresión debía de mantenerse rígida gracias a las capas de maquillaje, por no hablar de la estrambótica peluca plateada con cientos de pequeñas trenzas que le llegaba a la altura de los hombros. Intercambié con ella un par de palabras, pero fueron suficientes para percatarme de que es una mujer más del Capitolio que, sorprendentemente, se siente insultada por estar sometida a las continuas ideas deslumbrantes de Cinna. Esto me alegra, pues parece el tipo de mujer que haría que mi hermano vistiera con un mono de minero en el desfile de los tributos. Prefiero que el asunto de la ropa recaiga en manos de Cinna, cuya fama en el Capitolio ha aumentado sorprendentemente tras la vestimenta con la que iluminó a Katniss el año pasado. Me agrada ver que sus esfuerzos, aunque no consiguieron mantener a mi amiga con vida, sirvieron para algo.

En algún momento me levanto del sofá y comienzo a dar vueltas por la sala, impaciente. No dejo de masajearme el mentón, intentando calmar mis nervios. Effie, quien se ha contagiado de mi nerviosismo y comienza a golpear el suelo con sus enormes plataformas, acaba saliendo de la habitación murmurando incoherencias.

Tanto Rory como Madge se centrarán en la puntería. Aún no sé si Madge debería mostrar de lo que es capaz hoy, porque sé que si consigue una puntuación alta, todos los tributos irán a por ella como sospechosa de estar aliada con el Capitolio. Pero si no lo hace ahora, es casi imposible que consiga buenos patrocinadores, y sin patrocinadores no hay victoria. Por eso lo he dejado todo en sus manos.

Parece pasar una eternidad hasta que aparece mi hermano por la puerta de la sala, seguido de Effie. Dejo de caminar y lo miro expectante, esperando que me diga cómo le ha ido. Pero se limita a cruzarse de brazos y a mirarme desafiante.

-¿Y bien? - pregunto minutos después, cansado del silencio incómodo que se ha creado entre ambos.

-No ha estado mal - se encoge de hombros y vuelve a mirarme con una mirada que me deja helado - Nada mal.

-Me... Me alegro - ¿Por qué me siento tan incómodo ante mi hermano? Se supone que es la única persona en la que puedo confiar aquí. - ¿Han estado atentos?

Vuelve a encogerse de hombros.

-Al principio no, estaban concentrados en el banquete. Pero han acabado prestándome atención después de mi actuación - los ojos le brillan al pronunciar la última palabra.

Se deja caer en el sofá y cierra los ojos. ¿Cómo puede parecer tan tranquilo y sereno? ¡Dentro de dos días irá a la arena! Apenas me da tiempo a pensar mucho más, pues Madge entra como un torbellino en la sala, con el pelo alborotado y un ligero rubor en las mejillas. Respira entrecortadamente y una ligera capa de sudor le cubre la frente. Al parecer, ha venido corriendo, y el esfuerzo que se refleja en su rostro resalta su belleza.

-Madge - susurro, incapaz de hablar. Carraspeo con fuerza y me concentro - ¿Qué tal ha ido?

-Bien - responde segura, y un intento de sonrisa aparece en su rostro.

No sé por qué, pero esto me calma bastante y los nervios que me han acompañado durante horas desaparecen. Cuando consigo apartarme de la penetrante mirada azul de Madge, giro y observo el enorme televisor de la sala. No darán la puntuación hasta dentro de unas horas.

-Creo que deberíais ir a comer. Debéis estar agotados.

-Y que lo digas - mi hermano da un salto y se incorpora en el sofá - Pero creo que es mejor que coma en mi habitación. Tengo que pensar.

Le dirijo una fugaz mirada mientras camina hacia la puerta. Justo cuando llega hasta ésta, apoya una mano en el marco y gira la cabeza.

-¿Vienes, Madge?

La pregunta nos sorprende a todos los presente. Por mi parte no dejo de dirigir miradas a ambos tributos, mientras que Madge se pone muy recta.

-Más tarde. Quiero charlar con Gale mientras comemos.

Rory se encoge de hombros.

-Está bien. Nos vemos después - y tras decir esto esto, desaparece.

Espero unos segundos para asegurarme que mi hermano no pueda escucharme.

-¿Qué narices ha sido eso? - pregunto con el ceño fruncido.

-No tengo ni la menor idea - Madge sigue con la mirada fija en la puerta. Se recompone en seguida - Bueno, ¿vamos a comer? ¡Me muero de hambre!

Nos dirigimos juntos al comedor, donde varios avox empiezan a colocar platos sobre la mesa. Uno de ellos es la chica pelirroja del año pasado, la chica a la que no ayudé hace años, cuando presencié como el Capitolio la capturaba en el bosque. Intento ignorarla, porque si no le causaré problemas. Madge devora la comida con ansias y sin dejar de sonreír.

-Te noto... eufórica - comento, contagiándome de su sonrisa.

-No sabes el peso que me he quitado de encima.

Por un momento vuelvo a verla con su precioso vestido blanco y su broche dorado sobre el pecho, el día de la Cosecha en el que Katniss y yo salimos elegidos. Estaba radiante, decidida a ir al Capitolio lo más elegante posible. Y sin embargo, en un año ha cambiado radicalmente su forma de ser. Ahora sabe lo que son las injusticias. Ahora es una rebelde, una guerrera.

Se parece demasiado a Katniss.

-El tributo del Distrito 4 no ha dejado en insistir en aliarse conmigo. Como llevo haciendo todos los días, lo he ignorado - baja de nuevo la cabeza y se concentra en su trozo de pan - No sé si supondrá un problema en la arena.

-Puedo intentar hablar con su mentor - en cuanto digo esto me arrepiento. Llevo días soportando al arrogante de Finnick Odair, no podré soportarlo ni un día más.

Pero Madge niega con la cabeza.

-Me ha contado mucho sobre él. Me dijo que necesitaba aliados porque no confía en su mentor. Al parecer, no le cuenta nada de los entrenamientos ni de tácticas. La relación entre ambos es nula.

-Pero sabía que él quería aliarse con alguien con buena puntería. Finnick Odair me planteó la alianza - al escuchar el nombre del sex symbol su sonrisa se ensancha. ¿Qué les pasa a las mujeres con ese egocéntrico?

-Tal vez se enteró por boca de otros mentores. Como ya te dije, Gareth siempre trata con los tributos personalmente.

-Gareth – susurro, y no puedo evitar hacer una mueca extraña.

-Sí - Madge me observa con atención, sonriente - Se llama Gareth.

No me gusta. Definitivamente, prefiero que Madge se mantenga alejado de ese tal Gareth. No creo que sólo le interese la puntería de Madge.

-Tengo que ir a ver qué quiere tu hermano - Madge se limpia los labios con una servilleta y se levanta.

-Ten cuidado - susurro sin levantar la vista de mi plato, mientras camina hacia la puerta.

Se detiene un momento, pero sigo sin levantar la cabeza. No quiero que vea el temor en mis ojos, un temor que ni siquiera sé por qué siento.

-Lo tendré - y por el rabillo del ojo observo la puerta cerrarse tras ella.



Rory y Madge entran horas después en la sala del televisor. Justo a tiempo, porque el símbolo del Capitolio aparece y comienza a sonar el himno de Panem. No me concentro en lo que dice Caesar, quien este año lleva el pelo verde azulado, a juego con su camisa. Las puntuaciones de los tributos profesionales no son tan altas como esperaba. El chico obtiene un nueve y la chica, sorprendentemente, un seis. ¿Un seis en el Distrito 1? En el Distrito 2, el chico consigue un 10 y la chica un 9. Eso es más normal. En el tres, la mujer obtiene un 2 y el chico, un 8. Cuando aparece la cara de Gareth me acomodo en el sofá. Su parecido con el mentor de su distrito es exagerado. Obtiene un once, la nota más alta hasta el momento. Me parece que el Capitolio ya tiene favorito este año, aunque si su relación con Finnick no es especialmente buena, tal vez no consiga todos los patrocinadores que a él le gustaría. Miro a Madge, que contempla al chico en el televisor con el ceño fruncido.

El chico en silla de ruedas del Distrito 9 consigue un cinco. Sorprendente. La niña pequeña del 10, un cuatro. Y los del Distrito 11, dos sietes. Vale. Ha llegado el momento.

-En el Distrito 12 tenemos a Rory Hawthorne, hermano del actual ganador de los juegos. - comenta Caesar, y aguanto la respiración - Un once.

La sala se llena de aplausos, mientras que yo me quedo perplejo, contemplando el número con atención. ¿Un once? La estilista de mi hermano parece loca de alegría. Se lanza al sofá, lo abraza y empieza a besarle la mejilla sonoramente, dejándole marcados sus labios naranjas. Reprimo una arcada.

-Y tenemos también a Madge Undersee, quien ha conseguido un diez.

Al final optó por asegurarse patrocinadores. Paso el brazo sobre los hombros de Madge, que está sentada a mi lado, y la felicito sonriente. Sin embargo, ella sigue con el ceño fruncido, mirando a mi hermano, quien nos fulmina con la mirada. De repente, Madge se levanta y sale de la habitación. La observo marcharse y, cuando vuelvo a mirar a mi hermano, me encuentro con una gélida mirada. Después, se levanta y sigue a la chica.

No puedo hacer otra cosa que seguirlos. En cuanto abandono la sala, dejando a todos los estilistas y a Effie perplejos, aminoro el paso y camino silenciosamente hacia mi habitación, que está junto a la de los otros dos tributos. Escucho voces delante de mí, en el pasillo, y me detengo antes de girar la esquina. Al principio son indescifrables, pero poco a poco aumentan el volumen.

-No, por favor. Rory, no quiero...

-Escucha Madge - la voz de mi hermano no parece su voz - Harás lo que yo te diga. ¿Está claro?

-Eres un ser despreciable. No te mereces el amor de tu hermano. - la voz de Madge se rompe en ese momento.

-Oh, preciosa. Él no me aprecia. Él ya tiene un tributo ganador... y no soy yo.

A continuación se escucha una puerta cerrarse. No dudo ni un segundo y giro la esquina. Mi hermano está de pie, frente a la puerta de Madge. Cuando me ve acercarme, se gira con una sonrisa resplandeciente.

-Besa bien.

¿Qué? Esto me desconcierta por completo. No puede ser que el otro día nos viera, es imposible. El beso de Madge acude a mi cabeza y el vello se me eriza. "Tenía que hacerlo, aunque sólo fuera una vez".

-No lo sé - respondo, mientras mi hermano camina hacia la puerta de su dormitorio.

-No era una pregunta - añade secamente, y el corazón se me sobrecoge.

No me da tiempo a preguntarle qué quiere decir, porque cuando recupero el sentido lo suficiente como para hablar, ya ha cerrado la puerta de su habitación.



Esa noche sueño con cuerpos en descomposición que son atravesados por lanzas y cuchillos. Unos ojos grises maliciosos me miran y soy incapaz de moverme. La noche se extiende en el cielo y todo se vuelve oscuro, mientras miles de sonidos de animales llenan mis oídos. Los ojos siguen estando ahí, amenazantes. Despierto cuando un rayo dorado me alcanza el pecho. Estoy bañado en sudor, aunque siento escalofríos. Me levanto tembloroso y avanzo hasta el cuarto de baño. Necesito sentir el agua fría cayendo sobre mí. Está amaneciendo, con lo que cuando termino de refrescarme, ya ha salido el sol.

En el comedor, me esperan los dos tributos. Ayer dieron las puntuaciones y yo debería haber bajado a la planta baja, donde tendría que buscar a los patrocinadores. Sin embargo, estaba tan agotado y sorprendido por los acontecimientos de última hora, que decidí posponer ese momento. Por desgracia, Effie no está muy de acuerdo con mi opinión cuando comento mis intenciones en el desayuno.

-No, no, no. Gale, ¡tenemos que prepararlos para la entrevista! - exclama, sosteniendo un papel en la mano.

¡Maldita sea! Me había olvidado por completo de las entrevistas. Casi me atraganto con la tostada.

-Está bien - contesto entre tosidos - Será mejor que tú empieces con Madge - digo, recordando la tortura a la que Effie me sometió hace un año - No creo que le cueste habiendo estado tantos años preparándose para el Capitolio.

-¿Qué insinúas? - Madge me lanza una mirada llena de furia, levantando una ceja.

-Madge – apenas puedo mirarla a los ojos sin recordar la escena de ayer. ¿Besaría a mi hermano? No es lo que parecía - Tu sofisticación es mucho mayor que la de Rory. Tú no necesitas tanta preparación como él - inclino la cabeza hacia donde está sentado el otro chico Hawthorne, pero soy incapaz de mirarlo.

No me replica, pero su mirada hacia mí no cambia. Suspiro indignado.

-Effie, cuando veas que está lista la mandas al comedor, donde estaré con mi hermano.

Por primera vez en todo el día me atrevo a mirar a Rory. Me pongo rígido al comprobar que él también me mira, y me percato de que sus ojos son los mismos que me amenazaban en mi sueño. ¿Ahora le tengo miedo a mi hermano? Me froto en la sien, intentando calmar el gran dolor de cabeza que tengo.

Las chicas terminan y se marchan a la habitación de Madge, donde mi Effie la someterá a largas horas de enseñanza sobre cómo sentarse o como caminar con los enormes tacones que llevaban hace un año los tributos femeninos en las entrevistas.

Miro a mi hermano por el rabillo del ojo. Está echado sobre el respaldo de la silla, con los brazos cruzados sobre el pecho y mirándome con atención. Sigo sin entender por qué me sobrecoge tanto su mirada.

-¿Quieres decirme algo? - pregunto.

Guarda unos minutos de silencio antes de contestarme.

-Tú no ganaste los juegos, ¿verdad?

Ahora sí lo miro, sin poder evitar el asombro en mi rostro.

-¿Cómo?

-Ganaste porque te ayudaron, porque se sacrificaron por ti. - no es una pregunta. Se acerca aún más a la mesa, amenazador - ¿Por qué ganaste? ¿Por qué te ayudaron?

-Yo sé lo mismo que tú - respondo, y mi hermano ríe de forma extraña.

-Yo sé mucho más que tú. He estado con ellos, los he oído, me han contado cosas... No eres un vencedor, Gale. Eres un cobarde que fue incapaz de matar porque estaba demasiado... enamorado.

El efecto de esta palabra sobre mí es devastador. Es como si una lanza, como la de Marvel, se clavara en mi vientre y se retorciera. El dolor me reconcome por dentro y comienzo a respirar aceleradamente.

-No vuelvas a decir eso - y por primera vez en meses vuelvo a sentir el ansia de destrucción dentro de mí.

-¿Por qué? Es la verdad.

-Tú no sabes nada - resisto mis ganas de gritar, y aprieto mis dientes con fuerza. Su mirada se endurece y deja de sonreír con suficiencia. Se muestra tal y como es en verdad, sin esa máscara de superioridad, desconfiado e inseguro. - ¿Qué te han hecho? - mis músculos se relajan de nuevo, poco a poco, al encontrar de nuevo algo familiar en su rostro.

-Ya te lo dije - baja la mirada hacia sus manos destrozadas, las cuales cierra con fuerza.

-No me refiero a eso - digo, negando con la cabeza - Quiero saber que te han hecho... aquí - digo señalando mi cabeza.

-¿Por qué no pruebas a estar tú meses bajo una tortura continua en la que te hacen preguntas para las cuales no tienes respuesta? - pregunta con brusquedad, mientras su rostro se enrojece - Porque eso fue lo que me hacían. Me preguntaban cosas sobre una conspiración en la que tú estabas inmerso y yo no sabía nada. Así que seguían torturándome como si nada. Lo hacían por puro placer, Gale. Y mientras yo gritaba de dolor, tú te dedicabas a lloriquear la muerte de Katniss y a quedarte en el Distrito 12, incapaz siquiera de entrar en el bosque para buscarnos. ¡Te has convertido en uno de ellos!

-No vuelvas a decir eso - me levanto de golpe, arrastrando la silla - ¡No vuelvas a decir eso!

-Me contaban lo que hacías. Estabas volviéndote loco y tenías miedo de ti mismo. Tuviste que venir para que te ayudaran - no oculta el tono de burla, haciendo que la sangre me arda en las venas, de nuevo regresa el chico desconocido - Y mientras, yo apretaba los dientes y llorara en silencio. Y mírate - su mirada se llena de repulsión - ahora eres un chico dócil.

-¡Cállate! No sabes por lo que he pasado, Rory. Así que, cállate.

-¡No voy a callarme! Porque yo lo he pasado peor que tú.

-¿Peor que yo? - exploto, me acerco hasta él y me inclino sobre su silla - Tú no has tenido que ir a los juegos con tu mejor amiga. No has tenido que ver como muchos se aliaban para matarte o como otro intentaban ayudarte y morían por ello.

-Eres un cobarde.

-No has vuelto al distrito y has descubierto que estabas solo, sin familia. No has visto como todos eran castigados más severamente que nunca por tu culpa.

-¡Eso no es nada! – se pone de pie y lanza la silla hacia atrás, la cual se estrella ruidosamente contra un aparador - ¡No mataron a tu hermana pequeña ante tus ojos!

Tan rápido como había llegado la rabia, desaparece y es sustituida por la sorpresa y, poco después, por el dolor. Las piernas dejan de sostenerme y caigo despacio sobre el suelo, de rodillas, con la mirada clavada en las baldosas negras.

-¿Qué? – pregunto casi sin voz.

-La mataron delante de mí. Le abrieron la garganta mientras ella me gritaba que la ayudara. – el tono de su voz es neutro, inexpresivo.

-Posy… - susurro.

Mi hermana pequeña. Muerta. El nudo llega a mi garganta y la abrasa, las lágrimas me inundan los ojos y me dejo llevar por el dolor y las emociones. Han matado a mi hermana pequeña y han destruido a mi hermano. Posy está muerta, y a mí me han convertido en una marioneta más.

-No puede ser cierto - susurro, tapándome la cara con ambas manos - ¡No! ¡No está muerta! ¡Posy no!

Recuerdo la última vez que la vi, en brazos de mi madre, cuando mi familia vino para despedirse de mí en el Edificio de Justicia. La pequeña Posy, inocente e indefensa.

-Llora ahora que tienes una razón para hacerlo - murmura mi hermano y entre la niebla que han formado las lágrimas en mis ojos, lo veo salir de la sala, dejándome completamente solo.


-Es preciosa - mi madre me acercó a la pequeña criatura que yacía en sus brazos.

En realidad, yo no veía la belleza en su cuerpo, grisáceo y arrugado, sino en el simple hecho de su nacimiento. Hacía pocos meses, habíamos sufrido la pérdida de mi padre en las minas. Pero ahí estaba el milagro de la vida, que nos permitía tener una razón por la que vivir, por la que luchar, por la que sonreír.

-Posy - susurró mi madre, y mis hermanos Rory y Vick tiraron de mis brazos para que me agachara y pudieran observar a la pequeña más de cerca.

-Me gusta Posy - susurró Rory, el mayor, mientras acariciaba la mejilla de su hermana recién nacida.

-Bienvenida, Posy Hawthorne - susurró Vick a mi izquierda, mientras acariciaba los diminutos pies, que no dejaban de retorcerse.

Entonces sucedió, por primera vez desde que nos habían permitido verla, la pequeña abrió los ojos. Eran los ojos grises más bonitos que jamás había visto nunca. Eran enormes. A todos se nos cortó la respiración mientras observábamos aquella belleza.

-Oh, tiene los ojos de papá - Vick tenía razón. Aquellos ojos eran los de mi padre, y Posy era la única de la familia que los había heredado. Aquello nos hizo sonreír a todos. La pequeña movió sus grandes ojos y nos miró con curiosidad.

-Será mejor que me la devolváis. Las dos tenemos que descansar.

Mi madre me la arrebató de los brazos, provocando un gran vacío en mi estómago, y se dejó caer en la cama mientras sostenía a la pequeña.

-Me pregunto cómo será su pelo.

Esa era otra cuestión. Vick y mi madre eran rubios, pero Rory y yo teníamos el mismo pelo castaño que mi padre.

-Espero que sea rubia como mamá - susurró Vick, sentándose en el suelo, junto a la chimenea.

Mientras mis hermanos discutían en el futuro aspecto de la recién nacida, yo me senté en una de las viejas sillas llenas de hollín y me pregunté cómo podría alimentar a toda la familia, ahora que había un miembro más.

Si al menos hubiera disfrutado más de ella…


-Gale... Gale, despierta.

No hago caso a la voz suplicante, ni a la mano que me sacude con cuidado. Quiero quedarme aquí, encerrado en mis recuerdos, lamentando mis errores, llorando la pérdida de mi familia, odiando al Capitolio por destrozar mi vida...

-Gale. No puedes rendirte ahora, por favor. - es la voz de Katniss.

Abro los ojos y me incorporo. La busco con la mirada por la habitación, pero solo encuentro los ojos azules de Madge.

-Oh, Gale. Me habías asustado - la chica enrosca sus brazos alrededor de mi cuello y me abraza. No, no era la voz de Katniss, sino la de Madge. ¿Cómo he podido confundirlas?

-Estoy... - pero soy incapaz de responder que estoy bien, así que le devuelvo el abrazo - ¿Cuánto hace que estoy aquí?

-Menos de una hora. Effie me ha dejado marchar - se separa de mí y me mira a los ojos - ¿Qué ha pasado, Gale?

Supongo que los ojos me delatan. Sigo sentado en el suelo, así que supongo que en algún momento me habré dejado caer, rendido.

-Rory me... me ha contado... - no, aún no puedo creerlo - El Capitolio está destrozándome, Madge. No puedo soportarlo más.

-No escuches a tu hermano - responde en un susurro, mirando a un lado y a otro - Te acabará volviendo loco, Gale. Escucha, sé que tú también has notado que está raro. Sus ojos... ya no son como los tuyos. Hay algo en él... no confíes en él, Gale. Por favor.

Intento alejarme de ella.

-Es la única familia que me queda, Madge.

-¡Pero ese no es Rory, Gale! Al menos no el Rory que tú conoces. Gale, por favor - suplica.

Hace dos horas habría seguido su consejo. Pero Rory no es mi enemigo, ni el suyo. Nuestro enemigo es el Capitolio, y Rory es la única familia que me queda. ¿Cómo me he podido siquiera plantear el traicionarlo y salvar a Madge? Porque hay una parte dentro de mí que me exige eso, y no puedo hacer que se calle. Sin embargo, Rory es mi familia… mi única familia.

-Sé cómo te sientes, Gale. Sé lo importante que es la familia, pero a veces hay que alejarse de ella, por el bien de los demás o por nuestro propio bien.

La miro con atención. A ella, a la chica que se alejó de su padre, el alcalde del Distrito 12, y de su madre, enferma desde pequeña, sólo para participar en un intento de levantamiento, por intentar que la población se enfrentara a las injusticias. Sabía que no funcionaría, pero aun así rechazó a ellos, a sus padres. Y ahora está aquí.

-Tengo que pensar sobre esto.

-Lo sé - asiente, tras unos segundos de silencio y me pasa la mano por la mejilla. - Mientras tanto - se pone de pie, y me tiende una mano para ayudarme a hacer lo mismo - ¿qué te parece si ideamos una estrategia para seguir en las entrevistas?

No sé cómo lo hago, pero consigo seguirla hasta el sofá, donde ambos nos sentamos, uno frente al otro, con las piernas cruzadas sobre los cómodos cojines.

-Todo el Capitolio sabe que sois unos rebeldes, que seréis hipócritas y poco amables con ellos. –comienzo a decir, aunque apenas soy consciente de mis palabras- Tu punto de vista será interesante, puesto que muchos años de tu vida has formado parte de lo que nosotros llamamos gente importante en el distrito. Así que deberías mostrarte amable, porque sé que dentro de tu cabeza, los entiendes a todos ellos - Madge esboza una leve sonrisa y asiente - Pero también debes parecer dolida y dispuesta a luchar. Creo que estará bien. Si pareces muy enfurecida y fuerte, todos los tributos te intentarán matar antes que a nadie; y si pareces inocente, sabrán que finges y harán los mismo.

-Así que me muestro tal y como soy.

-Exacto. Y ahora se supone que tengo que hacerte unas preguntas para ver qué tal respondes… pero no puedo hacerlo – dejo caer mi cabeza a un lado y la apoyo sobre el respaldo del sofá – Lo siento.

-Está bien. Así parecerá más real, menos ensayado. - asiente y baja la mirada, concentrada en sus manos - Gale... No vas a hacerme caso con respecto a tu hermano, ¿verdad?

-Madge, ya te he dicho... - comienzo, pero me interrumpe levantando la mano.

-Anoche me pidió que me aliara con él - recuerdo las voces en el pasillo, ¿estarían hablando de eso?

-No me ha comentado nada de eso – en realidad, no me ha comentado nada sobre lo que piensa hacer en los juegos.

-Rory no piensa contarte nada, Gale. Y sin embargo, tú sigues empeñado en confiar en él. Así que… he tomado una decisión.

-¿Qué? - pregunto sin entender, con el ceño fruncido.

Levanta la mirada. Sus ojos brillan, y parecen haberse oscurecido.


-Me aliaré con tu hermano.

2 comentarios:

  1. ohh pooooosy ;( *llora* ¿Y qué le pasa al hermano de Gale? ¿Por qué actua así?, y por el amor de Dios que Madge no haga eso!! La va a matar!!

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    1. Je je je Yo solo digo que en los juegos todo se sabrá :))

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