sábado, 22 de diciembre de 2012

Capítulo 5. Desigualdades.


Aquí tenéis el capítulo 4. Esta semana subiré más a menudo los capítulos por esto de que estamos de vacaciones :D En fin, espero que os guste.

Estoy en el bosque. Rodeado de altos y densos árboles que ocultan el soleado día que hace. Respiro profundamente y un millón de distintos aromas inundan mi nariz. Me siento poderoso de volver a estar aquí. Siento como si fuese capaz de detener el tiempo y permanecer aquí para siempre. No volver al distrito, no volver a oler el carbón. Todo es precioso hasta que una sombra aparece justo delante de mí. No se distingue el contorno, éste parece evaporarse, volverse invisible; pero a la vez se hace cada vez más y más grande.
-¿Quién eres? – mi voz suena mucho más alta de lo que esperaba.
-No me conoces, al menos no de esta forma. Así que no te molestes en intentar saber quien soy. – su voz hace que me estremezca. Reconozco esa voz y no al mismo tiempo. Sé a quien pertenece pero suena tan escalofriante. No parece ser la suya.
-¿Qué haces aquí? – todo es muy hermosos, pero esa sombra desentona completamente con este paisaje.
-He venido a matarte.
-¿Por qué? – su última frase ha sido como un corte. Noto como si el cielo se oscureciese tras sus palabras. Y así es, ya que comienzan a caer finas y pequeñas gotas de lluvia sobre mi cabeza.
-Tengo que ganar los juegos. Tengo que volver a casa. – Como si la lluvia limpiara la oscuridad de la sombra, ésta comienza poco a poco a adquirir forma – Debo estar junto a mi familia, junto a Prim – mencionar el nombre de su hermana hace que su voz se quiebre.
-¿Katniss?
-Lo siento Gale. – Alarga su brazo y un arco se materializa de la poca sombra que quedaba a su alrededor. Con la otra mano busca en el carcaj que ha aparecido en su espalada una flecha. – Cuidaré de los tuyos.
-¡No Katniss! ¡NO!
Pero es demasiado tarde, una flecha ha atravesado mi garganta. Grito todo lo fuerte que puedo, caigo de rodillas con la flecha aún clavada en la garganta. Intento respirar, pero lo único que consigo es tragar un líquido viscoso, mi sangre. Me estoy ahogando en mi propia sangre. La sombra ha desaparecido, estoy de nuevo solo en el bosque, pero el tiempo no ha mejorado. Ahora llueve con más fuerza. Caigo en la hierba que se tiñe completamente de rojo. Llevo mis manos a mi garganta y cuando las separo están rojas, llenas de sangre. Pero esta sangre comienza ha oscurecerse y unos pocos segundos después las zonas más oscuras comienzan a separarse de mi mano. Mis manos se caen a pedazos. Pero no solo mis manos, también el resto de mi cuerpo que se ha llenado completamente de sangre.
Me despierto bañado en sudor. Mi corazón late a mil por hora. Automáticamente me llevo ambas manos a mi garganta, pero ya no encuentro ninguna flecha, y mis manos ya no están manchadas de sangre. Solo ha sido una pesadilla.
Intento volver a dormirme pero no lo consigo, así que finalmente decido salir de mi habitación y pasear por el tren para despejarme. Por una de las ventanas del pasillo descubro que aún no ha amanecido. Puede que no hayan pasado ni dos horas desde que me fui a dormir. Paseo por el pasillo sin rumbo hasta que llego a una puerta que me resulta familiar. Es la del comedor donde cenamos antes .Ahora que han desaparecido los nervios de la cosecha me fijo mejor en la estancia. En una esquina hay un sofá y justo enfrente una pantalla de televisión. Nunca había visto una igual. Paso mis dedos por encima de la pantalla de plasma y cuando entra en contacto con mis dedos se enciende, sobresaltándome.
En la pantalla aparece el símbolo del Capitolio. Este se hace cada vez más pequeño y se sitúa en la esquina superior derecha de la pantalla. Aparecen dos hombres. Uno de ello, el que más llama la atención, tiene un pelo de color azul metalizado. Debajo hay un cartel en el que se ve escrito ‘Caesar Flickerman’, es el entrevistador de los tributos en los juegos y el presentador. El hombre que hay a su lado es Claudius Templesmith. Me suena mucho el nombre pero no recuerdo quien es. No soy uno de los mayores telespectadores de los juegos. Hasta ahora no me he dado cuenta de que en la esquina superior izquierda hay las fotografías de dos chicos. Bajo sus fotos se muestran los nombre: Glimmer, la chica, y Marvel, el chico.
-Parecen fuertes, Caesar – dice Claudius con un acento que me recuerda mucho al de Effie – Este año los del Distrito 1 parecen muy fuertes, y muy valientes.
-Como todos los años Claudius – Caesar suelta una risita bastante falsa. Así que estos son los tributos del Distrito 1. son profesionales. – Y ahora vamos a ver a los tributos de este año del Distrito 2. Cato y Clove.
Aparecen dos nuevas fotos y me fijo especialmente en la chica. A primera vista está bastante claro que es una profesional. Su aspecto da miedo. Es atractiva, pero en su cara se nota que no le importará mucho convertirse en una asesina. Las fotos desaparecen y aparece un vídeo. Es la repetición de la cosecha del Distrito 2.
-Como vemos, ambos se han presentado voluntarios. – se escucha de fondo la voz de Caesar– Algo bastante común en este distrito. ¿Qué opinas de ellos, Claudius?
Desaparece el vídeo y en su lugar se muestra el mismo escenario del principio, solo que ahora las fotos de los tributos han cambiado.
-Me parece que ambos serán una caja de sorpresas. Puedo asegurar que no soy el único que puede ver el ansia que tienen de luchar y de honrar a su distrito. - no se equivoca. La sonrisa de la chica esconde un misterio, esconde maldad. Me pregunto qué estará pasando ahora mismo por las cabezas de estos dos tributos.
-Genial. Vamos con los chicos del Distrito 3.
Un ruido a mis espaldas hace que gire y me sobresalte de nuevo.
-Me has asustado, Katniss. – se ha cambiado de ropa y lleva una especia de pijama. Nunca la había visto sin su ropa de caza, y menos en pijama.
-No te rías de mí. – el tono de voz me muestra enfado. Sin darme cuenta he esbozado una sonrisa. – No podía dormir.
-¿Pesadillas? – se encoje de hombros. – No eres la única que las ha tenido.
Extiende sus brazos para abrazarme. Nunca había conocido a esta Katniss. Entonces un fugaz pensamiento cruza mi mente. ¿Estará intentando convencerme de que ella es débil para que yo la proteja y pueda ganar? A este pensamiento se cruza otro. Peeta Mellark hablando con ella, diciéndole que debe hacer para ganar, aconsejándole hacerse la víctima. No. Katniss y yo somos amigo, jamás me traicionaría; pero, si ella y Mellark fueran algo más que amigos, ¿lo traicionaría a él? Noto como se separa de ese abrazo y se asoma detrás de mí para poder ver el televisor.
-¿Es la retransmisión de las Cosechas?
-Sí, ya he visto a los del uno y a los del dos y…
Voces. Se oyen voces en el pasillo. Katniss y yo nos miramos sin saber muy bien qué hacer. La empujo y nos escondemos detrás del sofá. No sé por qué nos escondemos. Nadie nos ha dicho que no pudiésemos pasear por el tren, pero un presentimiento me indica que es mejor que nadie sepa que hemos estado viendo ese televisor. ¡El televisor! Me muerdo el labio. Lo he dejado encendido.
La puerta se abre y se oyen dos pares de pisadas.
-¿Qué hace el televisor encendido? – pregunta uno de ellos, parece preocupado.
-No sé. Tal vez haya sido una bajada de tensión y al recuperarse se haya encendido. ¿No crees?
-¿No crees que si hubiera habido una bajada lo habríamos notado? El tren se hubiese parado. Además, este televisor sólo se activa por contacto. Alguien debe haberla tocado. Hay alguien despierto en el tren.
Se produce un ruido metálico. Uno de los agentes de la paz debe de haber cargado su arma.
-¡Ey! Tranquilo. ¿Qué más da? Solo es la retransmisión de las cosechas.
-¿Que qué más da? No te das cuenta. Hemos recibido órdenes directas de Séneca Crane de no mostrar a los tributos del Distrito 12 ninguna información acerca de los demás tributos.
-Pero no entiendo por qué. Siempre se ha puesto la retransmisión después de la cena. Todos los tributos conocen sobre los demás. ¿Por qué estos no?
-No lo sé, ni debe importarnos. Son órdenes y no somos nadie para cuestionarlas. Y más nos vale hacer nuestro trabajo bien si no queremos acabar siendo avox. – ¿Avox? No sé que será eso, pero algo me dice que ser uno de ellos no debe ser muy agradable. – Tal vez estos tributos sean peligrosos y quieran mantenerlos más bajo control.
-Sí, supongo. Aunque aquí pasa algo raro. Estos chicos me dan pena. Algo me dice que no lo van a pasar muy bien en el Capitolio.
-Ese no es nuestro problema. Apaga el televisor y vámonos. Será mejor que nadie sepa que hemos encontrado eso encendido.
Cuando se cierra la puerta suelto todo el aire que he estado soportando hasta el momento. ¿No he respirado? Miro a Katniss que está igual que yo. Me mira y noto el pánico en su cara. No me equivocaba al intuir que no debíamos estar ahí. Mi corazón va más rápido que nunca.
-Será mejor que salgamos de aquí cuanto antes. – ella ha sido la primera en recuperarse. Yo aún soy incapaz de articular palabra, así que me limito a asentir con la cabeza.
Nos levantamos de detrás del sofá y salimos en silencio al pasillo. La primera habitación a la que llegamos es a la de Katniss.
-Tenemos que hablar sobre esto, Gale. Pero no ahora. Algo me dice que estamos más vigilados de lo que creemos. – al decir esto el vello se me eriza. Yo también lo había pensado.
-Tienes razón. Aunque dudo que tengamos mucho tiempo para hablar de esto. A partir de mañana estaremos vigilados las veinticuatro horas del día.
Estas palabras retumban en mis oídos. El único momento en el que estamos menos vigilados es ahora. Si no hablamos sobre esto ahora, no hablaremos nunca más. Vuelvo a la realidad justo en el momento en el que la puerta está a punto de cerrarse. Así que rápidamente pongo el pie junto a la puerta, impidiendo que se cierre. Katniss se asoma por la rendija que ha quedado abierta en el mismo instante en el que yo abro la puerta.
-¡AY! ¿Pero qué haces? Me has hecho daño.
-Chssss. Baja la voz. – cierro la puerta cuando he entrado en su habitación. Es igual que la mía. Cojo a Katniss por la mano y la meto en el cuarto de baño. Cierro esta puerta también y abro el grifo de la ducha con toda la fuerza que puedo. – Si no hablamos de esto ahora no podremos hablar jamás.
A pesar de mis susurros me ha escuchado ya que asiente con la cabeza. No sentamos en el suelo, que está bastante frío, uno frente al otro.
-¿Séneca Crane? ¿Quién es Séneca Crane?
-Sé lo mismo que tú, Gale.
-No. Tú sabes más. Tú ves los juegos. Yo estoy todos los años escondido en el bosque y alejándome de esa atrocidad. – es la verdad. Nos obligan a todos los ciudadanos de Panem a ver los juegos. Pero esa, como otras tantas, es otra de las normas que he incumplido.
-¿Te crees que yo le presto mucha atención? Cada año salen decenas de nombres distintos. ¡No puedo recordarlos todos!
-Pues haz memoria. No es un tributo. Es alguien importante. Intenta recordar.
Esconde su cabeza entre las rodillas. Hace un gran esfuerzo por recordar pero nada. Finalmente niega con la cabeza.
-¡Espera! Había dos hombres hablando sobre los juegos. ¿Puede ser alguno de ellos? - Niega con la cabeza.
-Esos eran Caesar y Claudius. Son los presentadores. ¿Ni siquiera sabes eso?
-A Caesar sí lo conozco. Es el que hace las entrevistas. ¿No? – asiente. - Vale. Séneca no sabemos quién es. De todas formas intenta acordarte de algo.
-Vale pero, sea quien sea. ¿Por qué no quiere que ninguno de los dos sepamos de los otros tributos? Al fin y al cabo vamos a acabar conociéndolos. En el desfile, en los entrenamientos, en las entrevistas. Antes de llegar a la arena ya los conoceremos bastante bien.
-No lo sé. Y eso no es lo único. Todos los años anteriores todos los tributos veían esas retransmisiones. ¿Por qué este año no?
-Y no solo este año. ¿No los has oído bien? Parece ser que cuando lleguemos al Capitolio los demás tributos ya sabrán de nosotros. Tú y yo, Gale, somos los únicos que no sabremos nada. ¿Por qué?
-No lo sé – no tengo ni idea de por qué a Katniss y a mí nos tratan de forma especial. – Uno de los agentes dijo que tal vez fuésemos más peligrosos. Pero eso es muy extraño, ¿has visto a los del uno, dos y cuatro? Ellos sí son peligrosos.
-Ya pero son profesionales. Ellos quieren ir a los juegos. No van a matar a los agentes, pero nosotros sí… - me detengo.
-¿Creen que el Distrito 12 es el que menos está bajo el control del Capitolio? Pero eso no es verdad. Somos los que más miedo tenemos. Somos el último distrito. Sin la ayuda del Capitolio no seríamos capaces de sobrevivir.
-Pues nosotros sobrevivimos sin ayuda del Capitolio.
Ambos estaamos mirando el suelo, pero mis últimas palabras hacen que los dos abramos los ojos como platos y nos miremos.
-Gale. ¿Estás pensando lo mismo que yo? Somos los únicos que tenemos el valor de ir al bosque. ¿No es demasiada coincidencia que saliésemos los dos en la Cosecha? Tal vez saben que incumplimos las normas. Tal vez saben que cazamos fuera de los límites del distrito.
Y con estas últimas palabras todo se desvanece.
-No. Katniss si supieran que vamos al bosque nos habrían matado. Además, no hemos salido los dos en la Cosecha. He salido yo. Tú te has presentado voluntaria por tu hermana.
Vuelve a bajar la cabeza hacia el suelo.
-Tienes razón.  – se vuelve a hacer el silencio entre los dos hasta que finalmente ella vuelve a romperlo. – Gale, ha sido un día muy largo. No he dormido nada y en menos de cuatro horas llegaremos al Capitolio. Además tras lo de esta noche dudo que consiga dormir mucho más, pero…
-Quieres intentar relajarte. – termino la frase por ella. – Yo me siento igual. Hasta mañana Katniss. – me pongo en pie y salgo de su habitación sin mirar atrás.
Cuando llego a mi habitación y veo la cama todo lo que ha ocurrido hace unos minutos deja de preocuparme. Ahora solo quiero no volver a tener pesadillas.

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