Aquí os lo traigo. Me ha costado subirlo porque debería estar estudiando, pero no me he podido resistir. Es algo más largo que el anterior. Espero que tengáis suficiente para leer hasta que termine los exámenes (dos semanas). Pronto pondré algunas encuestas para saber cómo de largos queréis los capítulos y si queréis adelantos. Que lo disfrutéis.
De vuelta a la Veta decido guardar un panecillo en el saco y
el otro llevarlo a mi casa. Entro silenciosamente en mi hogar y dejo el
panecillo encima de la mesa, envuelto en una servilleta. Pero justo cuando
estoy a punto de salir de mi casa aparece mi madre.
-¿Un panecillo para desayunar? Algo me dice que ya has
estado en el bosque. – No le hace mucha gracia que vaya a cazar ya que teme que
algún día me detengan. Pero comprende
que si no queremos morir de hambre tengo que hacerlo.
-Sí. Y en la cocina encontrarás lo que sobró ayer. Desayunad
vosotros, yo desayunaré en el bosque.
-¿Vas a volver?
-Sí, he dejado algunas trampas que quiero recoger.
-Gale, por favor. – Noto pena y cansancio en las arrugas que
encuentro bajo sus ojos. – Ten mucho cuidado. Sabes que si te ocurriera algo…
Yo… No podría… - Noto como sus ojos se humedecen así que me acerco a ella y le
doy un abrazo.
-No te preocupes, estaré bien.
Se separa de mí y me mira a los ojos. Cada año, antes de la
Cosecha, tenemos una conversación parecida a esta.
-Lo siento. Estoy bastante agobiada.
-Te entiendo, es normal. Pero como sabes tengo que volver al
bosque. – Me separo de ella y le dedico la mejor sonrisa que puedo. – Estaré
bien.- Me acerco y le doy un beso en la frente. Y aquí termina nuestra
conversación.
No sé que haría si saliera elegido para la cosecha. No sé
cuanto aguantaría mi familia sin mí. Sé que con el trabajo de mi madre pueden
arreglárselas pero no toda la vida. En cierto modo, han sobrevivido gracias a
mí. Y es así, como imaginando la vida de mi familia si yo no estuviera como
llego sin darme cuenta a la alambrada y realizo el mismo camino que hace unas
cuantas horas.
Con solo entrar en el bosque mi músculos se estiran y se
preparan para cualquier peligro, y entonces sé que ella ya ha llegado. Camino
en silencio, haciendo que cualquier piar de los pájaros resulte ruidos. Cuando he recorrido casi un kilómetro me detengo en una piedra. Si no la encuentro
yo a ella, ella me encontrará a mí. Y, efectivamente, no pasan ni dos minutos
cuando la veo aparecer. Lleva su larga trenza como cada día desde que la
conozco, la chaqueta que perteneció una vez a su padre y su gran arco. De
repente levanta el arco y tira de la cuerda tan silenciosamente que seguro que
ni ella haya escuchado el sonido del roce con el aire. Fija su objetivo y
permanece así unos instantes antes de soltar la cuerda. Se escucha la velocidad
de la flecha y cómo acierta en su objetivo limpiamente. Sonríe orgullosa de su
disparo, algo que siempre me ha encantado, y recoge su presa.
-Nunca te he visto sonreír de esa forma fuera del bosque,
¿sabes, Catnip? –Se gira para mirarme y veo como mi comentario ha hecho que su
sonrisa se haga más grande aún si cabe.
Saco el pan de mi saco y se lo muerto. Su cara es indescriptible.
¿Felicidad? Tal vez. Se acerca corriendo hacia mí para poder verlo mejor y me
lo quita de las manos.
-Aún está caliente. –Dice mientras lo huele. - ¿Por cuánto
lo has conseguido?
Me lo devuelve y yo lo parto en dos, tendiéndole la mitad.
-Esta vez, una ardilla. El día de la cosecha tiene sus cosas
buenas. Aunque parezca imposible.
Se sienta a mi lado y comienza a mordisquear el pan. Suelta
una exclamación, como si acabara de acordarse de algo y veo como rebusca algo
en su bolsa.
-¿Qué buscas?
-Nada. Espera un momento. Ajá, aquí está. Prim nos ha dejado
algo de queso. –Dice mientras saca de su bolsa un poco de queso envuelto en
papel.
Y este es nuestro desayuno. Nos quedamos así sin darnos
cuenta del tiempo que pasa. Sentirla a mi lado, hablar, oírla reír. Todo eso
hace que el resto del mundo no importe. Para mí solo estamos nosotros, no hay
nada más. No hay día de la Cosecha, no hay Capitolio, no hay Juegos Del Hambre.
Y entonces en mi cabeza estalla una idea.
-¿Sabes qué? Podríamos hacerlo.
-¿El qué?
-Dejar el distrito, huir y vivir en el bosque. Tú y yo
podríamos hacerlo. – Noto como se remueve incómoda a mi lado. Sé en lo que
piensa. Prim. Su hermana es todo su mundo. – Si no tuviésemos tantos niños. –
Mi último comentario hace que una sonrisa enmarque su boca. Si no tuviéramos tantos
hermanos…
Una vez hemos terminado de desayunar, recogemos nuestras
cosas y decidimos ir al lago a pescar. Ella es una excelente nadadora. Me ha
contado que su padre le enseñó antes de fallecer en el mismo accidente en el
que lo hizo el mío. Nos quedamos mirando la tranquila superficie del agua. No
decimos nada, pero no es un silencio incómodo. Estar así me relaja, hace que
todo el estrés que he estado acumulado esta semana desaparezca. Pero el momento
no dura eternamente.
-No quiero tener hijos. – Me sorprende su comentario. ¿Será,
tal vez, por lo que antes le he comentado? Imagino a una Katniss adulta,
observando a sus niños correr por la Pradera, junto a su marido. Y después me
imagino a su marido yendo cada día a las minas, sin pasar tiempo junto a su
familia. La veo cada año, observando desde atrás como sus hijos salen elegidos
en la Cosecha.
-Puede que yo sí, si no viviese aquí.
-Pero vives aquí.
Conversación zanjada. Es demasiado testaruda como para
hacerle cambiar de opinión. Me tumbo en la hierba y miro el azul del cielo. Es
demasiado perfecto. ¿Por qué? ¿Por qué la vida te muestra algo que en verdad no
es? Todo parece perfecto. Estoy junto a Katniss en este maravilloso lugar, hace
un tiempo perfecto. Parece que el tiempo fuera a detenerse y no hubiera mañana.
Pensar esto hace que me enfade. No quiero ser positivo. Hoy no. Hoy puedo
perderla, puedo perderme a mí mismo, a mi familia, a mis amigos. Hoy cualquiera
podría salir elegido en la Cosecha, desaparecería del Distrito 12, a no ser que
ganara. Pero el nuestro distrito lleva muchísimos años sin ganar.
Definitivamente, si alguno de los dos sale elegido, estos serán los últimos
minutos que vamos a pasar juntos. Sí, es el mejor momento para decirle esto que
lleva años atrapado en mí. Lo he decidido.
-¡Gale! ¿Me escuchas?
-¿Qu… Qué? – ¿Me ha estado hablando? Estaba tan absorto en
mis pensamientos que no la he escuchado.
-Que es mejor que volvamos. Tenemos que pasarnos por el Quemador
y por casa del alcalde.
Me pongo de pie y la ayudo a ordenar lo que hemos conseguido
hoy. Hemos pescado muchos peces. Por el camino vamos recogiendo lo que
encontramos en los arbustos.
-Por cierto, ¡felices Juegos del Hambre! – Digo mientras le
lanzo una mora. Veo como ella la recoge con la boca y sonría. – Y que la suerte…
-…esté siempre de vuestra parte. – Y ambos comenzamos a
reírnos. Es la frase que la mujer del Capitolio que representa nuestro
distrito, Effie, dice todos los años.
En el Quemador intercambiamos todo lo que hemos conseguido.
Aunque no lo parezca el cansancio comienza a hacerse de notar. Cuando
terminamos aquí. Nos ponemos en camino hacia la casa del alcalde. Le encantan
las fresas y las paga bastante bien.
Cuando llamamos a la puerta no es él el que hable, si no su
hija, Madge. Tiene la misma edad que Katniss y van juntas a clase. Aunque
Katniss nunca admite que sean amigas, es lo más parecido a una que tiene. Madge
lleva un precioso vestido blanco, el pelo recogido en un lazo rosa.
-Bonito vestido.
-Bueno, tengo que estar guapa por si acaso acabo en el
Capitolio, ¿no? - ¿Qué? ¿Acabo de escuchar bien? ¿Ella en el Capitolio? Pero si
es la hija del alcalde. Siempre he imaginado que ella tenía una especie de
protección que impide que salga elegida. Ese comentario hace que me arda la
cara.
-Tú no irás al Capitolio – Le respondo con crueldad. Algo
destella bajo los rayos del sol y hace que mi mirada se dirija a su vestido.
Justo por debajo del hombro tiene algo en el vestido, es un aro en el que hay
tallado un pequeño pájaro. Tiene que ser de oro. - ¿Cuántas inscripciones
puedes tener? ¿Cinco? Yo ya tenía seis con solo doce años.
-No es culpa suya. – Katniss ha intervenido. Sabe que no
estoy siendo justo. No, no es culpa suya que tengamos que pasar por esto. Miro
la cara de Madge y veo como se ha vuelto pálida. Ahora me arrepiento de haberme
puesto así con ella. Pero ella es lo más parecido al Capitolio que tenemos en
el doce.
-No, no es culpa de nadie. Las cosas son como son. – Sigue
con la cabeza baja. Está claro que hoy no estoy muy fino. Pero no me importa.
Hoy no me importa hacerle daño a nadie. Puede que luego me arrepienta, pero
para ese entonces ya habré perdido a alguien a quien quiero de verdad y el
dolor cubrirá mi arrepentimiento.
-Buena suerte, Katniss. – Le tiende el dinero a cambio de
las fresas, aunque sigue sin mirarnos a ninguno a la cara.
-Lo mismo digo. – La voz de Katniss suena como si le pidiera
disculpas por mi actitud.
Caminamos de vuelta en silencio. Normalmente me desahogaría
con ella pero hoy no estoy por la labor. Cuanto mayor me hago, mayor es el odio
que siento hacia el Capitolio y sus habitantes. Noto como Katniss me mira de vez
en cuando y sé lo que está pensando, que tengo razón pero que no debería de
haber tratado así a Madge. Casi puedo oír sus palabras en mi cabeza. Antes de
darme cuenta ya hemos llegado y tenemos que separarnos. Y ahora es cuando
siento como si no fuera a volver a verla. Cojo aire hasta que mis pulmones
están llenos. Siento el olor a carbón en mi garganta. Y lo suelto todo. Ahora
es cuando debería hablar con ella pero, ¿de verdad quiero decirle lo que
siento? ¿De verdad quiero correr el riesgo de saber lo que siente por mí y
perderla? Eso sólo nos haría daño a los dos. Mucho daño. ¿Y de verdad
siento algo con ella? Si hablo, ¿no estaría liando las cosas? Son demasiadas preguntas y no es el mejor
momento para solucionarlas.
-Nos vemos en la plaza.- Su voz suena cansada. Cansada de
esta situación, de este día.
-Ponte algo bonito. – Y esa es mi despedida.
Veo como se aleja en dirección a su casa. Aún estoy de mal
humor. Ver a Madge arreglada por si tiene que ir al Capitolio no me ha sentado
muy bien. Es una buena chica, pero para mí, eso ha sido un insulto. Ella nunca
ha tenido que meter su nombre más de una vez en las urnas para poder tener algo
con lo que alimentar a su familia. Ella no tiene cuarenta y dos veces su nombre
en esa urna. Retiro la mirada de la figura de Katniss y entro en mi casa. Allí
está mi madre vistiendo a todos mis hermanos. Voy a mi cuarto y cojo la ropa de
todos los años para ir a la Cosecha. Mi madre ha tenido que agrandar los
pantalones más de una vez. Mientras me aseo oigo a alguno de mis hermanos
llorar. Solo espero que no sea por mí, no quiero que lo pasen mal por mi culpa.
Tengo un poco de tiempo para pensar en qué pasará si este año salgo elegido. No
creo que gane los juegos, los profesionales de mi misma edad se habrán estado
entrenando toda su vida y estarán más que preparados para matarme. Aún así, sé
que Katniss cuidará de mi familia, al igual que yo cuidaré de la suya si es
ella la que tiene que ir a los juegos. Me aterrorizo ante esta idea. Si Katniss
va a los juegos no volveré a verla. Esto me hace un nudo en el estómago. Esta
mañana he estado con ella. Varias veces he pensado decírselo, pero no he
podido. Ahora me arrepiento, puede que haya sido mi última oportunidad para
estar junto a ella.
Me despido de mi madre, de mis dos hermanos y de mi hermana
y me voy a la plaza. Ellos llegarán después. Por el camino veo a muchos chicos
y chicas dirigiéndose a la plaza del distrito. Cuando llego me toman unas
muestras de sangre para confirmar mi asistencia y me dejan pasar. Me sitúo
junto a los chicos de mi edad. Veo caras conocidas. Todos están asustados,
nerviosos. Me giro y veo como llegan Katniss y Prim. Ella lleva un bonito pero
sencillos vestido azul y el pelo recogido. No puede compararse con Madge, pero
está igualmente guapa así. La ceremonia comienza antes de que me dé cuenta y
aparecen el alcalde y Effie Trinket. Esta última lleva un horrible vestido, muy
estrafalario.
-¡Felices Juegos Del Hambre! Y que la suerte esté siempre de
vuestra parte.
Se gira y da comienzo a la película de todos los años. La
ignoro por completo y miro a Katniss, ella está mirándome y me sonría. Puedo
leer en sus labios como me desea suerte. La película termina. No, no quería que
acabase tan pronto.
-Las damas primero, - Está junto a la urna de las chica. Los
latidos de mi corazón se aceleran. Mucho. Que no sea Katniss. Que no sea
Katniss.
Saca el papel y lo abre. Son los segundos más largos de mi
via. Cuanto desearía que no lo hubiera abierto.
-Primrose Everdeen.
Noto como la tensión de mis músculos desaparece. No puede
ser. Veo como la pequeña Prim se acerca poco a poco al escenario. Está
horrorizada. No por favor, ella no. Y entonces veo como una figura se abre paso
entre todas. Es como si la vida le fuera en ello. Lucha contra la multitud por
llegar al pequeño pasillo que se abre en mitad. Es como si pasaran horas hasta
que por fin deja atrás a toda la gente.
-¡Prim! ¡Prim! – Katniss grita desesperada el nombre de su
hermana - ¡Me presento voluntaria! ¡Me presento voluntaria como tributo!
Y entonces noto como mi corazón se detiene. Soy como un
espectador que se ve obligado a presenciar esta escena. Quiero correr, irme,
taparme lo ojos. La pierdo. Finalmente la pierdo. Veo como unos agentes de la
paz la agarran por los brazos. Prim abraza a su hermana y no quiere soltarla.
Katniss intenta tranquilizarla pero le es imposible. Y como un impulso,
comienzo a abrirme paso entre la multitud y me acerco hasta las hermanas
Everdeen.
Agarro a Prim y la cojo en brazos. Ella sigue intentando
agarrar a su hermana, impedir que suba a ese escenario, impedir que ocupe su
lugar y tenga que ir a luchar a los juegos. Pero yo no puedo permitírselo,
Katniss jamás me lo perdonaría, aunque me encantaría que Prim pudiera hacer
algo por su hermana. Continúo caminando aunque un poco perdido. ¿Por qué? Su
nombre solo estaba una vez en la urna. No puede ser, es demasiado surrealista.
Prim patalea en mis brazos. No pesa mucho, pero la sorpresa me ha agotado y soy
incapaz de hacer mucho esfuerzo. Llego al fin junto a la madre de Katniss,
pongo a Prim en el suelo y veo como ambas se abrazan. Prim está llorando. Me
doy media vuelta, Catnip ha terminado de presentarse y la mujer estrafalaria
del Capitolio pide aplausos, pero se hace el silencio e instintivamente me
llevo tres dedos a los labios y levanto la mano. Centenares de manos se unen a
la mía. Mis ojos comienzan a humedecerse, algo que me extraña ya que llevo
muchos años sin llorar, desde el día en que recibí una medalla por la muerte de
mi padre. Poco a poco camino hasta llegar a la fila en la que me encontraba al
principio de la cosecha. Vuelve a hacerse el silencio. La mujer se acerca a la
urna y saca un papel. Son cuarenta y dos papeletas. Puede que el nombre que más
veces esté en esa esfera de cristal sea el mío. Cuarenta y dos papeletas. Pero
aún así me sorprendo al escuchar mi nombre.
Puff, Ana aunque sabia que iba a pasar eso me ha dado un escalofrio al leerlo:) Te amenazare para que lo subas en el puente por lo menos!!! SE DONDE VIVES.
ResponderEliminarJajaja Clara no sabes donde vivo! Y el puente no creo que lo suba que tengo que subir MUCHO las notas. Pero haré un poder por tí! x)
EliminarSí, mola.
ResponderEliminarEnserio lo has leído? :O
EliminarThanx :D
Muy bueno, siempre me he he preguntado que pasaría si el elegido fuese Gale y no Peeta. Me encanta como lo relatas, haces que sorprenda y eso es genial. Sigue pronto. :)
ResponderEliminarGracias!! Me alegro que te guste (:
ResponderEliminarSeguiré lo antes que pueda, ahora estoy liada con los exámenes :D