domingo, 2 de diciembre de 2012

Capítulo 2. La Cosecha.

Aquí os lo traigo. Me ha costado subirlo porque debería estar estudiando, pero no me he podido resistir. Es algo más largo que el anterior. Espero que tengáis suficiente para leer hasta que termine los exámenes (dos semanas). Pronto pondré algunas encuestas para saber cómo de largos queréis los capítulos y si queréis adelantos. Que lo disfrutéis.

De vuelta a la Veta decido guardar un panecillo en el saco y el otro llevarlo a mi casa. Entro silenciosamente en mi hogar y dejo el panecillo encima de la mesa, envuelto en una servilleta. Pero justo cuando estoy a punto de salir de mi casa aparece mi madre.
-¿Un panecillo para desayunar? Algo me dice que ya has estado en el bosque. – No le hace mucha gracia que vaya a cazar ya que teme que algún día me detengan.  Pero comprende que si no queremos morir de hambre tengo que hacerlo.
-Sí. Y en la cocina encontrarás lo que sobró ayer. Desayunad vosotros, yo desayunaré en el bosque.
-¿Vas a volver?
-Sí, he dejado algunas trampas que quiero recoger.
-Gale, por favor. – Noto pena y cansancio en las arrugas que encuentro bajo sus ojos. – Ten mucho cuidado. Sabes que si te ocurriera algo… Yo… No podría… - Noto como sus ojos se humedecen así que me acerco a ella y le doy un abrazo.
-No te preocupes, estaré bien.
Se separa de mí y me mira a los ojos. Cada año, antes de la Cosecha, tenemos una conversación parecida a esta.
-Lo siento. Estoy bastante agobiada.
-Te entiendo, es normal. Pero como sabes tengo que volver al bosque. – Me separo de ella y le dedico la mejor sonrisa que puedo. – Estaré bien.- Me acerco y le doy un beso en la frente. Y aquí termina nuestra conversación.
No sé que haría si saliera elegido para la cosecha. No sé cuanto aguantaría mi familia sin mí. Sé que con el trabajo de mi madre pueden arreglárselas pero no toda la vida. En cierto modo, han sobrevivido gracias a mí. Y es así, como imaginando la vida de mi familia si yo no estuviera como llego sin darme cuenta a la alambrada y realizo el mismo camino que hace unas cuantas horas.
Con solo entrar en el bosque mi músculos se estiran y se preparan para cualquier peligro, y entonces sé que ella ya ha llegado. Camino en silencio, haciendo que cualquier piar de los pájaros resulte ruidos.  Cuando he recorrido casi un kilómetro  me detengo en una piedra. Si no la encuentro yo a ella, ella me encontrará a mí. Y, efectivamente, no pasan ni dos minutos cuando la veo aparecer. Lleva su larga trenza como cada día desde que la conozco, la chaqueta que perteneció una vez a su padre y su gran arco. De repente levanta el arco y tira de la cuerda tan silenciosamente que seguro que ni ella haya escuchado el sonido del roce con el aire. Fija su objetivo y permanece así unos instantes antes de soltar la cuerda. Se escucha la velocidad de la flecha y cómo acierta en su objetivo limpiamente. Sonríe orgullosa de su disparo, algo que siempre me ha encantado, y recoge su presa.
-Nunca te he visto sonreír de esa forma fuera del bosque, ¿sabes, Catnip? –Se gira para mirarme y veo como mi comentario ha hecho que su sonrisa se haga más grande aún si cabe.
Saco el pan de mi saco y se lo muerto. Su cara es indescriptible. ¿Felicidad? Tal vez. Se acerca corriendo hacia mí para poder verlo mejor y me lo quita de las manos.
-Aún está caliente. –Dice mientras lo huele. - ¿Por cuánto lo has conseguido?
Me lo devuelve y yo lo parto en dos, tendiéndole la mitad.
-Esta vez, una ardilla. El día de la cosecha tiene sus cosas buenas. Aunque parezca imposible.
Se sienta a mi lado y comienza a mordisquear el pan. Suelta una exclamación, como si acabara de acordarse de algo y veo como rebusca algo en su bolsa.
-¿Qué buscas?
-Nada. Espera un momento. Ajá, aquí está. Prim nos ha dejado algo de queso. –Dice mientras saca de su bolsa un poco de queso envuelto en papel.
Y este es nuestro desayuno. Nos quedamos así sin darnos cuenta del tiempo que pasa. Sentirla a mi lado, hablar, oírla reír. Todo eso hace que el resto del mundo no importe. Para mí solo estamos nosotros, no hay nada más. No hay día de la Cosecha, no hay Capitolio, no hay Juegos Del Hambre. Y entonces en mi cabeza estalla una idea.
-¿Sabes qué? Podríamos hacerlo.
-¿El qué?
-Dejar el distrito, huir y vivir en el bosque. Tú y yo podríamos hacerlo. – Noto como se remueve incómoda a mi lado. Sé en lo que piensa. Prim. Su hermana es todo su mundo. – Si no tuviésemos tantos niños. – Mi último comentario hace que una sonrisa enmarque su boca. Si no tuviéramos tantos hermanos…
Una vez hemos terminado de desayunar, recogemos nuestras cosas y decidimos ir al lago a pescar. Ella es una excelente nadadora. Me ha contado que su padre le enseñó antes de fallecer en el mismo accidente en el que lo hizo el mío. Nos quedamos mirando la tranquila superficie del agua. No decimos nada, pero no es un silencio incómodo. Estar así me relaja, hace que todo el estrés que he estado acumulado esta semana desaparezca. Pero el momento no dura eternamente.
-No quiero tener hijos. – Me sorprende su comentario. ¿Será, tal vez, por lo que antes le he comentado? Imagino a una Katniss adulta, observando a sus niños correr por la Pradera, junto a su marido. Y después me imagino a su marido yendo cada día a las minas, sin pasar tiempo junto a su familia. La veo cada año, observando desde atrás como sus hijos salen elegidos en la Cosecha.
-Puede que yo sí, si no viviese aquí.
-Pero vives aquí.
Conversación zanjada. Es demasiado testaruda como para hacerle cambiar de opinión. Me tumbo en la hierba y miro el azul del cielo. Es demasiado perfecto. ¿Por qué? ¿Por qué la vida te muestra algo que en verdad no es? Todo parece perfecto. Estoy junto a Katniss en este maravilloso lugar, hace un tiempo perfecto. Parece que el tiempo fuera a detenerse y no hubiera mañana. Pensar esto hace que me enfade. No quiero ser positivo. Hoy no. Hoy puedo perderla, puedo perderme a mí mismo, a mi familia, a mis amigos. Hoy cualquiera podría salir elegido en la Cosecha, desaparecería del Distrito 12, a no ser que ganara. Pero el nuestro distrito lleva muchísimos años sin ganar. Definitivamente, si alguno de los dos sale elegido, estos serán los últimos minutos que vamos a pasar juntos. Sí, es el mejor momento para decirle esto que lleva años atrapado en mí. Lo he decidido.
-¡Gale! ¿Me escuchas?
-¿Qu… Qué? – ¿Me ha estado hablando? Estaba tan absorto en mis pensamientos que no la he escuchado.
-Que es mejor que volvamos. Tenemos que pasarnos por el Quemador y por casa del alcalde.
Me pongo de pie y la ayudo a ordenar lo que hemos conseguido hoy. Hemos pescado muchos peces. Por el camino vamos recogiendo lo que encontramos en los arbustos.
-Por cierto, ¡felices Juegos del Hambre! – Digo mientras le lanzo una mora. Veo como ella la recoge con la boca y sonría. – Y que la suerte…
-…esté siempre de vuestra parte. – Y ambos comenzamos a reírnos. Es la frase que la mujer del Capitolio que representa nuestro distrito, Effie, dice todos los años.
En el Quemador intercambiamos todo lo que hemos conseguido. Aunque no lo parezca el cansancio comienza a hacerse de notar. Cuando terminamos aquí. Nos ponemos en camino hacia la casa del alcalde. Le encantan las fresas y las paga bastante bien.
Cuando llamamos a la puerta no es él el que hable, si no su hija, Madge. Tiene la misma edad que Katniss y van juntas a clase. Aunque Katniss nunca admite que sean amigas, es lo más parecido a una que tiene. Madge lleva un precioso vestido blanco, el pelo recogido en un lazo rosa.
-Bonito vestido.
-Bueno, tengo que estar guapa por si acaso acabo en el Capitolio, ¿no? - ¿Qué? ¿Acabo de escuchar bien? ¿Ella en el Capitolio? Pero si es la hija del alcalde. Siempre he imaginado que ella tenía una especie de protección que impide que salga elegida. Ese comentario hace que me arda la cara.
-Tú no irás al Capitolio – Le respondo con crueldad. Algo destella bajo los rayos del sol y hace que mi mirada se dirija a su vestido. Justo por debajo del hombro tiene algo en el vestido, es un aro en el que hay tallado un pequeño pájaro. Tiene que ser de oro. - ¿Cuántas inscripciones puedes tener? ¿Cinco? Yo ya tenía seis con solo doce años.
-No es culpa suya. – Katniss ha intervenido. Sabe que no estoy siendo justo. No, no es culpa suya que tengamos que pasar por esto. Miro la cara de Madge y veo como se ha vuelto pálida. Ahora me arrepiento de haberme puesto así con ella. Pero ella es lo más parecido al Capitolio que tenemos en el doce.
-No, no es culpa de nadie. Las cosas son como son. – Sigue con la cabeza baja. Está claro que hoy no estoy muy fino. Pero no me importa. Hoy no me importa hacerle daño a nadie. Puede que luego me arrepienta, pero para ese entonces ya habré perdido a alguien a quien quiero de verdad y el dolor cubrirá mi arrepentimiento.
-Buena suerte, Katniss. – Le tiende el dinero a cambio de las fresas, aunque sigue sin mirarnos a ninguno a la cara.
-Lo mismo digo. – La voz de Katniss suena como si le pidiera disculpas por mi actitud.
Caminamos de vuelta en silencio. Normalmente me desahogaría con ella pero hoy no estoy por la labor. Cuanto mayor me hago, mayor es el odio que siento hacia el Capitolio y sus habitantes. Noto como Katniss me mira de vez en cuando y sé lo que está pensando, que tengo razón pero que no debería de haber tratado así a Madge. Casi puedo oír sus palabras en mi cabeza. Antes de darme cuenta ya hemos llegado y tenemos que separarnos. Y ahora es cuando siento como si no fuera a volver a verla. Cojo aire hasta que mis pulmones están llenos. Siento el olor a carbón en mi garganta. Y lo suelto todo. Ahora es cuando debería hablar con ella pero, ¿de verdad quiero decirle lo que siento? ¿De verdad quiero correr el riesgo de saber lo que siente por mí y perderla?  Eso sólo nos  haría daño a los dos. Mucho daño. ¿Y de verdad siento algo con ella? Si hablo, ¿no estaría liando las cosas?  Son demasiadas preguntas y no es el mejor momento para solucionarlas.
-Nos vemos en la plaza.- Su voz suena cansada. Cansada de esta situación, de este día.
-Ponte algo bonito. – Y esa es mi despedida.
Veo como se aleja en dirección a su casa. Aún estoy de mal humor. Ver a Madge arreglada por si tiene que ir al Capitolio no me ha sentado muy bien. Es una buena chica, pero para mí, eso ha sido un insulto. Ella nunca ha tenido que meter su nombre más de una vez en las urnas para poder tener algo con lo que alimentar a su familia. Ella no tiene cuarenta y dos veces su nombre en esa urna. Retiro la mirada de la figura de Katniss y entro en mi casa. Allí está mi madre vistiendo a todos mis hermanos. Voy a mi cuarto y cojo la ropa de todos los años para ir a la Cosecha. Mi madre ha tenido que agrandar los pantalones más de una vez. Mientras me aseo oigo a alguno de mis hermanos llorar. Solo espero que no sea por mí, no quiero que lo pasen mal por mi culpa. Tengo un poco de tiempo para pensar en qué pasará si este año salgo elegido. No creo que gane los juegos, los profesionales de mi misma edad se habrán estado entrenando toda su vida y estarán más que preparados para matarme. Aún así, sé que Katniss cuidará de mi familia, al igual que yo cuidaré de la suya si es ella la que tiene que ir a los juegos. Me aterrorizo ante esta idea. Si Katniss va a los juegos no volveré a verla. Esto me hace un nudo en el estómago. Esta mañana he estado con ella. Varias veces he pensado decírselo, pero no he podido. Ahora me arrepiento, puede que haya sido mi última oportunidad para estar junto a ella.
Me despido de mi madre, de mis dos hermanos y de mi hermana y me voy a la plaza. Ellos llegarán después. Por el camino veo a muchos chicos y chicas dirigiéndose a la plaza del distrito. Cuando llego me toman unas muestras de sangre para confirmar mi asistencia y me dejan pasar. Me sitúo junto a los chicos de mi edad. Veo caras conocidas. Todos están asustados, nerviosos. Me giro y veo como llegan Katniss y Prim. Ella lleva un bonito pero sencillos vestido azul y el pelo recogido. No puede compararse con Madge, pero está igualmente guapa así. La ceremonia comienza antes de que me dé cuenta y aparecen el alcalde y Effie Trinket. Esta última lleva un horrible vestido, muy estrafalario.
-¡Felices Juegos Del Hambre! Y que la suerte esté siempre de vuestra parte.
Se gira y da comienzo a la película de todos los años. La ignoro por completo y miro a Katniss, ella está mirándome y me sonría. Puedo leer en sus labios como me desea suerte. La película termina. No, no quería que acabase tan pronto.
-Las damas primero, - Está junto a la urna de las chica. Los latidos de mi corazón se aceleran. Mucho. Que no sea Katniss. Que no sea Katniss.
Saca el papel y lo abre. Son los segundos más largos de mi via. Cuanto desearía que no lo hubiera abierto.
-Primrose Everdeen.
Noto como la tensión de mis músculos desaparece. No puede ser. Veo como la pequeña Prim se acerca poco a poco al escenario. Está horrorizada. No por favor, ella no. Y entonces veo como una figura se abre paso entre todas. Es como si la vida le fuera en ello. Lucha contra la multitud por llegar al pequeño pasillo que se abre en mitad. Es como si pasaran horas hasta que por fin deja atrás a toda la gente.
-¡Prim! ¡Prim! – Katniss grita desesperada el nombre de su hermana - ¡Me presento voluntaria! ¡Me presento voluntaria como tributo!
Y entonces noto como mi corazón se detiene. Soy como un espectador que se ve obligado a presenciar esta escena. Quiero correr, irme, taparme lo ojos. La pierdo. Finalmente la pierdo. Veo como unos agentes de la paz la agarran por los brazos. Prim abraza a su hermana y no quiere soltarla. Katniss intenta tranquilizarla pero le es imposible. Y como un impulso, comienzo a abrirme paso entre la multitud y me acerco hasta las hermanas Everdeen.
Agarro a Prim y la cojo en brazos. Ella sigue intentando agarrar a su hermana, impedir que suba a ese escenario, impedir que ocupe su lugar y tenga que ir a luchar a los juegos. Pero yo no puedo permitírselo, Katniss jamás me lo perdonaría, aunque me encantaría que Prim pudiera hacer algo por su hermana. Continúo caminando aunque un poco perdido. ¿Por qué? Su nombre solo estaba una vez en la urna. No puede ser, es demasiado surrealista. Prim patalea en mis brazos. No pesa mucho, pero la sorpresa me ha agotado y soy incapaz de hacer mucho esfuerzo. Llego al fin junto a la madre de Katniss, pongo a Prim en el suelo y veo como ambas se abrazan. Prim está llorando. Me doy media vuelta, Catnip ha terminado de presentarse y la mujer estrafalaria del Capitolio pide aplausos, pero se hace el silencio e instintivamente me llevo tres dedos a los labios y levanto la mano. Centenares de manos se unen a la mía. Mis ojos comienzan a humedecerse, algo que me extraña ya que llevo muchos años sin llorar, desde el día en que recibí una medalla por la muerte de mi padre. Poco a poco camino hasta llegar a la fila en la que me encontraba al principio de la cosecha. Vuelve a hacerse el silencio. La mujer se acerca a la urna y saca un papel. Son cuarenta y dos papeletas. Puede que el nombre que más veces esté en esa esfera de cristal sea el mío. Cuarenta y dos papeletas. Pero aún así me sorprendo al escuchar mi nombre. 

6 comentarios:

  1. Puff, Ana aunque sabia que iba a pasar eso me ha dado un escalofrio al leerlo:) Te amenazare para que lo subas en el puente por lo menos!!! SE DONDE VIVES.

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    1. Jajaja Clara no sabes donde vivo! Y el puente no creo que lo suba que tengo que subir MUCHO las notas. Pero haré un poder por tí! x)

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  2. Muy bueno, siempre me he he preguntado que pasaría si el elegido fuese Gale y no Peeta. Me encanta como lo relatas, haces que sorprenda y eso es genial. Sigue pronto. :)

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  3. Gracias!! Me alegro que te guste (:
    Seguiré lo antes que pueda, ahora estoy liada con los exámenes :D

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